ZUNÁI - Revista de poesia & debates

 

 

LA TRASPARENZA DELLE IMMAGINI: AVERROÈ E L’AVERROISMO,
DE EMANUELE COCCIA

 

Román Antopolsky

 

I. Atributiva

 

De los usos del dativo uno hay que de prepo atrae la atención a la escición que en el caso oblicuo lleva el nombre sustantivo a atarse y desatarse del nexo preposicional. El griego φμν (eph’ hēmîn), compuesto de la preposición π (epì) y el pronombre μν (hēmîn), guarda un sitio particular en la sucesión de textos que paulatinamente fuera centrando su sentido y traducción. π denota un impulso más o menos ‘sobre’, ‘en’ aquello que nota, pero y sobre todo (aunque oído algo menor) cierto retaceo respecto de la unicidad en que ese ‘en’ recae, retrasado y dividido: ‘desde’ que lo notó, en el sentido de impartido de él. Como un epinicio que es cantado sobre la victoria aunque, de algún modo, es desde (y en) ella que inicia el himno a la νίκη. μν es la forma dativa del pronombre personal plural de primera persona, nosotros (gr. μες, hēmeîs). Así, φμν es ‘en nosotros’, pero en tanto haya en este en una departición, tanto como la marca de que es desde nosotros que aquello que siendo en ‘inicia’. Aunque ‘inicio’ sea quizá mucho decir de la escueta conjunción de preposición y pronombre, y sin embargo el uso al que decisivamente fuera siendo expuesto nos termina por conducir al ámbito en que la voluntad acaece y, sobre todo, sobreviene. Sus versiones al latín como in nobis, in nostra potestate nos muestran el rumbo hecho muy preciso desde que arrastrábamos aquellos episodios que llamamos Aristótles en Ethica Nicomachea, yendo directamente a Epícteto, el De fato de Alejandro de Afrodisia, Nemesio de Emesa, San Juan Damasceno. Lo que está ‘en nuestro poder’, lo que ‘depende de nosotros’, lo que es ‘a partir de nosotros’, etc. está, segun nosotros (hēmeîs) hemos venido teniendo en heredad, expresado en el libre albedrío, el libero arbitrio. Contando en éste el quién de la deliberación, cuya última instancia no es precisamente arbitraria sino incipientemente el nudo de sus tribulaciones. Este dominio de la voluntad ha dejado algo muy en claro: el requerimiento cada vez más tenaz de contar con una región del ente que pudiera considerarse en nuestro poder identifica un tal ámbito en aquel dominio que el hombre cree le es exclusivo: la praxis. En el acto se lleva a cabo la soberanía, cuya marca de potestad el hombre retiene toda vez que se sabe su poseedor. El saber en ese pensamiento hará posible la soberanía del sujeto y “el propio ejercicio del pensamiento coincidirá con el ejercicio activo de esta soberanía”. Devendrá inherencia en un sujeto; deviene, aparte de la potestad sobre lo que es otro de sí, sujeto cuya soberanía se dirige a sí misma, “poderse a sí mismo y al propio poder”; actualiza la potencia de su pensamiento siendo soberano de ella. “[P]ensar significa hacer experiencia de la propia soberanía de sí mismo, experiencia de una potencia que se articula como un sí mismo y se reconoce causa de sí misma”. Y, concomitantemente, “[p]ensar significa siempre actuar en el pensamiento, es decir, hacer experiencia en el pensamiento de la propia soberanía.” Estamos ahora en pleno uso de nuestras facultades. “El pensamiento designa la actualidad de un sujeto que es soberano sobre las propias representaciones en virtud de un saber sobre estas del cual es partícipe.” “Los pensamientos mismos, las ideas, devienen acciones (praxeis), en la medida en que estos no son sino movimientos remitidos a un sujeto soberano que los produce y los genera en el medio de un saber sobre ellos.”  Ahora, “la posibilidad misma de una ley, de una esfera de obediencia y de posible soberanía depende de la posibilidad de concebir la atribución del pensamiento a un sujeto soberano, o sea, de poder inscribir su génesis en un saber sobre el pensamiento mismo: un espacio de soberanía es reconocible sólo porque conoce una génesis consciente en el pensamiento.” Principio y origen en aquél que es quien actúa, en “esa esfera de eventos en los que el hombre es la causa”, “donde el origen de un evento coincide con un saber, tiene lugar la ley”.

