GASTÓN BAQUERO: LA INVENCIÓN DE UNA
IDENTIDAD
Efraín Rodríguez Santana
Entre Cuba y España
El poeta cubano Gastón Baquero (1914-1997) constituye una
de las figuras más relevantes de la poesía cubana de la
segunda mitad del siglo XX, perteneciente al grupo
Orígenes que presidió José Lezama Lima y que estuvo
compuesto por figuras de gran relieve como Virgilio
Piñera, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García Marruz y
Lorenzo García Vega, su trayectoria poética estará
vinculada una y otra vez al devenir irregular y a veces
trágico de su vida.
En tal sentido, Orígenes pasa a ofrecer un interés
adicional por las existencias profundamente convulsas que
vivieron algunos de sus protagonistas más destacados.
Entre una Cuba sometida a formas de exclusión y repudio y
una Cuba Secreta abierta a la reconstrucción de la
historia por medio de la poesía, nombres como los de José
Lezama Lima, Virgilio Piñera, Eliseo Diego, Lorenzo García
Vega y Gastón Baquero reformulan un ideario poético que
los salva en última instancia del olvido.
Todas estas relaciones de sobrevivencia se vinculan al
símbolo
Isla. La Isla
como
paraíso,
como
reducto opresivo, carcelario, y
como
incorporación y reelaboración de islas de creación, islas
que
incorporan islas.
El término Cuba Secreta
sigue teniendo vigencia hoy en día, en tanto apropiación
de un ámbito creativo y como formas de resistencia,
crítica y hasta evasión frente a las imposiciones sociales
ideológicas y políticas. Podríamos hablar de un
irrecusable principio por el cual poesía y política son
pares opuestos que no se podrían complementar nunca. Esa
relativa autonomía de la poesía es la válvula de salvación
de estos poetas origenistas y de tantos otros a lo largo
de la historia cubana, desde su formación letrada hasta la
fecha, un modo diferenciado de entender la otra fisonomía
interior de la Isla.
Baquero pertenece por entero a este mundo de fuertes
fluctuaciones que va de "lo real concreto a lo real
poetizado". El dibujo de su mapa poético al menos se
edifica en dos ocasiones: una en Cuba y otra en el exilio
en tierras españolas a partir del año 1959. Esta
discontinuidad que se expresa también en una superación
dialéctica de su propia obra, lo convierte en un escritor
sugestivo, sometido a la evidencia corrosiva de las
relaciones políticas en las décadas del 40 y el 50 en Cuba
y a la censura y aislamiento en las décadas sucesivas,
sobre todo en la España franquista de los 60, que contaba
además con una intelectualidad progresista que acogía a la
Revolución cubana y que daba la espalda a un exiliado
político como él. En tal situación hay que partir de cero,
volver a la soledad para reelaborar el nuevo discurso
imaginativo.
Este dato biográfico crucial se une otros no menos
importantes que nos ayudan a comprender la multiplicidad
de intereses políticos, literarios, periodísticos,
culturales que nuestro autor tuvo en una etapa, y la
reconcentración y dedicación casi en exclusividad a la
poesía que disfrutó en otra. Un complejo recorrido que en
principio podríamos resumir de la forma siguiente: Baquero
era negro, pobre, homosexual, poeta, para después pasar a
ser poderoso y finalmente exiliarse, volver a la pobreza
más radical y a la poesía.
