MODOS
DE USO DE LA POESÍA CONCRETA,
EL CASO TORQUATO NETO
Mario Cámara
Ultimos dias de Pauperia
es el título que Waly Salomão dio al libro póstumo de Torquato
Neto. El libro tuvo una primera edición en 1973, poco después
del suicidio de Torquato y dos reediciones posteriores. Pese a
ello hoy sólo es posible conseguirlo en algunas librerías de
libros usados y a un alto precio. Allí están reunidas las
crónicas que Torquato Neto publicó (que escribió, o en algunos
casos cedió a sus amigos) entre agosto de 1971 y marzo de 1972
en el diario carioca Última hora. En el inicio del
libro se reproduce una foto de Torquato Neto, la imagen lo
capta en movimiento, el cabello largo y negro, barba candado,
vestido con sobretodo negro y capote del mismo color. El color
de la ropa, la información, conocida por todos en ese momento,
de que se trataba de una imagen extraída del film Nosferatu
no Brasil, que había protagonizado bajo las órdenes de
Ivan Cardoso, su reciente suicidio, nos permite sostener que
estamos ante la construcción de la imagen del primer poeta
maldito de la década del setenta en Brasil (digo primero
porque habrá otros). Dando vuelta la página, el libro
reproduce el manuscrito de su poema "Cogito", de indudable
tono artaudiano, que parece anunciar su suicidio en las
últimas líneas: "eu sou como sou / vidente / e vivo
tranquilamente / todas as horas do fim". Imagen de
Nosferatu, imagen del trazo de su escritura. Un doble
registro indicial, y por lo tanto corporal, abre el libro.
En las páginas que siguen aparecen, con poemas o textos
evocativos o simplemente fotografiados en compañía de
Torquato, sus amigos, los que luego, cuando leamos sus
crónicas, veremos que aparecen escribiendo o siendo
mencionados. La aparición de estos homenajes póstumos se da en
este orden: Augusto de Campos, Haroldo de Campos, Waly
Salomão, Luciano Figueiredo, Oscar Ramos, Ivan Cardoso, Hélio
Oitica, Luiz Otávio Pimentel, Décio Pignatari, con un texto y
siendo entrevistado por Régis Bonvicino, otra vez Luiz Otávio
Pimentel, otra vez Hélio Oiticica. De este listado heterogéneo
me interesa destacar tres nombres: Augusto de Campos, Haroldo
de Campos y Décio Pignatari,
quienes habían conformado, entre mediados de los años
cincuenta y mediados de los años sesenta, el grupo de
vanguardia conocido como Poesía Concreta. Aquel grupo se había
destacado por su rigor formal en procura de la superación de
una poesía que, a partir de la eliminación del verso,
eliminase todo resto expresivo.
Y si bien los concretos ya se habían aproximado a los
integrantes del tropicalismo, especialmente a Caetano Veloso,
no dejaba de resultarme sorprendente su presencia en la
compilación de un letrista y cronista en proceso de
convertirse, como dijimos, en maldito. ¿Cómo se resolvía esa
presencia y qué significaba? Fueron algunas de las preguntas
iniciales que me hice. Me interesaba pensar cómo se había
vinculado Torquato Neto, y algunos de sus amigos que aparecían
en las crónicas, con los poetas concretos. ¿Qué buscó y qué
encontró en la historia literaria de aquel grupo? Pero
especialmente, ¿cómo fue capaz de anudar Torquato una retórica
neorromántica del artista atormentado y apasionado,
sintetizada en la imagen y en el poema de apertura y
desplegada en las crónicas, con el rigor técnico?
La última de las preguntas ya adelanta parte del desarrollo
posterior de este trabajo, pues no me pregunto si Torquato
pudo "anudar" el despliegue su retórica atormentada con la
historia de rigor formal de los concretos, sino de qué modo lo
hizo. Doy por sentado entonces que esa operación de lectura se
realizó y que las crónicas reunidas en Ultimos días de
Pauperia son el escenario privilegiado de ese anudamiento.
En ellas, Torquato Neto, con la ayuda de sus amigos, va a
producir una serie de desplazamientos sobre algunos conceptos
centrales para el programa poético de los concretos, uno de
ellos es el concepto de "invención", que comienza a ser
utilizado con más frecuencia a partir del 57
y sus derivados "inventores", "maestros" y "diluidores". Otro
concepto sobre el cual Torquato va operar un desplazamiento
proviene de la adopción de los protocolos de la cibernética
por parte de los Concretos y es el término "información".
Esos conceptos, más un modo particular de leer algunos poetas
recuperados por los concretos, Maiakovsky y Pedro Kilkerry,
van a ser reutilizados a través de un protocolo corporal en
función de nuevos antagonistas: la creciente represión social
de comienzos de los años setenta y el empobrecimiento cultural
resultado del exilio, la migración y la censura de numerosos
protagonistas culturales de los años sesenta.