 

 

Ползет ко мне плетень./ Нет!

Khlebnicov, Otoñal (Осенняя)

Se arrastra hacia mí el mimbre./ ¡Atrás!

 

Habré invitado sido de la tierra asiduamente

Su cede que quede ahí: su imagen genitiva

y su ijar en el libro, junto al vilo en su

полутора citando una serie de sílabas

ahora sesqui-dichas. Una vez y medio,

el mimbre anticipa entrar-y-salir.

No remembra.

Un ras individual y la materia indivisa, y sobre

todo el genital por presentar: por presentarse,

me epístola. No me busquen en

el intermedio, no me prendan los ojos para

buscarme todo el tiempo en un sin-fín.

Hacia la puerta cuya sombra ya da atrás del vano.

 

 

II. Ubicua

 

Leí que estatuida la ley es tan privada como pública la fe. Ésta, en un ámbito de clerecía al que el más regular y súbdito de los habitantes pertenece no es la devoción impalpable de un individuo a la omnisciencia del creador sino la concretísima figura en que ya todo, en efecto, queda suspendido (supeditado, y también φεκτικός ephektikós– donde para el clásico el juicio pueda quedar en suspenso), incluidas las prebendas. Figura (σχμα, skhêma) era una clase de magnitud (μγεθος γρ τι τ σχμα, De anima 425a17), y ésta movimiento, en última instancia hecho el hecho ‘palpable’.

 

[Skhêma fue figura afigurada: σχημτιστα κε κα πρτα σχματα (primera allí afigurada figura; Plotino, Enéadavi.6.17).]

 

“[L]a ley se caracteriza en primer lugar por ser un dispositivo gnoseológico: define un saber (la revelación) y la forma de la relación del sujeto viviente con lo verdadero y con los saberes. Sólo en la medida en que se introduce en el pensar y en el conocer y los regula, la ley toma posesión y domina los cuerpos. Esto es lo que la teología contemplaba en la noción de fides. La ley y el derecho presuponen la fe como un dispositivo que hace posible la obediencia y hace actual y real la dominación. Por otra parte, la obediencia que se expresa en la fides no se refiere tanto, o no en primer lugar, a una serie ordenada de acciones a cumplir (como ocurre en otros ordenes políticos), sino a una forma que el conocimiento debe poder asumir; no mide ni regula la relación del sujeto con la acción, sus movimientos, su vida práctica, sino sobre todo la relación del sujeto (que actúa en el pensamiento) con ciertos saberes, con ciertos conocimientos. Son los saberes, las creencias, las opiniones las que constituyen el medio de su posible perfección. Precisamente, la fe expresa una economía de los saberes por la cual el saber mismo debe ser articulado en los términos de una praxis.”

 

Que una doctrina del intelecto difiera respecto de la naturaleza misma de este pensamiento llevaría, cómo no, conmoción allí mismo donde queda articulada “una forma de pensamiento y su ejercicio regulado”: traería la “ruina de los principios de toda moral y la capitulación de cualquier forma de convivencia civil”. Otrosí, “[l]a política, entendida como disciplina y práctica que define las reglas de la convivencia ordenada de una multitudo, no es sino una noesis; concebir de otro modo la naturaleza del pensamiento significará concebir de otro modo la conversatio civilis, el modo en que la multitud de los pensantes se constituye y se refiere a sí y a la propia posibilidad.” En el Contra averroístas (De unitate intellectus contra Averroistas) Tomás lo dirá con tal precisión:

 

“Según la posición de éste [Averroes], los principios de la filosofía natural son destruidos: se sustrae en efecto lo que está en nuestro poder [quod est in nobis]. Algo está en nuestro poder sólo a través de la voluntad: por eso lo que es voluntario se dice que está en nuestro poder. Ahora, la voluntad está en el intelecto [...].” (iii, 81)

 

 

Los 4 brazos del cógito habían confundido

las líneas del catastro. El incidente

pasó

 

al simulacro desde un punto sombrío:

imaginen la enésima expresión

 

de la cosa del mundo. Con

todas las ilusiones y prestigios

 

de los órganos en el limbo

de los miembros, nadando estilo crawl,

 

asió el arete que pendía

de la garganta con

 

el valor del vuelo de mi

mano tomando fuerzas.