Nace el 4 de mayo de 1914 en Banes, un pueblo de la región
oriental
de
Cuba,
situado en la actual
provincial
Holguín, de extracción muy
humilde
la poesía de Gastón parece deberle mucho a sus años de
infancia en su pueblo
natal,
que
poseía
como
él mismo señalara condiciones económicas
particulares
que
superaban el ámbito
rural
y lo proyectaban hacia nuevas "calidades de
vida",
sobre
todo
en lo
que
se refiere a la educación, la proliferación de muy buenos
maestros
y el surgimiento de un
ambiente
proclive a la lectura. Sin
embargo,
esa
extrema
pobreza
en
que
vive en sus primeros años de infancia le impide asistir
con regularidad a la escuela. El
ambiente
familiar,
no
obstante,
lo conduce al gusto
por
la poesía. Él rememora y reflexiona
sobre
aquellos
momentos:
Me veo de muy niño, sin haber aprendido del todo a leer,
con una libreta de éstas en las manos, leyéndole en voz
alta poemas a la tía Mina, para que fuese pasando a la
libreta suya. Poemas de Darío, de Nervo, de Díaz Mirón, de
Heredia, de Zenea, de Martí, de Manuel Acuña, de Silva, de
Julio Florez... Esto, se afirma, deja huella. Cuando me
reprocho el énfasis, lo oratorio, lo demasiado elocuente a
veces que hay en los poemas que escribo, me consuelo
pensando que no sólo he nacido en el Trópico, en el
retumbante mundo antillano, sino que además entré en el
mundo de la poesía arrastrado por unas melodías que eran
más bien sonsonetes y trompeterías, énfasis y
sentimentalismo sin límites.
Aproximadamente a los trece años viaja con el padre a La
Habana e inicia estudios acelerados de nivel medio y
bachillerato con profesores particulares hasta matricular
en la Universidad y graduarse finalmente de ingeniero
agrónomo. Acerca de la elección de esta carrera ha dicho:
"Me hice ingeniero agrónomo para complacer a mi padre
(...) Seguramente, mi padre, burócrata, soñaba con lo que
los burócratas creen que es una liberación: el título
universitario, y si es de agricultura, de campo abierto,
de aire libre, mejor".
Paralelamente despliega
una
gran curiosidad
por
la
literatura
y comienza ya en la
década
del 30
una
intensa
y
evolutiva
actividad
intelectual
que
se extenderá en
Cuba
hasta
finales
de los años 50 en
que
abandona
el
país.
Traduce a T.E. Eliot, George Santayana,
Paul
Eluard, Hilda Aldington y muchos otros
autores
de lengua inglesa y francesa. En 1942 publica los
cuadernos
Poemas
y Saúl
sobre
su
espada.
A
partir
de 1945 se desempeña
como
redactor jefe del Diario de
la
Marina,
decano
de la
prensa
durante
la colonia y la Primera
República.
Este
momento
constituye un punto de
giro
en la
vida
de Baquero,
logra
llegar a un estatus
social
muy jerarquizado, entra inevitablemente en la
política,
despliega
una
intensa
actividad
como
hombre de la
alta
cultura
y
como
representante de ésta fuera de
Cuba.
Baquero comienza a tener un
alto
nivel de
vida,
que
siempre supo
compartir
con otros
escritores
y
artistas
plásticos
a los cuales abrió las
páginas
del Diario. En
este
período
lo
que
sobresale más es su
persistente
labor
como
articulista.
Escribía al
mes
más de quince ensayos periodísticos y muchos
editoriales
que
lo ubican
entre
los más
destacados
periodistas
de la
prensa
cubana. Tiempo de primacía
política
y disolución
poética.
El
poeta
se enmascara,
aparentemente
renuncia a su obsesión primera. La poetisa
Fina
García Marruz, tan vinculada a Orígenes y al primer Gastón
de "Palabras
escritas
en la
arena
por
un
inocente",
recuerda estos
momentos
del
modo
siguiente:
Cuando decidió alejarse para no volver nunca más a vernos,
recuerdo haber oído las palabras melancólicas de Lezama,
al que llamaba "el Maestro", estas que le hubieran
sorprendido: "De nosotros, era el que tenía más dones".
Pues no lo creía, y hubiera dado todo por escribir algo
semejante a sus "jardines invisibles". Aquellos efebos
tras sus flautas, que parecían un Boticelli.
Hacía tiempo que no nos visitaba. Había quedado esperando,
colgado del árbol navideño, el regalo que le habíamos
comprado, reuniendo entre todos los dineros, las últimas
Pascuas. Visiblemente nos evitaba. Se reunía ahora sólo
con las nuevas amistades del periódico, dedicado a su
nueva vida social. Cuando Cintio le preguntó por qué,
ahora que ya no tenía problemas económicos, no publicaba
su Comedia de San Jorge, le respondió, tajante: "Un
hombre que hace la vida que yo llevo no debe ya publicar
poesía".
