SE VAYA CON LA MÚSICA A OTRA PARTE
José Kozer
Hope is not knowledge
Kenneth Rexroth
Dentro de trece días termina el segundo mandato de Bush
(Cheney).
Salvo en las esferas del neoconservadurismo (neocapitalismo) se respira alivio. Hace décadas que la nación no sentía entusiasmo, un entusiasmo que llevó a los jóvenes y a ciertas minorías (la que habla español y la afroamericana) a las urnas electorales para elegir a Barak Obama, el de la grácil sonrisa abierta, el de las bellas y elocuentes manos, el representante de una dignidad nada aspaventosa, al contrario, contenida y razonable.
En cuanto visión y esperanza de futuro, lo mejor del país.
Espacio que se había atrincherado en la demagogia más brutal, la mediocridad más galopante que se recuerde en mucho tiempo. Todo el mundo en el país comía, qué duda cabe, y todo el mundo se aburría. Al final del gobierno de Bush, el pueblo se sigue aburriendo y teme de pronto no poder comer (el fantasma de la depresión económica se hace cada vez más real, y quien esto suscribe, considera, sin ser economista, que ya nos encontramos en la frontera misma de la depresión económica, y que podría volver aquel hambre de los años treinta que marcó al país por mucho tiempo).
Los Estados Unidos por desgracia son también Bush (Cheney).
Hoy vuelven a ser minoría, pero no por eso van a dejar de estar ahí, agazapados, dispuestos en cuanto puedan a asaltar de nuevo el poder, a fin de imponer una ideología descabellada que se basa, con exclusividad, en la sistemática destrucción del pensamiento original, de la vida en cuanto escritura, literatura, poesía: y en la sistemática imposición de un sistema social (político) que hace galas de un “autoritarismo necesario” (dado el peligro terrorista y las llamadas razones de Estado y de seguridad nacional, ese cuento chino y sambenito que sirve para todo tipo de trapacería) cuya bandera es expresión manifiesta tras la que se esconden los acomplejados, los histéricos y resentidos de siempre, y los incultos que comen chatarra y exhiben su egoísmo en la solapa de sus trajes.
Los Estados Unidos por suerte no son sólo esta gente, ni su representante que ya en trece días se verá obligado a irse con su música a otra parte: es un alivio, estoy seguro que nacional, internacional, y sin duda personal, que ya no se volverá a ver a ese Presidente titubear día tras días en la televisión (en cuanto habla, apago el aparato, o lo pongo en MUTE) y demás medios de comunicación, cometiendo errores gramaticales, pronunciando erróneamente ciertas palabras en inglés, metiendo la pata a cada rato, confundiendo hechos, conceptos, situaciones geográficas e históricas que ponen en evidencia que hemos tenido un Presidente que jamás ha leído un libro, ha visto un periódico, o siquiera ha escuchado música tejana.
Dentro de trece días surge una esperanza en el país.
La esperanza de regresar a una situación social más racional y razonable, donde la diplomacia y la conciencia del otro, sea individual o nacional, cultural o racial, religiosa o laica, es ecuménica y abierta. Una esperanza que, así lo espero, nos puede retrotraer a los principios que se establecieron al fundarse la nación norteamericana, principios ejecutivos, legislativos y judiciales que partieron del enciclopedismo, la balanza de los poderes que rigen y deben regir a una nación, y que formaron parte del pensamiento vivo y fluido de pensadores políticos de la categoría de Jefferson, John Adams (siempre corregido y puesto en ascuas por su maravillosa esposa Abigail Adams) Washington, Franklin, Madison. Y por qué no, Andrew Jackson.
Estados Unidos, como cualquier otra nación, ha dado tumbos y vivido numerosos altibajos: épocas de infamia y épocas de gloria, épocas dadivosas y épocas egoístas. Al trasponer las fronteras de lo nacional y entroncar en la noción de Imperio, Estados Unidos como todo Imperio, se volvió egoísta. Y desde la época de Reagan, salvo el lapso clintoniano (al que hay que poner muchos reparos, como por ejemplo, haber reforzado los monopolios, extremándolos, y haciendo amalgama y arroz con mango de un capitalismo socialista que acabó siendo puro capitalismo con unos ínfimos retoques de socialismo, desequilibrando así también la balanza) ese egoísmo mermó la vitalidad del país, su visión orgánica de base: visión en la que la buena vida no dejaba de ser idealista, incluso (como se intentó en el siglo XIX) utópica. Recuérdense los proyectos de Utopía, sin duda inocentes aunque bien intencionados, de Oneida, Brook Farm, Amana, Icaria, etc. (vale la pena leer Heavens on Earth de Mark Holloway o la novela The Blithedale Romance de Nathaniel Hawthorne) que pueden servir para corroborar la base idealista y no conformista en que se fundó esta nación.