 

 

III. Imaginal

 

“Si, por lo tanto, el intelecto no es algo de este hombre ni es verdaderamente uno con él, sino que se une sólo a través de los fantasmas o como un motor, la voluntad no estaría en este hombre sino en el intelecto separado. Y así el hombre no será dueño de sus actos, ni ninguno de sus actos sería loable o vituperable: ello significa sin embargo arrancar los principios de la filosofía moral.” (iii, 82)

 

Averroes escribió que lo inteligible (el pensamiento) existe de forma separada (como intelecto) y con independencia de la existencia de los cuerpos. Dicho de forma más radical, el pensamiento no inhiere en un sujeto (no le es atribuible), ni el hombre es sujeto (subiectum) del pensamiento. El carácter esencial (y único) del pensamiento es el de su absoluta potencialidad. A diferencia de como la potencia era concebida con relación a un objeto real, en donde ésta se compone con una forma (acto) para así darle origen –esto es, su materia–, en relación al intelecto la potencia ya no será concebida como subyacente a un acto, sino que será la potencia (de todos los pensamientos) en su forma más pura, y en este sentido, la pura capacidad de ser afectado. Queda el intelecto, bajo esta antonomasia relativa a su capacidad de ser afectado –de esta pura pasión–, el lugar de la unicidad e impersonalidad de la posibilidad de todo pensamiento de ser pensado. Este intelecto (que se conocerá como intelecto material) es, entonces, una mente no personal sino separada y distante del individuo, y actual sólo en tanto potencia de pensar y de devenir esta o aquella forma de pensamiento. En tanto potencia, le es por completo ausente la forma, es pura capacidad de ser afectado. En acto, recibe las formas por las cuales devendrá este o aquel pensamiento pero sin jamás transformarse.

 

Esta cualidad de ser pura afecciόn, pura recepciόn (pasiόn), aquello que es sόlo y absolutamente en potencia (capacidad de devenir un esto o un aquello) está íntimamente labrada junto a una nociόn de medio venida de antiguo. Si pensar no será detentar un saber sino relacionarse con algo posible –una potencia–, en el medio esto “saltará a la vista” en su intrínseca posibilidad. Al igual que la transparencia del medio en que los objetos sensibles ocurren (lo diáfano como doctrina del medio en Aristόteles y el medioevo), un medio no es aquello que se ve, sino aquello por lo cual y en lo cual una forma puede ser vista, es decir, el lugar en el que cada cosa no consta sino de esta potencia. El pensamiento (el intelecto material) es este medio en donde el conocimiento y el pensamiento actual son pura posibilidad, pudiendo devenir cualquiera de las formas que lo afecten (como el espejo –símil carísimo a lo largo de la edad media–, el cual aloja la totalidad de aquello que pueda ser reflejado sin él transformarse ni adquirir volumen o cuerpo, sino siendo pura recepciόn). Ahora, en un medio –aquí, en el intelecto material, en el pensamiento– una forma en tanto un esto o un aquello singulares, individuos concretos, no tiene lugar; en él toda forma se despoja de las determinaciones que la existencia le confiere para reducirse a pura cognoscibilidad de sí misma. Mientras que en la materia (un objeto real) la actualizaciόn de una potencia conlleva inevitablemente la individuaciόn (este papel, aquella mesa), en el pensamiento la individuaciόn no llega a realizarse, lo que ocurre queda sin determinaciόn (una no-esta, no-una cosa, podríamos decir). El pensamiento es entonces único (uno) siempre y cuando posibilidad, posibilidad de cualquier idea y de cualquier conocimiento, y su determinaciόn en este o aquel pensamiento no comporta singularidad. La materia acoge las cosas bajo el sello de la diferencia y de la individualidad, mientras que la potencia del pensamiento (el intelecto material) acoge las formas (dando lugar a la determinaciόn, el acto) en tanto universales. Ahora, el intelecto material, por ende, capaz de recibir todas las formas materiales, por necesidad debe ser separado y distinto de ellas, caso contrario su potencialidad no sería absoluta, es decir, no sería la potencia de todos los pensamientos, además de estar sujeto al cambio propio de la materia, en la cual sería pasible de ser transformado, vale decir bajo la forma de una materia singular, en lugar de devenir todos los pensamientos posibles. Él deviene todas las formas pero en tanto no-éstas, no se transforma sino que las recibe (en el mismo modo que el símil especular nos muestra cόmo ocurre la reflexiόn).