En efecto, Baquero se aleja del grupo Orígenes y de su
núcleo más ortodoxo. Debemos recordar que sólo publicó un
poema justamente en el primer número de la famosa revista:
"Canta la alondra en las puertas del cielo" (Orígenes,
no. 1, primavera, La Habana, 1944). No obstante, su
relación con "el Maestro" Lezama fue siempre de gran
admiración. Años después en España recordaba al poeta de
Trocadero como un hombre inflexible y muy selectivo, decía
con cierta ironía y asombro que con los años Lezama había
cambiado mucho. A veces, también, ponía en tela de juicio
la validez de aquel grupo en cuanto generación literaria:
"Usted no puede hallar nada más heterogéneo, más dispar,
menos unificado, que el desfile de la obra de cada uno de
los presuntos miembros de la generación"
Sin embargo, al final de su vida es justamente Baquero
quien viene a emparentarse poéticamente con Lezama. Con
estas observaciones suyas se establecen ángulos
complementarios desde donde estos poetas conciben el acto
creador:
Lezama que tenía esa manera de ser bastante exigente, me
dijo una vez: "Lo malo de usted es que escribe con el
oído. Yo escribo con el ojo, porque el verso ha de caer
del ojo como una gota de resina". A mí esa definición me
parece maravillosa. Creo que sí, que el verdadero gran
verso debe ser como un diamante que cae hecho ya sobre la
tierra. Pero no es mi caso, nunca le he dado tiempo a mis
versos para ser gotas de resina, la sonoridad me ha
arrastrado y tengo muchos poemas que son puramente
musicales. Yo he escrito con el oído. No es que sea un
defecto, porque cada uno tiene su manera de expresarse. Él
era más bien un ojo en el universo y yo soy un poco un
oído.
En los primeros meses de 1959 abandona Cuba y se instala
en Madrid, donde trabaja simultáneamente en el Instituto
de Cultura Hispánica y en Radio Exterior de España.
Retorna a la poesía y al pensamiento literario. Publica
Poemas escritos en España (1960), Memorial de un
testigo (1966), Magias e invenciones (1984),
Poemas invisibles (1991) y Autoantología comentada
(1992); además, aparece en diversas antologías y se recoge
su poesía completa y sus ensayos literarios en los tomos
Poesía y Ensayo, Fundación Central Hispano,
a cargo de Alfonso Ortega Carmona y Alfredo Pérez
Alencart. Otros libros importantes publicados en estas
décadas son: Escritores hispanoamericanos de hoy
(1961), La evolución del marxismo en Hispanoamérica
(1966), Darío, Cernuda y otros temas poéticos
(1969), Indios, blancos y negros en el caldero de
América (1991), Acercamiento a Dulce María Loynaz
(1993) y La fuente inagotable (1995). Colabora en
la revista Mundo Hispánico y en los periódicos
Ya, ABC,
La Vanguardia
y El País. Fue profesor de Literatura
Hispanoamericana e Historia de América en la Escuela
Oficial de Periodismo.
Casi toda su trayectoria española estuvo marcada por la
indiferencia y la falta de reconocimiento. Sólo en sus
últimos años se realizaron eventos y algunas publicaciones
que venían a paliar en cierta medida la desidia hispánica;
por una parte sus amigos salmantinos y por la otra un
grupo de poetas y escritores españoles y cubanos trataron
de ubicar en su justa dimensión la obra y la figura del
poeta cubano. Gastón parecía sobrellevar aquella
indiferencia con fortaleza, eludiendo cualquier referencia
a aquel comportamiento mezquino. Todo parece indicar que
le bastaba con su poesía. En su Homenaje a Gastón
Baquero, el hispanista y ensayista cubano Roberto
González Echevarría lo recuerda de este modo:
...y harán el ridículo los que quieran convertirlo en
mártir de la política o del exilio. Para estar a la altura
de su apuesta habrá que lidiar con la poesía. Y pese a sus
recatos, su poesía es escasa pero grande, en una línea que
no podemos resistir la tentación de llamar mallarmeana por
su rigor, por su aspiración a hacerse música, pero que
tiene ecos de la poesía más pura en lengua castellana,
sobre todo en los maestros del Siglo de Oro. Entre estos,
y a diferencia de Lezama, que optó por Góngora, Baquero
está más próximo a Fray Luis y al Quevedo de los Poemas
metafísicos. Lezama sintió el torrente poético de Don
Luis como una llamarada que lo consumía, Baquero la pureza
de Fray Luis como transparencia depuradora de lo bello a
lo sencillo, aunque no a lo fácil.