Esta nación durante los últimos ocho años de su existencia sacrificó sus ideales en aras de un avestrucismo que se aisló de toda realidad internacional, dejando de insertarse en el conjunto de las naciones del mundo de una manera ecuánime, altruista y capaz. Los efectos de este aislamiento son visibles: el país, íntegro, cayó en manos de ladrones, especuladores que lo han llevado a un desastre económico como no se ha visto desde la gran depresión. La ideología reaganiana cundió e hizo estragos, como bien se ve ahora. A diario se nota como los neoconservadores ideológicos han puesto pies en polvorosa, no se les oye decir nada, la callada por respuesta, como se suele decir, es su respuesta (cobarde) ante lo que está ocurriendo. El país está en buena medida arruinado, y sin embargo, no se ha metido a nadie en la cárcel. Y en algún caso en que se condenó a cárcel a un político corrupto, el Presidente Bush, de inmediato, lo perdonó.
Barak Obama fue elegido con base a dos consignas: habrá cambio (CHANGE); y sí, podemos hacer que haya cambio (YES WE CAN). Las esperanzas cifradas en su presidencia son excesivas, casi mesiánicas, y eso es peligroso. Hay que ser realistas y esperar de su gobierno un pautado y pausado, aunque urgente, cambio de perspectiva, un cambio que mejor distribuya la riqueza, ataje la corrupción y la especulación descabelladas que han llevado al país al desastre financiero, y devuelva una salud intelectual a una sociedad que ha tocado fondo en lo que a cultura, estudio y conocimiento, se refiere.
Estados Unidos es para mí el país de Louis Zukosfsky y Lorine Niedecker (la mejor poeta en lengua inglesa desde Emily Dickinson): es el país de Charles Olson, Paul Metcalf (Genoa es un libro que todos deberían leer, incluso me atrevo a decir que debería ser lectura obligatoria en los estudios de literatura a nivel universitario) Robert Creeley, Guy Davenport y Jonathan Williams. Si Estados Unidos no entronca de nuevo en aquel utopismo, en aquel trascendentalismo decimonónico que se forjó de la mano de Emerson, Thoreau, Melville, Hawthorne, Bronson Alcott y Margaret Fuller, el país seguirá expuesto al tedio que hace que a diario sus ciudadanos corran como guanajos decapitados a los centros comerciales a gastar su “hard earned money” en artículos de consumo made in China y Bangladesh, artículos vistosos y de pésima calidad. Falsa acumulación que muestra ser verdad aquello que dijera Paul Metcalf: “pagamos muy poco por las cosas que más interesan, y (en cambio) pagamos el máximo por la basura.”
Louis Zukofsky solicitó una beca Guggenheim en dos ocasiones, y en ambas ocasiones fue rechazado. Su solicitud del año 29, que fue la primera, iba avalada por sendas cartas de recomendación firmadas por T.S.Eliot y Ezra Pound. El equipo que concede estas sustanciosas becas, en aquella ocasión descartó las recomendaciones de dichos poetas (sería interesante ver a quiénes concedió, en poesía, aquel año, las Guggenheim). La lista de becas concedidas por este organismo estatal a poetas mediocres es interminable: dinero del fisco despilfarrado en poetas normativos, con una obra que lo único que hace es repetir lo establecido, rizando el rizo. Esperemos que el nuevo gobierno de Obama sea capaz de establecer controles a la hora de mercar, de conceder apoyos a los creadores, a la hora de mejor distribuir una riqueza que en este momento histórico hay que repartir entre más gentes, de modo más razonable y equitativo: eso, o el desastre, la sangría lenta y desastrosa, ha de ser el destino de la humanidad.
La cacofonía bushista termina. La ignorancia y la mediocridad más galopantes se van con la música a otra parte. Esperemos que en su lugar vuelva una cierta riqueza cultural y espiritual, una auténtica conversación civil entre los miembros de una sociedad, conversación que ponga de lado el “political correctness” (autocensura) que sólo ha servido para favorecer a los lametraseros de toda índole, sin distinción de sexo, raza o religión, unidos por un mismo afán oportunista y de beneficio propio.
