ZUNÁI - Revista de poesia & debates

 

 

UM FRAGMENTO DE CATATAU

 


Tradução para o español: Román Antopolsky

ergo sum, y a más, Ego sum Renatus Cartesius, acá perdido, aquí presente, en este laberinto de engaños deleitables veo el mar, veo la bahía y veo las naves. Veo más. Van ya III años me alejé de Europa y la gente civil, allí morituro. Eso de “barbarus — non intellegor ulli” de los ejercicios de exilio de Ovidio está conmigo. Desde el parque del príncipe, con lentes de telescopio, CONTEMPLO PARA APRECIAR EL MUELLE, EL MAR, LAS NUBES, LOS ENIGMAS Y LOS PRODIGIOS DE BRASILIA. Desde mis años verdes que por regla general medito horizontal por la mañana temprano, sólo viendo la luz ya al sol del mediodía. Estar, ocupación de dioses, en la actual circunstancia, presencia en el estanque de esa Vrijburg, [1] gasa de mapas, tabla rasa de humores, huerto y zoo, hueco de fieras y casa de flores. Plantas sarcófagas y carnívoras se confunden, un lugar al sol y un tiempo en la sombra. Se agitan, destella el agua gota a gota, supuran efímeros los enjambres. Los cocos acaban en copas, las mamas se amplían: MAMONES. El vapor humedece lo rancio, ahoga el moho, asfixia y fermenta fragmentos de fragancias. Huelo a un palmo ante la nariz, a mí, inmenso e inmerso, bueno. Bestias, fieras entre flores fiestas circulan en jaula triple — las peores, en doble las mayores; en cestos las menores, a su suerte las mejores. Engendra animales anormales el equinoccio, un despeje al eje de la tierra, desvío de las líneas de hecho. Poco más que el nombre les signó el toupinambaoults [2] , apenas suspendidos en el nudo que nombra en él. Por lejos, tres puntos… En foco, Tatú, esferas rodando de otras eras escrutan mundos y fondos. Salen de la madre con setenta y un dientes, de los cuales diez caen ahí mismo, veinticinco al primer bocado de tierra, veinte se lleva el viento, catorce el agua y uno desaparece en un accidente. Uno, en la algarabía general, por nombre Oso hormiguero, desparrama lengua en el polvo de incierto insecto, se pone de pie, estrábico de tan próximo, cara a cara, allí, ahí, esdrújula en acumulada labor y se deshace eclipsado por hormigas. Por o en la rama, voz metálica longisonans, la araponga se lanza contra el hierro frío, benteveo en el me quiere no me quiere. A dos disparos de piedra de aquí, vuelta y media, dos giros; media vuelta, vultos cada dos por tres. De cuándo en cuándo va y viene; de vez en cuando, ven lo que tiene. Ante el segundo elemento la manada anda y desanda, papando y bebiendo, mamando y babeando. Después de la laguna, llenan la laguna anterior. Un antílope, lo vi nunca tan gordo. Nubes que el zorrino hiede empalidecen la nariz de las pacas. Un carpincho, el estómago a salir por las órbitas, o porque hartas dan al suelo eructando praderas o, como lo sano saben sino comer, lanzan el garguero arriba, descubriendo la dentadura, corocillos de estar sin hambre. Ensy, juan llamado bobo no murmura ni muge, no huye del tiro, brillo ni barullo —jacamar, brachyptera, insectívora, taciturna, non scansoria, stupida—, a jugar en serio al azar. Los monos peinándose se espejan en el baño de las pirañas, cara cuasi rostro en el casicasi de las aguas: agujas hacen buena boca, echan un mal de ojo anuládoles la estampa, simios para siempre. En la aguada la masa corporal reptilar entreteje lagartos y langostas. Monstruos de la natura trastornada en estos aires, a ras de superficie, boquiabierta, en aras de sí, cabisbaja, un mismo ningún afán. Arranca una pestaña al sol una lampalagua que sólo es mariposas. Un tucán tras un caño, máscara sefardí, arcanos en el tuétano. Una lampalagua en el lugar del crimen, las espirales sueltan amarras englobando cabras, ovejas, bueyes. Cornamentas de la boca para afuera —esfinges bucéfalas entre comillas— descomponen