Imaginario origenista
La ciudad letrada cubana se ha alimentado a lo largo de su
historia de varios imaginarios poéticos y de diversas
tendencias ideológicas contrapuestas,
una de esas ciudades ha estado conducida por el
pensamiento católico lezamiano y origenista, del cual
Baquero también hace parte y que se verifica en el intento
de conformación de una historia de Cuba por medio de la
poesía, de sus símbolos constitutivos, no sólo del decir,
sino de las mismas costumbres de vida que se asentaron en
la Isla como representaciones fundacionales. El imperativo
de las superposiciones de imágenes hacen de este
procedimiento una de las claves del sistema poético de
Lezama y constituye una pauta para algunos de los más
relevantes integrantes del grupo.
Según Vitier ellos ambicionaban "una profunda necesidad de
descolocación temporal que hiciera posible la inocente
ambición de Orígenes: nacer de nuevo"
en tanto Lezama establecía las bases mismas de su
ejecutoria creativa a través de la definición de su
concepto de sobrenaturaleza:
La penetración de la imagen en la naturaleza engendra la
sobrenaturaleza. En esa dimensión no me canso de repetir
la frase de Pascal que fue una revelación para mí, 'como
la verdadera naturaleza se ha perdido, todo puede ser
naturaleza'; la terrible fuerza afirmativa de esa frase,
me decidió a colocar la imagen en el sitio de la
naturaleza perdida, de esa manera frente al determinismo
de la naturaleza, el hombre responde con total arbitrio de
la imagen. Y frente al pesimismo de la naturaleza perdida,
la invencible alegría en el hombre de la imagen
construida.
Estas imágenes sustitutivas comienzan a reconstruirse
desde el mismo descubrimiento, a partir del Primer Diario
de Navegación de Cristóbal Colón. Así pues, en el prólogo
de su famosa Antología de
la Poesía Cubana,
Lezama asegura:
Nuestra isla comienza su historia dentro de la poesía. La
imagen, la fábula y los prodigios establecen su reino
desde nuestra fundamentación y el descubrimiento. Así el
Almirante Cristóbal Colón consigna en su Diario,
libro que debe estar en el umbral de nuestra poesía, que
vio caer al acercarse a nuestras costas un gran ramo de
fuego en el mar. Ya comenzaban las seducciones de nuestra
luz. Insistiendo en el misterio de sus visiones, el
Almirante ve un gran perro cuya boca sostiene como una
columna de madera, donde cree ver letras. Ve la esbeltez
de las indias que caminan para saludarlo y anota la
expresión muy esclarecedora al fijarse en su pelo: seda de
caballo. Es necesario subrayar el acento de esa expresión,
seda de caballo, con lo cual alude no tan sólo a una
presencia hermosa, sino a la carga de eticidad que
entraña, como una resistencia sedosa y fina, que había de
ser característica de todos los intentos nobles del
cubano.