 

Esta potencia de todos los pensamientos, el intelecto, no es una mera “aptitud” de devenir (recibir) tal o cual forma, sino que de hecho es actualmente algo. Un algo que no tiene forma alguna y es capaz de sostenerse en existencia en estado de pura potencia. Ahora, el intelecto material se determina, recibe una forma, a través del fantasma (el concepto, la imagen). Las imágenes ofrecen objetos al pensamiento y permiten a la potencia indeterminada del pensamiento realizarse, es lo que actualiza al pensamiento. Sin la imaginaciόn, la razόn humana sería una potencia inefectuada a incapaz de emplearse. En el pensamiento no se reduce lo múltiple a lo uno, sino que coexisten coligados y compuestos lo universal y lo singular a través del fantasma. Una imagen será esa forma en la que la absoluta particularidad de una cosa individual se lleva al umbral de la universalidad y deviene pensable (existe independientemente del ser aquí y ahora) y lo universal (lo que está separado e indiferente al aquí y al ahora) adquiere una determinaciόn, deviene un esto. Así como el intelecto único deviene pensamiento de alguien en el mismo instante y según el mismo sentido por los que este deviene pensamiento de algo. El fantasma signa para el intelecto la coincidencia de la posibilidad de referirse a un objeto pensado y a un sujeto pensante. Ambas dimensiones, que definen la singularidad del pensamiento, tienen una consistencia fanstasmática. Es en el fantasma donde el pensamiento se determina con respecto a una forma. En él, el alguien y el algo (el quién y el qué) adquieren realidad sόlo cuando la potencia absoluta del intelecto se relaciona con una imagen. A la inversa, el fantasma es aquello a través de lo cual todo hombre confiere una existencia real y personal al pensamiento.

 

 

Al agua pathos

 

Poblado de animales sin ton ni

son descubría (al inferirlo) un buey

en la horda improvisando

una pollera con muletas de toreo–

sin

desconocer el factor sorpresa: de facto. La

tal mula, instalada como coordenadas, de

plano cae. Un ruido se oyó.

Al estrépito del conjunto, como un

“tórax de la noche”, una quietud continúa

por horas. Ninguna novedad; la

inminencia disminuye hasta

hacerse ayer.

Es bajo este aspecto que el mito priva más

datos estriñendo consecuencias en general.

 

Una continua actividad de imbricar se propaga.

El lazo en la huella digital se

desenvuelve y

toma otra trayectoria,

ahora inhóspita

inmediatamente

fue

arrollado

pasándose de listo.

 

Es bajo; este aspecto que el mito

actúa anónimamente en la epidermis.

Sin extrañarnos oíamos

una mosca golpeaba la puerta para entrar.

 

 

[La potencia no es atributo de lo que es, sino el modo de ser de lo que no es y que llega apenas a poder ser; ella mide su relaciόn con las formas, las cosas y el ser no en los términos de interioridad y de inclusiόn sino en los de la exterioridad. Por ello las formas, las cosas y el ser existen con respecto a una potencia sόlo en tanto afecto. Poder significa encontrarse en relaciόn de inferioridad con todo lo que es: se puede sόlo lo que no se es, y se es capaz sόlo de lo que no nos pertenece.](p. 205).

 

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Román Antopolsky (Buenos Aires, 1976). Estudou Filosofia (UBA) e Belas-Artes (IUNA) em sua cidade natal. Publicou os livros de poesia Ádelon (Buenos Aires, 2003) e Cythna en red (Santiago de Chile, 2008), e um terceiro livro, Amor Islam, está para sair. Colabora assiduamente em revistas literárias latino-americanas, cumprindo uma ampla tarefa de tradução de poesia e ensaios para o espanhol (do alemão, russo, português, inglês, romeno), além de realizar trabalhos gráficos em óleo e tinta em forma de colaboração com publicações de poesia no México (Universidad Autónoma de Nuevo León, Aldus) e Brasil (Lumme Editor). Foi convidado para o International Writing Program da Universidad de Iowa (2006) e como leitor no festival anual de City of Asylum/Pittsburgh (2008). Sua obra pictórica foi exposta em mostras em Buenos Aires, Washington DC e Pittsburgh.

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