El primer dato de esos nuevos usos es el título del conjunto
de las crónicas, a las que Torquato tituló Geleia geral,
reproduciendo el nombre de una de sus canciones, pero
también citando a Décio Pignatari, quien había utilizado el
término por primera vez en el 63, en una discusión con Casiano
Ricardo. Doble cita para abrir y enmarcar el conjunto de las
crónicas, referencia a una filiación concreta y a lo que se
cree un estado del país. Dentro de ese marco, la primer
crónica me parece fundacional de una de las líneas
argumentativas que atraviesa el resto de las crónicas y
funciona como la contraparte de los conceptos concretos. La
crónica lleva por título "Saludos cordiales" y se divide en
dos partes complementarias, cuyo objeto es un recital de
Caetano Veloso. La primera parte, en imperativo, construye un
interlocutor al que le ordena,
"Prendé la radio, poné discos, mirá el paisaje, sentí el
drama: vos podes llamar a eso como vos quieras. Hay muchos
nombres a disposición de quien quiera dar nombres al fuego, en
el medio del torbellino, entre las fisuras de la tristísima
ciudad, en los sonidos de un departamento apretado entre otros
departamentos".
Prender, poner, mirar, sentir y nombrar van a dar inicio a una
poética de la acción y de la performatividad que Torquato
opondrá a una actitud de espera "lo peor de todo es sólo
esperar", va a señalar unas líneas más adelante. La segunda
parte, tal como anticipé, se ocupa del recital de Caetano
Veloso. Aquel concierto tuvo una peculiaridad que funciona
como subtexto de la primera parte de la crónica y Torquato lo
presenta como un ejemplo a seguir por los lectores. Caetano
Veloso había sido obligado a exilarse en 1969 por la dictadura
militar que ocupaba el poder desde 1964. En agosto de 1971 fue
convocado por João Gilberto para ofrecer un concierto en la
televisión carioca. Caetano volvió, y bajo estricta vigilancia
militar, ofreció el recital y debió regresar al exilio.
El viaje y el show son para Torquato un ejemplo de lo que
denominé una poética de la acción,
".mientras vos curtís tu tiempo de espera, mientras esperas un
diluvio que apague el fuego, tu ídolo, nuestro ídolo, viene a
reafirmar tranquilamente, para todo Brasil, que estar vivo
significa estar intentando siempre, estar caminando entre las
dificultades, estar haciendo, y todo eso sin la menor
inocencia".
La poética de la acción significa entonces audacia artística
puesto que el artista debe intentar (crear) siempre. Ese
intento adquiere un inmediato contenido político. Lo enuncio
del siguiente modo, Caetano Veloso está en movimiento, es
decir está intentando crear algo nuevo pese a su exilio y ese
intento ya constituye una resistencia.
A ese enunciado primero, que exhala un indudable ethos
romántico, Torquato lo reitera pero también lo amplia en
sucesivas crónicas. Casi un mes después, el 14 de septiembre y
en relación al trabajo del poeta sostiene, "un poeta no se
hace con versos, ser poeta significa estar siempre en peligro
pero sin miedo, es destruir el lenguaje y explotar con él".
Está última definición formula por primera vez de manera
transparente lo que voy a denominar un desplazamiento entre
"palabra" y "cuerpo". La propuesta de destruir el lenguaje y
explotar con él contiene una doble reivindicación, de lo
experimental en su sentido formal y de lo experimental en un
sentido comportamental. Destruir el lenguaje va a significar
destruir el lenguaje estandarizado, de los poetas que no
"arriesgan" pero también el de los grandes medios, como el de
la crecientemente poderosa O Globo. Destruir el
lenguaje significa no permanecer del lado de los "diluidores".
Pero por otra parte, el poeta no debe temer destruirse con esa
destrucción, es decir no debe temer el riesgo estético de la
"invención" ni temer el riesgo existencial que significa
sostener esa invención. La foto que ilustra esa crónica es por
demás significativa para lo que estoy tratando de sostener, se
trata del cineasta Jean Luc Godard, cuya estética de ruptura
es reivindicada en esa y en otras crónicas. Godard encarnaría
esa doble valencia de hacer explotar el lenguaje y explotar
con él. Aunque Torquato no lo menciona explícitamente, es
pertinente recordar el final de una película anterior de
Godard, Pierrot le fou (1965), allí Jean Paul Belmondo
hace volar su cabeza rodeando su cuello con dinamita. Tres
años más tarde el brasileño Rogério Sganzerla recuperará ese
final y lo reiterará en su film O bandido da luz vermelha,
allí es Paulo Vilhaça quien se vuela la cabeza. Ese film
de Sganzerla comenzó la estética del cinema marginal,
con la que Torquato Neto se identificó de inmediato.