En ese mismo prólogo anota sus peculiares observaciones
sobre la irrupción de los primeros oficios en la villa de
San Cristóbal de la Habana, que se contrasta con la
presencia de lo que él llamara genitores por la imagen y
por el fuego respectivamente. Esta suma comienza por la
presencia del platero Darío Romano, del repostero de
cámara Francisco de Soto y continúa con cuatro músicos de
fines del siglo XVI: "Uno de Málaga, otro de Lisboa, un
tercero de Sevilla y una negra libre de Santiago de los
Caballeros". Todos estos personajes adicionan una cualidad
visible, gustativa, auditiva, que establece un ritmo
diferenciado dentro de la vida de la nueva villa. En esta
singularidad, según Lezama, se asientan los primeros y más
sólidos gérmenes poéticos de la Isla. Y a esto se añade la
presencia de Hernando de Soto, el genitor por la imagen,
guerrero por el equilibrio y el diálogo, de ahí su juego
de ajedrez con Atahualpa, emperador de los Incas, pero
también conquistador de La Florida que profana un culto
indígena, que enferma y muere a causa de ese sacrilegio,
que es enterrado y desenterrado, hasta que recibe
sepultura en la madre de un río. Todos estos rasgos
fabulosos y trágicos a la vez, hacen de este individuo un
personaje de añoranza. Por oposición, Porcallo de Figueroa
es ubicado como genitor telúrico, ser imponente ante la
muerte y el nacimiento, deja una descendencia de más de
doscientos hijos. Y para completar esta tríada
literaturizada aparece la esposa de Hernando, Leonor de
Bobadilla, que encarna la vigilia, el amor, la espera, la
conversación con fantasmas, la locura.
Junto a nuestro primer poema Espejo de paciencia
(1604-1608), de Silvestre de Balboa y Troya de Quesada,
y a la presencia secular de José Martí (1853-1895), se
dibuja una especie de fundamentación de lo posible poético
cubano-lezamiano. Es la entrada en la elaboración
conceptual del término lo cubano en la poesía, que
será motivo del emblemático libro homónimo de Cintio
Vitier,
y que en Baquero se establece bajo el rótulo magias e
invenciones, que tendrá una clara exploración en el
ámbito de las analogías y los símbolos universales. Lo que
Lezama hace para la constitución histórica de una Cuba
poética, Baquero lo emplea para entender el tiempo, el
ritmo, la melodía de la historia como puesta en escena de
un conjunto de personajes que se mezclan y actualizan en
una suerte de representación continua. Es la fascinación
de la mirada y del oído en busca de un relato humano
concebido como sinfonía.
El cuerpo verbal de Gastón Baquero se hace resistente
frente al decursar del tiempo. Se vale de él, lo
mistifica, lo enrarece, lo disuelve y reconstruye dentro
de espacios insólitos, a través de lo que él llamó "tiempo
unísono" y "juego de permutas". La resistencia es lo
imaginable, la realidad la zona donde lo inventivo se
expande, lugar de lo bello y de una síntesis que reordena
libremente los códigos culturales, sociales, religiosos,
filosóficos y estéticos. Se trata de partir de un
conocimiento previo para subvertir esos códigos y poder
llegar a una nueva lectura de los acontecimientos. Una
lectura inédita de la naturaleza humana y de los objetos
que la acompañan:
Ese largo viaje hacia el ser de la poesía ha culminado en
el reconocimiento de la significación metafísica del
quehacer poético. Se ha recordado en más de una ocasión el
término griego poiesis, y en ocasiones se ha
indicado aquella palabra querida por los teólogos
medievales: heurística. Pero en términos corrientes
puede afirmarse que se ha redescubierto el valor de
invención del mundo, de capacidad para fabricar,
mediante fábulas, los contornos verdaderos de la realidad,
y que, en consecuencia, se comprende que la poesía es la
prolongación en el hombre de la imagen y semejanza de
Dios, en cuanto creador.
Se insiste no solamente en un procedimiento estético, sino
en el valor ético que se desprende de él, concepto éste
que está en la raíz misma del origenismo católico.
Baquero, entonces, enfatiza: "Podemos ir reconociendo ya
que si el hombre volvió a buscar a tientas el cuerpo
secreto de la poesía fue porque intuitivamente descubrió
que necesitaba sustitutos para el Dios que había perdido"
Y añade: "pero en ambos lados del paréntesis que encierra
un acto puro está la nada -territorio inhabitable para el
hombre"
No obstante, el poeta cubano no se aferra a una simbología
católica, más bien muchos de esos símbolos pasan por la
matización de los ritos domésticos de la tierra oriental
de la infancia, del mestizaje visto y escuchado a través
de su flamante sensualidad, de la rica trabazón de
ambientes y costumbres hispano-cubanas y de la copiosa
cultura con la cual recrea sus textos.