contenido a medida que avanzan por los manglares: escupen cuernos el doble. Exorbitantes, duran cuentos de siglos, establece Marcgravf, en calidad de profeta. Vegetan eternidades. ¿Creas? ¿Mudas? ¿Se cruzan y descruzan entre sí? No, ese pensamiento no, — es sístole de climas y síntoma del calor en mi cabeza. Pienso pero no compensa: la sibila me pellizca, la pitonisa me hipnotiza, me obellizco, esa pitón medusa y visa, yo me paro, viro a palopalo, piedrapiedra. Dédalos de espejo de Elíseo, torre babéu, hortus urbis diaboli, furores de Thule, delicias de Menrod, un corral del pasmo; cada bicho acalla y acoge movimientos y paramentos. Bichos llenando todo de bichos, ¿qué pasa conmigo? Abrir mi corazón a Artyczewski. [3] Vendrá Artyczewski. Nuestras mañanas de charla me faltan. Un papagayo se pega a mi pensamiento, agobia palabras en polaco, imitando a Articzewski (¡Cartepanie! ¡Cartepanie!). Bestias generadas en el más ardiente fuego del día… Comer esos animales ha de perturbar singularmente las cosas del pensar. Recorro los días entre esas bestias extrañas, mis sueños se pueblan de fauna y flora extrañas: el estrépito de las cosas, el estallido de los bichos, el estar interesante: la flora fulgura y la fauna florece… Singulares excesos… In primis cogitationibus circa generationem animalium, de his omnibus non cogitavi. A boca de espera Articzewski se demora como si pariese, poseído por esta hierba que me administró, —riamba, pemba, gingongó, chibaba, jererê, monofa, charula, o pango—, fumata de toupinambaoults, gês y negros Minas, según Marcgravf. Aspirar estos humos de hierbas, llenar el pecho de los hálitos de esta mata, esencia, la cabeza quieta, oficio de ofidio. De un salto crece el sol en el árbol vhebehasu, que puede ser enviroçu, embiraçu, imbiroçu, aberaçu, aberraçu, inversu, inveraçu, inverossy conforme incertezas del habla en estos pagos donde pútridas las palabras van perdiendo su son, cayendo en añicos por las bocas de los bugres, habla que fermenta. Acarrean cargas en los labios, piedras, palos, plumas, mayor aun de no poder hablar: portan bichos vivos en la boca. Ojo, pienso en ese bicho, el bicho me pisa en la cabeza, el vientre sopesa la carne, carcomido. El movimiento de los animales es augusto y lento, todos mirándose de jaula en jaula y a mí. El silencio eterno de estos seres tuertos y locos me infunde pavor. El árbol vhebehasu desbraza hacia la luz de sus enfermedades venéreas la carne esponjosa, descascando verrugas en la piedra pómez; inspirando halos de polen unas espirales elásticas desagrupan las membranas, chorreando moco, el pus al gusto de las sanguijuelas, pulverizando el fuelle de los panales en ojivas y meandros, fuente de donde lianas pasan la saliva que abastece el mercado de los comejenes; la lepra mucosa de los parásitos contagia el humus con el entusiasmo de los esputos por el pacto de vida y muerte entre el reino de Ajos con el imperio de los Borrajos; en los maltrazados un fénix se calienta la concavidad de las garras ante un fuego fatuo; por ella un basilisco pone la pata incombustible en el fuego, la maneja y manduca, suscitando manifestaciones de desagrado por parte de un arcoiris concedido en pompas y copos de polvo —las hojas, orejas, aplauden los brotes— ojosclítoris, cuyo picor dio ahí una miel muy buscada por sus virtudes aún insuficientemente esclarecidas; un látex se responsabiliza por la animación hidráulica de los poros pero forados de las hormigas; a partir de los gajos, tufos subsidiarios frutos tumores nidos de avispas, donde toupinambaolts en fiebre vienen a cazar guacamayos. Comió a los cuatro comisionados en traerla del infinito bravío. De la boca a la sopa las aguas suben. Suben. SUBEN. Farras, la boca abierta por dentro del suelo, bebiendo ríos y la sustancia de las piedras, narina marina, veo