"Cuando la recito o cuando la escribo, una palabra -un mundo
contaminado - explota conmigo y enseguida fragmentos de ese
cuerpo, cortado en tiras de fuego y muerte se dispersan en
imprevisibles significados alrededor mío: información.
Información: hay palabras que están en los diccionarios y
otras que no están y otras que puedo inventar, invertir"
Mientras que en la anterior crónica Torquato definía la tarea
de la poesía como una "destrucción del lenguaje", en está
crónica de octubre del 71 sostiene la necesidad de destruir
para generar "información". La información consistía en
producción de novedad. La información, claro esta, era
producida por los inventores. La tarea del poeta para Torquato
es transformarse en un inventor y por lo tanto producir
información. Mallarmé, e.e.Cummings, Ezra Pound y James Joyce
constituían el paideuma de la invención para los
concretos. ¿A quién consideraba Torquato un inventor? Sin
dudas que a Godard, pero también Artaud, cuya imagen aparece
en la crónica del 2 de noviembre.
Podemos ver en la inclusión de Artaud uno de los
desplazamientos a los que me estoy intentando referir.
En el ensayo "Una aproximación a Artaud" Susan Sontag va a
señalar que en un registro romántico la literatura moderna
produjo una escritura que aparece como el "medio en que una
personalidad singular se expone a sí misma heroicamente".
Y este es el otro sentido que la categoría de "invención" va a
adoptar en las crónicas de Torquato. La invención es la
invención formal, tal como sostienen los concretos pero se
dota de un carácter heroico que consiste en sostener esa
invención frente a la adversidad. Pocos años antes, Hélio
Oiticica, amigo de Torquato y amigo de Haroldo de Campos,
plasmó en uno de sus Parangoles "Da adversidade vivemos".
El inventor tiene el poder de nombrar, de darles nombres al
fuego como reclama Torquato en su primera crónica, y no teme
exponer ese poder ni exponerse a causa de ese poder, tal como
lo había hecho Caetano Veloso durante su recital.
La crónica que contiene la imagen de Artaud, la del 16 y la
del 30 de noviembre adicionan nuevos significados a lo que
había llamado al comienzo una poética de la acción. La acción
se define como una ocupación del espacio, "El primer paso es
ocupar el espacio", y "Ocupar el espacio, en el límite de su
traducción, quiere decir tomar el lugar" (180) y enfrentarse
al miedo. No temer es también no temer a la dictadura en su
período más represivo.
Hacia fines del 71 las crónicas de Torquato comienzan a ceder
espacio a los poetas concretos, que aparecen a través de
referencias, aportando traducciones, fragmentos de artículos o
fragmentos de entrevistas concedidas a otros medios. Así, por
ejemplo, la crónica del 21 de diciembre informa sobre "um
livro novo de Décio Pignatari (Contracomunicação). El
27 y del 28 de diciembre aparecen traducciones de Li Tai Po y
del Dante realizadas por Augusto de Campos. El 10 de febrero
reproduce un fragmento del libro de Décio Pignatari
Contracomunicação. El 17 enero reproduce tres poemas de
Maiakóvski, traducidos por Haroldo de Campos y Augusto de
Campos. El 18 de febrero publica un fragmento de una
entrevista a Décio Pignatari. Un día después, Torquato
reproduce una crónica de Pedro Kilkerry, poeta simbolista
brasileño, recuperado por los poetas concretos en 1971, a
través de la edición de su Revisão do Kilkerry. En el
prólogo a aquel libro Augusto de Campos señalaba,
"Kilkerry não só compreendeu mais conscientemente que outros
simbolistas o papel desempenhado na criação pelo subconsciente
- mais tarde supervalorizado pelo Surrealismo - como soube
levar mais longe a liberdade de associação imagética. Por
outro lado, a capacidade de síntese, assim como a consciência
das limitações da sintaxe ordinária, são mais agudas em
Kilkerry do que em qualquer outro poeta do nosso Simbolismo".
Torquato
Neto menciona el "descubrimiento" de los Concretos pero en vez
de un poema elige publicar una de las crónicas que el poeta
publicaba en los diarios A Tarde, A Gazeta do Povo
y Jornal Moderno bajo el nombre de "Quotidianas Kodaks"
y lo define como "poeta maldito del simbolismo brasileiro".
Tanto la elección de la crónica como el subrayado de su
carácter de maldito permiten observar el desplazamiento que
Torquato opera sobre las lecturas de los Concretos. Es decir,
lee lo mismo que los Concretos pero lee diferente de los
Concretos. Se inscribe en un modo de revisar el pasado, y por
lo tanto admite los logros formales de Kilkerry, pero al mismo
tiempo hace equivaler aquello con el carácter maldito del
poeta. Lo mismo hace con Maiakóvski, publica su poesía pero
menciona su suicidio.