UN DÍA DE CABO A RABO FELIZ
Acabo
de salir de un sueño tapizado de clemátides, franjas de luz,
rimeros y rimeros de libros sobre
un césped de áspera grama donde
retozan las hormigas saciadas
(extenuadas) anidan las orugas
entre las briznas de hierba
(saciadas): siendo un sueño se
daban el lujo de metamorfosear
en escarabajos. Puntos de luz.
Metástasis los faunos vueltos
saltamontes tras haberse soñado
libélulas (por esta vez no pudo
ser). ¿Sueño de verano? Despierto,
o todavía soñando, me acerco a
mirar los títulos, que duda cabe,
soy todo un intelectual: Metcalf,
Boswell, Eckermann, ambos
testamentos en versión de Nácar
Colunga. Y para colmo de bienes,
aquí en el sur, zona de humedad
espantosa, amanece con un frío
agradable, los peces ascienden
de su fondo a oscuras, las aves
reposan en pequeñas bandadas,
en blanco y negro saciadas: no
necesitan cantar. Apenas necesito
desayunar. Cacho de pan, lasca
fina de queso provolone bañada
en aceite de oliva, café, unas
clemátides en un florero estrecho
de hojalata verde, la hora restalla
al abrir Guadalupe la puerta
ventana de la terraza, restallan
los escarabajos y libélulas
(clemátides) salidos del sueño,
contra el golpe abrupto del
calor: a la vista, cruzando, a
la vista, anidando, sobre el
mantel de hule a cuadros, las
cigarras blancas corresponden
a Guadalupe, los negros
saltamontes me pertenecen,
guerra a muerte esta mañana,
a ver cuál de los dos se come
primero al otro, cae el rey.
Hablamos, tan temprano, de
política. La deplorable corrupción.
Voz de Guadalupe: los seres
humanos no tienen remedio. Y
yo: confiemos con desconfianza
suficiente y eficaz. Creo haber
perdido el rey. Oí exclamar jaque
mate. Me da mucho gusto que me
gane mi mujer, todo queda en
familia, el caso es no tener yo que
recoger la mesa (hace años que me
hago el bobo) (o sea, que Guadalupe
me lo permite) (te tengo malcriado)
(yo, callo) no tener que fregar la
loza, los cacharros grasientos del
desayuno. Me escabullo. Le explico
que es hora de irme a meditar, y me
echa una mirada que me hace encoger
del dedo gordo del pie a la coronilla
de santurrón con que a veces me
le presento. Antes de retirarme
engalano su oreja derecha con un
gajo de clemátides, le señalo en
el mantel, entre migas (a Guadalupe
que me miró con cara de pocos
amigos) libélula, hormigas, oruga,
saltamontes, luz, acaban de anunciar,
tan temprano, en el radio (91.3) el
déficit presupuestario de la nación,
y un nuevo fraude (éste, de poca
monta, estamos hablando sólo de
unos veinte millones de baros). Hay
cosas en el mundo moderno que
desorientan al más pintado. Me
quedo cariacontecido un rato, rato
peligroso, pensando en los años
finales que se avecinan. Desconfío,
con un mínimo suficiente y poco
eficaz de confianza, de mi último
destino. ¿Qué le vamos a hacer?
No he podido alcanzar la fe
razonable del creyente lúcido.
Abracadabra Dios, y no se
aparecen ni Pan ni Júpiter. De
las puranas, nada. Del Viejo
Testamento, crímenes y violencia;
del Nuevo proclamar caridad, y
luego durante siglos, con el mazo
pegar. Tanto libro y total, nada.
¿Llega la Muerte? No debe
amedrentar, no puede ser nada
del otro mundo cuando (parafraseo
a Montaigne) le sucede a todo
mundo. ¿Qué hacer? Sencillo.
Hablar de política, informarse
nos come mucho tiempo, y así
no nos percatamos del aguachirle
final. Imaginar florestas, pinceladas
de amapolas, sirve por igual para
soslayar aquello: Y en caso de
desazón existencial, al final,
echarse al coleto vino y pastillas,
volver (clemátides) (escarabajos)
(mantel de hule a cuadros)
(cuadrados inescrutables) al
sueño, sueño sólo
vertiginoso.
(Poema inédito de José Kozer)
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