En el centro de todas estas operaciones literarias está la
búsqueda de una tradición cultural fuerte que respalde
las ambiciones creativas de estos escritores. Esa
necesidad, según Lezama, de crear una teleología propia,
o de procurar la adanización de las palabras,
de acuerdo con Baquero, o de fijar la impronta cubana en
términos poéticos, como acuñara Cintio Vitier, expresan en
medida considerable el sentido de carencia de mitos
fundadores de la joven Cuba. Tal desconcierto está muy
presente en las búsquedas intelectuales del siglo XX.
Mitos procurados tanto en la cultura como en la política.
El historiador y ensayista Rafael Rojas lo cataloga como
"ansiedad del mito":
En la cultura cubana de la primera mitad del siglo XX
abundan los testimonios intelectuales de un malestar,
provocado por una sensación de ausencia de mitos
fundadores. Cuba, nacionalidad nueva, creada entre los
siglos XVIII y XIX por africanos y mulatos, españoles y
criollos, aparece en el discurso de sus propias élites
poscoloniales como una cultura ingrávida, sin tradición
firme ni legado discernible. Los grandes intelectuales de
la República (1902-1959), Enrique José Varona, Fernando
Ortiz, Jorge Mañach, José Lezama Lima..., al igual que sus
predecesores decimonónicos (Félix Varela, Domingo del
Monte, José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero...)
dudaron de la madurez espiritual de la isla para
constituirse en una nación moderna occidental y
equilibraron sus permanentes intervenciones cívicas con
melancolía, zozobra y escepticismo. Esa duda los llevó a
concebir la escritura como una restitución de mitos
nacionales.
Islas flotantes
El fenómeno insular cubano ha estado marcado siempre por
la añoranza, algo que falta dentro y algo que se intenta
añadir desde fuera. Una relación compleja entre Isla e
Isla Diaspórica. Algunos de sus poetas más relevantes
--José María Heredia, José Martí, por citar dos ejemplos
cimeros-- no sólo han cantado a la tierra ausente, sino
que han construido un verdadero itinerario de símbolos
patrios, han diseñado nuevamente los contornos de la isla.
Martí logró organizar desde el destierro en Estados Unidos
el Partido Revolucionario Cubano que condujo el rumbo de
la última guerra de independencia contra España,
regresando clandestinamente a una tierra que conocía poco
físicamente. En su Diario de Campaña describe la
campiña cubana con un deslumbramiento tal que es como si
estuviera descubriendo algo enteramente inédito para él,
algo prodigioso que se impregna de palabras precisas e
intransferibles, algo enteramente poetizable. Martí es el
poeta cubano que más ha idealizado a Cuba, que mejor la ha
inventado
desde un candor patriótico único. Cuba bien pudiera ser su
obra mayor. Dos días antes de morir, anotó en su Diario:
"Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre,- y me
trae Valentín un jarro hervido en dulce con hojas de higo"
Uno de los temas más persistentes en la historia de las
tradiciones sociales, culturales, literarias, cubanas es
el de las emigraciones. Las relaciones entre Isla y una
especie de Isla Diaspórica (aquí incluimos los términos
destierro y exilio), entre un adentro y un afuera,
constituyen un asunto medular en la vida multiespacial y
multicultural del cubano, situación ésta que se ha
intensificado y extendido increíblemente desde 1959 hasta
la fecha y que está relacionada asimismo a un drama de
rupturas que no cesa.
La Isla,
desde
su fundación, parece
estar
marcada
por
una
fuerte presencia transterrada.
Todos
esos personajes
que
Lezama destaca y
que
están
presentes
en la fundación de nuestras
principales
villas son
parte
también de un fenómeno diaspórico, en
unos
casos
voluntarios y en otros impuesto. O sea, nuestros primeros
asentamientos culturales tuvieron la impronta de ese
germen foráneo, la mezcla de
una
naturaleza consagrada
por
un pensamiento medieval-renacentista con
una
naturaleza
insólita,
no catalogada
hasta
ese
momento.
Es
algo
intrínseco
al descubrimiento y colonización de nuestras tierras.