ballenas: el mar de Atlas me limita por las tribus cetáceas y el lado poniente por los desiertos de oro, donde sopla el viento oriundo del reino de los incas. Allí en la playa, vomitan ámbar. Veo cosas: ¿cosa veo? Plantas comen carne. Bestial memez de esas bestias llenas de bosta, víctimas de las formas en que se manifiestan, tal como entreví tal cosa dentro mismo de las entrañas de bichos de medios con más recursos. Y los aparejos ópticos, ¿aparatos para mis disparates? Este mundo está hecho de una sustancia que brilla en las bellezas extremas de la materia. En el realce de un ver que alcance el reojo, sito en el centro de un círculo, una audición diminuta describe una décima de la fase de un punto de vista definitivo. Vigilando, nos evidenciaremos. Al mediar el trayecto el circuito asume un nuevo ciclo subsumiéndose con estos ojos que la tierra quiere comer, mas, con los míos, antes que los coma, veo la tierra: nuevo artificio dun occhiale cavato dalle più recondite speculazioni di prospettiva dijo Galileo se mueve inaugurando la santidad de la contemplación cristal donde cada cosa viene a realizar su ser. Contiene lo próximo y lo conserva lejos, el verrekyker. [4] Pongo más lentes en la luneta, saco algunas: regulo, aumento la mancha, disminuyo, reduzco la marcha, mejoro la marca. El ojo acrece lentes sobre las cosas, no preparado el mundo para esa aparición del ojo, donde pasea no crece más luz, donde hace desierto llaman paz. Un nombre escrito en el cielo — aíslo, transijo, una alarma en la espesura, multiplico explicaciones complicando lo implícito. Traigo el mundo más cerca de o mando desaparecerlo más alla de mi pensamiento: árboles, siete, un ahorcado, ¡una vela ardiente en pleno día! Escojo recónditos huecos eligiendo firmamentos, distribuyo ojeadas de variado calibre a distancia de diverso calado. Parto espacios entre aumentar y apartar, en cuyos límites cae, como una manopla, mi vértigo. El pensamiento desmantela la Extension discontinua. Excentricidad focal, una curva en tantas rupturas que la suma de las distancias de cada uno de sus puntos con innumerables diámetros fijos en el trayecto de la caída guarda una constante desigualdad con una longitud cualquiera. Imprimiendo ulteridad al análisis, un mirar con ojos sin pensamiento dentro, ojos vidriados, pupilas dilatadas, hunde en el vidrio, se sume en esa agua, piedra rodeada por ruedas: el mundo aumentando — el ojo crece. El ojo colmado sube en el aire, globo de agua reventando, Narciso contempla un narciso, en el ojo mismo de agua. Perdido en sí, sólo hacia ahí se dirige. Reflexiona y fija la vastedad, vidrio de pie ante un vidrio, espejo delante de espejo, nada hacia nada, ninguno viéndose en vacío. Pensamiento es espejo ante el desierto de vidrio de la Extensión. Esta lente me veda al ver, vela por mí, me desvela, me venda, me revela. Ver es una fábula, — es por no ver que estoy viendo. Ahora estoy viendo dónde fui a parar. Veo lejos. El pensamiento me dio un susto, nudo gordiano en la cabeza, ¡qué hambre! Una paraba se autoriza a todos los escándalos sin ser Artiszewski. Estoy acostado bajo el gajo donde el oso perezoso está. He aquí la presencia de un ilustre representante de la fauna local, cuyo talento en no hacer nada llega a ser proverbial e ilumina la áurea mediocridad vigente. Precisa una eternidad en andar diez palmos, esta bestia, inmune al espacio, vive en el tiempo. Este mundo no se justifica, ¿qué preguntas preguntar? Debo darme al ocio. Esta bruta bestia, templando la cuerda al contrario de las agujas de un reloj, para nunca encauzarse, se detuvo incógnita en la recta. Ahí en el gajo. Versar con la gente es dividir el todo que somos en partes, a efectos de análisis, a que seamos comprendidos, menester acordar a Articsewski de la desgracia de la pereza que se