Su amigo Luiz Otávio Pimentel, cineasta y escritor, propondrá
en términos aún más claros estos desplazamientos. El cineasta
escribe en el espacio de Torquato el 9 de diciembre del 71. En
aquella crónica reflexiona sobre el evento realizado el 23 de
agosto de 1970, que congregó variadas disciplinas artísticas,
titulado Orgramurbana. Lo primero que va a sostener Pimentel
es "quien estaba inventó". Luego va a definir a Orgramurbana
como "el azar mallameano hecho situación en la ciudad". Está
última tal vez sea una de las definiciones más acabadas de ese
desplazamiento entre "cuerpo" y "palabra". Pimentel desplaza
el azar mallarmeano de la página en blanco al espacio urbano.
Ese desplazamiento contiene al menos tres elementos: se
implica allí el movimiento en el espacio urbano, la ocupación
de un espacio a partir, no del azar del recorrido (flaneur)
sino del azar del encuentro y por último se referencian esos
desplazamientos a un autor que formaba parte del paideuma
concreto. Ese azar urbano y corporal, es el cuerpo quien
está implicado en el movimiento, se dota de nuevas
significaciones, evita premisas iniciales y se abre a la
emergencia de significaciones. Traducido a las categorías
concretas, evita la dilución y genera invención.
El azar corporizado deviene inmediatamente resistencia, al
clima cultural, a la dictadura, pero de un modo tal que no
persigue enunciar un compromiso ni construir una alegoría
identificable, sino articular un "acontecimiento". Inventar es
precisamente eso, producir un acontecimiento que pasará por el
cuerpo y que será defendido con el cuerpo.
En ese doble gesto, hacer pasar por el cuerpo un
acontecimiento y defender con el cuerpo ese pasaje se escribe
la historia de un cuerpo glorioso y de un cuerpo sacrificial
al mismo tiempo. Y en relación a ese doble cuerpo, y para
concluir, quiero mencionar el poema de Augusto de Campos "Como
é, Torquato", que es el texto que abre la serie de homenajes
póstumos. Destaco especialmente su inicio, que convalida y
legaliza la lectura que los "jóvenes" realizan de los
concretos.
El
poema comienza así "você também se foi / "desafinando o coro
dos contentes do seu tempo".
Quiero destacar ese segundo verso que en realidad pertenece a
una letra de Torquato Neto "Let's Play That", quien a su vez
recupera y se inspira en un poema de Carlos Drummond de
Andrade llamado "Poema de sete faces". Tanto la letra de la
canción de Torquato Neto como el poema de Drummond cuentan la
historia de un destino, transmitido por un ángel tuerto o
loco, de ser diferente en la vida. Ese verso, que Augusto de
Campos recupera para despedir a Torquato, escenifica no sólo
una misión heroica, desplegada en sus crónicas y rubricada con
su suicidio (el suicidado por la sociedad, diría Artaud) sino
que contiene, en su "desafinar" un eco de los logros formales
que en música obtuvo João Gilberto cuando compuso "Desafinado"
y que los concretos, especialmente Augusto de Campos,
reivindicaron. En esa vibración, o sea entre el logro formal
del Desafinado y la misión de desafinar, legalizada por el
cuerpo muerto de Torquato Neto, se cifra la eficacia de un
modo de apropiación, el de los logros formales de la
vanguardia concreta, y un modo de resistir a la opresión
cultural y política de los primeros años de la década del
setenta.
Las crónicas, como he tratado de demostrar, funcionan como un
escenario privilegiado que permite observar un uso de los
Concretos y nos permite asomarnos a un debate que las excede.
Dicho debate, en el que puedo incluir a Paulo Leminski, a
Glauco Mattoso, a Waly Salomão, a Ana Cristina Cesar y a Pedro
Sussekind, entre otros, puede definirse en una pregunta, ¿de
qué modo se debía actualizar el imaginario de las vanguardias?
Una pregunta que encierra otra pregunta, ¿es posible
actualizar el legado de las vanguardias en un contexto de
represión cultural y política? Sin duda que uno de los modos
en que se intentó esa reactualización fue a través de la
producción de una específica retórica corporal. Ese cuerpo
intentó la doble tarea de preservar y modificar el imaginario
vanguardista. Apropiarse de los logros formales de los
Concretos significaba confrontar con un provincianismo
creciente desde fines de los sesenta, mientras que producir un
cuerpo, con sus humores, sus flujos o sus recorridos, quebraba
los riesgos de un exceso de formalismo, exceso que había sido
imputado a los Concretos. Al menos durante un tiempo, con sus
muertos ilustres, el cuerpo fue una zona de clivaje que
garantizaba que toda invención pudiera ser pensada como
inmediatamente política.
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