A partir de aquí crece entonces el concepto de Isla cubana
como símbolo también de carencia. El hombre de estas
tierras idealiza lo que está más allá del océano, su
frontera natural y forzosa, ansía caminos imposibles,
puentes y fronteras continentales, insiste en desafiar el
mar como una fórmula para encontrarse con lo desconocido,
de ahí la tragedia y hazaña perpetua de nuestros balseros.
Esta es una especie de visión poética, de sentido
metafórico, de relacionamiento entre el par
Isla-Continente, a lo que se añade la imperiosa necesidad
económica y política de escapar de la Isla, en busca de la
dignidad perdida, de la reconstrucción de una existencia
viable.
Al mismo tiempo se produce una relación entre "seguridad"
continental y "fragilidad" insular, aunque estos conceptos
en la actualidad hayan variado mucho y estemos ante
continentes como el africano que padecen de un profunda
desustanciación material y espiritual. Por ejemplo, hoy
parte de esa África intenta escapar a las Islas Canarias.
Para la Cuba de estos momentos los conceptos Isla-Isla
Diaspórica son enteramente complementarios, como cara y
cruz de una misma moneda, sin los cuales no podríamos
fijar en su justa medida los derroteros literarios
actuales. Lo que ha sucedido es que la Diáspora, a lo
largo de estas cinco décadas, ha crecido continuamente y
en los últimos años se ha profesionalizado cada vez más.
Intelectuales, investigadores, profesores, estudiosos,
escritores y poetas han diseminado la literatura cubana
por América del Norte, Europa y América del Sur. Esta Cuba
del exilio constante se ha ido convirtiendo en una Isla
que se repite en muy diversos lugares, claro está que
modificada, transformada por nuevas circunstancias.
Se consigue entonces una suerte de complementariedad entre
un exilio muy enriquecido, que aporta una diversidad de
lecturas al problema insular, frente a muchos grupos
interesados dentro del país, pero sometidos por una
política apocalíptica, mesiánica y centralista. Es una
agonía que por fortuna no es monolítica, y que está
constituida por incontables fisuras a través de las cuales
lo cubano de dentro y de fuera se emparientan, se
retroalimentan.
El ensayo, los estudios investigativos, la poesía y la
novela que se gesta en diferentes latitudes van ocupando
espacios de mayor influencia en el ámbito nacional,
conjurando, entre otros muchos aspectos, todo tipo de
lenguaje estereotipado, y dislocando los límites del
pensamiento entre "adentro" y "afuera".
Esta multiplicidad de la diáspora se verifica asimismo en
la confrontación con otros espacios culturales, otras
experiencias de vida y lengua, lo que provoca una evidente
ruptura con los viejos conceptos nacionalista de patria y
fronteras. Esa búsqueda de otros lenguajes en la
"dispersión" es quizás el mayor aporte de estas nuevas
escrituras. Podríamos recordar dos casos influyentes, a
partir de sus respectivas modalidades postmodernas y
neobarrocas, ellos son los poetas Lorenzo García Vega
(1926) y José Kozer (1940). El primero de ellos ha dicho:
"La poesía forma parte de la literatura. Nosotros no
podemos separarnos de la literatura hispanoamericana.
Somos eso. Y separar esto así, recortar y quedarnos
solamente en una hipotética y arquetípica cubanidad me
parece que además ha tenido funestas consecuencias. Y es
ridículo, lo que es más grave todavía".
En la actualidad hay ejes del exilio cubano muy
influyentes en Barcelona, Madrid, París, Miami, Nueva
York, México, Caracas, Santiago de Chile, etc. Con
respecto a esta transterritorialidad el ensayista Iván de
la Nuez ha referido:
Cuba es hoy uno de los países con mayor proporción de
exiliados -entre el 15 y el 20% de la población-y,
también, con mayor proporción de artistas e intelectuales
en el destierro. (...) La trasterritorialidad de la
cultura cubana no es nueva, pero desde la Revolución ha
crecido de una forma extraordinaria. En los años 90, se da
la singularidad de que los puntos de la geografía se han
multiplicado casi hasta el infinito. Reinventados una y
otra vez, los cubanos se asoman a la aldea global y
consiguen lo que no hicieron las guerrillas de los 60,
años en los cuales la revolución parecía universal. La
mayor experiencia de globalización de los cubanos está,
acaso, en estas formas de éxodo. Y son estos modos los
que, paradójicamente, consuman (y consumen) el espíritu
inicial de la Revolución. De esta manera, la idea de
nación, de ciudad, de cualquier modelo de pertenencia,
comienza a quebrarse y los cubanos intervienen con mayor o
menor protagonismo en el derribo repetido de la frontera
entre las Américas, las dos Europas, los dos sistemas
sociales, las dos orillas del Pacífico o la transgresión
continua del Mediterráneo. En su obra Mundo soñado,
el artista Antonio Eligio (Tonel) nos entrega un gran
mapamundi construido con islas de Cuba. El hecho de que
este artista componga esta pieza desde La Habana (...)
hace más sintomática la condición de disolución de la
cultura cubana. Cuba, en este mapa, está en todas partes
sin jerarquía y, por esa misma razón, no está en ninguna.
Como se observa, se trata de concebir las distintas caras
de una isla esparcida por el mundo, calificada de muchas
maneras: Isla Perpetua, Isla Interactiva, Isla Virtual,
Isla que se Repite, Isla que se Modifica, entendidas tales
denominaciones en su sentido de dispersión y aislamiento,
resistencia y levedad, naufragio y utopía. La otra
"resistencia", dentro de la Isla, se verifica en una obra
de gran calado crítico, como crónica de acontecimientos,
como descripción de ruinas, desde actitudes que abarcan el
llamado Insilio, el Desacato, la Ironía, el Escepticismo,
la Abulia, la Burla, la Parodia, el Silencio, el Miedo, la
Paranoia.
Una isla dentro de un poeta
Gastón Baquero murió en el exilio luego de haber vivido
trentiocho año fuera de su país natal,
en España rehabilitó su espacio creativo, Memorial de
un testigo (1966) ejerció una clara influencia en
poetas como Francisco Brines y Pere Gimferrer. En los 90
empezó a tener contactos frecuentes con una generación de
jóvenes escritores cubanos que provenientes de Cuba
descubrían su obra y entraban en contacto con él. Su
poesía cumplía un itinerario aportador. Esta experiencia
universalista, sin embargo, no dejaba a un lado la Cuba de
sus sueños y realidades. A la pregunta "¿Ha logrado
escribir fuera de su casa?", que le hiciera el ensayista y
periodista cubano Carlos Espinosa, él respondía: "¡Pobre
de mí si no pudiera escribir fuera de mi casa! Yo salí de
mi casa en 1959, así que figúrate, no hubiera podido
escribir casi nada. Yo escribo en cualquier sitio porque
mi casa la llevo conmigo. Mi país yo lo llevo conmigo, en
mi castillo interior (...) Yo vivo y produzco dentro de mí
(...) Allí tengo mi Isla, mi familia, mi sol".
Esta decisión profundamente subjetiva, metafísica,
constituye, además, un homenaje a un poeta que valoró
mucho: R.M. Rilke ("síntesis entre poesía moderna y
reconquista del saber metafísico"):
(...)
Parece que estoy
solo,
diríase que soy una isla, un
sordomudo, un estéril.
Parece que estoy solo, viudo de
amor, errante,
pero llevo de la mano a un niño
misterioso,
que a veces crece de repente, y es
un soldado aherrojado,
o es un hombre mayor meditabundo,
un huésped del reino de los lúcidos
y se encoge luego, se recoge hasta
devolverse a la niñez,
con sus ojos denominables arcanos,
con su látigo inútil, con su estupor,
y este niño retráctil me acompaña,
y se llama Rainiero en ocasiones,
y en otras Presente, y el
Caballero Huérfano, y el Soldado
sin Dormir Posible,
y comulga con el comunicado mundo de ultratumba,
y conoce el lenguaje de los que abandonaron, condenados, el cuerpo,
y pelean a alma limpia por convencer a Dios de que se ha equivocado.