abatió sobre mí. El humo encima no la disuade ni tan poco de sus propósitos ausentistas. Este mundo es el lugar del desvarío, la justa razón aquí delira. ¡Pinta tanto bicho cuanto angel hay en punta de una aguja bizantina, la insistencia irritante de esos sistemitas tensos por obstaculizar una Idea! Nunca acaba de asombrarse bastante, un nuevo pánico pone fuera de acción al pensamiento. Los bichos se hacen reverencia, los camaleones al salam alaikum se tornan salomones de doctos cromatismos, afinidades infinitas afinan y desafinan especies. Hormigas de la noche pican un árbol con bandas de papagayos y todo, terminando de dormir para estirar el esqueleto. Este calor acalla el silencio donde el pensamiento no entra, ingresa y se integra a la masa. Susurros clandestinos avisan de la proximidad de peregrinos. El señor va así toda la vida y termina la vida por ahí. Mucho me admira pero admitir poco, cada localidad se ponga en su lugar. ¡No, ese pensamiento recuso, refuto y repelo! Constato se incrementan en mí, contra el aquí presente en favor de esa bicoca. ¿Sabés de qué estás hablando? ¿No? ¡Curioso proceder! Nada aquí donde apoyes el pensar, no es la casa de la suegra esa falta de estatuas en las tumbas, Sarcófagos en los palacios, epitafios en los obeliscos, triunfos en los arcos, estirpes en los nombres. Quedo hecho un sísifo, dejando insatisfechas las vueltas automáticas de las hipótesis. Coordenadas en orden, la propia, ceda a la propia suerte. La línea es el punto menor entre dos caminos: al bueno, media, al más o menos, una. Este pensar permanente prosigue pesando en el momento presente. Artiksewski me sacará por el corazón a tiempo de la vía de mis dudas. Uñas y lentes de un mecanismo de pajaritos operan desde milagros hasta metamorfosis. Omito. Cometas de la China estiman los elementos de las intemperies. Un día, la selva se desmorona encima de Mauritstadt [5] y la hunde en limo y en calor. Andá encima. Le doy un golpe en el talón, pero como no contra Aquiles, a que sufra como los burros herrados dando culetazos a las cerraduras como si fuesen cascabeles descansando el codo, ahí consagró el resto. No, ese pensamiento no, aún creo en alguna cosilla. Claro que ya no creo en lo que pienso, el ojo que emite una lágrima hace su nido en los tobillos de los cocodrilos a orillas del Nilo. Dudo si existo, ¿quién soy yo si este oso hormiguero existe? De la verdad no sale un oso hormiguero, verdad atrás, quiero decir: no se piensa, ¡ver lentes suple el insumo del pensar! Se puede escuchar el cúmulo de las excelencias a que ellos hablen en un bígaro contigo, bajito, que las escalas van a escocer tu última octava, de tal forma que al decir tu nombre, silencio lo hace. La cabeza perforan de caries. Uno, un coco roído por hormigas. En estos climas donde el bicho come los libros y el aire de mamones carcome los pensamientos estos árboles aún a gargajos gotean agua del diluvio. Pienso mi pensar hecho un emplasto. Miro bien, el monstruo. [6] El monstruo se viene encima de monstruomí. Lo encuentro. No quiere más quedarse allí, es aquimonstruo. Occam dejó una historia de misteiros peripérsicos donde aconstrece ese monstruo. Occam, acaba allí con eso, no consigo entender cuanto digo, por más que lo persigo. Me recompongo, aquí — el monstruo. Occam está en Persia. Quod erat demonstrandum, quid xisgaravix vixit. Aquí, helo. Eso está bien. Esto revela una buena presentación. Así fue hecho eso. Algo hizo así eso, eso quedó así. Entonces era eso. Eso quedó así y asaz asado, el error ya está izado. Quedó algo, dióse. Eso contra esto. Esto mata eso. Esto. Historias. ¿Acometió alguien algo? Nadie hizo nada. ¿Qué hace eso aquí? Eso sirve para ser observado. Sólo para ser visto, sólo eso pasa. Aquí se da mucho de eso. Aquí de eso es la zona. Ahora si de alguien desconfiar — no dude ninguno. Eso demuda mucho. Eso asimismo es. Los otros son algunos, unos son cualquiera. Gajes del oficio en el orificio de eso mismo. Historias en torno a eso. Yo niego esto, esto es, visto por ese monstruoprisma. Cuadrúpedo, ahí tiene el bípedo. Dentro de lo previsto, comparezco. Tan sólo voy allí. Allí me reciben. Allí me curan. Allí me lamen. ¿Saben de quién es que me acuerdo? Eso mismo. Yo soy de más. Estoy sobrando. Estoy intentado sobrevivir, una busca de medios de sobrevivencia. Así no vale. No quiero caer allí. Allí es silencio. Allí — no. Lo que está por venir quiere continuar siendo hasta no poder mantenerse más en ese estado. Nada reemplaza eso. Nunca vio eso ahí y pensó que no era nada. Era eso, eso es su problema. Nunca vieron eso, piensan así. Es natural, eso es perfectamente natural. Todo lo más que sé no cabe en lo que digo, ya no hay más lo que había dicho, ya hay sólo lo que nunca supe. Los síntomas. Los síntomas de todo, los sistemas totales. Una hipótesis, una remota posibilidad remata una apuesta, una causa perdida, una visión beatífica, un oído angélico. La figura es figurada. Me desvidrio. No representa lo que presenta. En otras palabras, son otra cosa. La figura continúa la misma, ocurren accidentes en su plano pero ella confirma lo que dice: los síntomas son esos, los sistemas son otros. El secreto cae sobre el hecho, almacén de trampas, ipso facto nulo, acto nulo. Algomonstruo está oculto detrás del acto nulo. ¿Quién de facto? Occam. El mapa es éste. No quiero precipitarme, creo en un abismo ahí. Él dijo, él calló que sólo viendo vino hablando y fue desapareciendo. Un abismo, ¿quién lo habita? Nunca está de más volverse atrás, ¿desde cuándo estamos cayendo? Una ley va a entrar en vigor aquí. La ley es esta: así no vale. La ley es estable. ¿Cuál el nombre de la ley? Un nombre bien natural, la ley de la máxima es múltiple. ¡Hacé lo que te apetezca, faltá cuando te hagan falta! Así no vale. Allí está aquello. Apartamiento de los hechos, aislamiento silencioso. Aquí es eso. Eso sé por una puerta y entra por otra, eso es una rareza el día de hoy. Una cosa rara es cosa notable. Eso hubo hoy. Un mirar de Jano abolió la actualidad. A cara o cruz, cara y máscara. Aquello está hecho. Algo no anduvo bien. Hubo un negocio. El propio. Una manifestación monstruo se adentró entre los dobleces del terreno y se concentró en lo obvio. Pasa el tiempo, el monstruo no se muestra, quien se demora para una demostración. Querían colocarme ahí. Quiero quedarme aquí, me respeten. Asumo varias formas, o resumo varios casos. Cae en mí ni nos que me equivocan, arreglan un otro yo mismo que yo no doy más para ser el propio. Reconociendo él mismo eso, fue puesto en efecto. Eso no sirve, tenemos que presentar ejemplos. Acostúmbrese a esto. Con nosotros, con nosotros, he aquí Occam. El cual ya viene ahí a ver lo que di. Sin esforzarse se hace merecedor de la voz actual. El verbo enciende un fuego, el sujeto viene a calentarse, ese soy yo, ¿cómo es? De aquí se puede ver el objeto muy bien, más allá — la tierra de nadie del silencio. Aquí hace frío, pido disculpas por hacer tanto frío, hace tanto tiempo que siento frío que ya ni siento frío, ya ni sé si eso es frío. El Toupinambaoults de tanto olfatear humo de maconha en el canuto se da a macanear. Así no vale. Quedé idéntico, incluso – estoy bien yo aquí rehaciendo los nudos que desatasteis y adesatasteis: no hay más quien consiga desatar un nudo desde que el rey de Gordias invadió Persia. Occam ocultus, Occam vultus, Occam, el brujo. Occam torció la señalización. Occam disfrazó las peripecias. ¿Adónde va con tanta prisa? Voy a toda Persia, va de prisa. Occam ve lo obvio. Deja lo obvio allí. Piensa una oración y lo obvio desaparece. Occam no piensa nada, se nadifica y falta. El análisis comienza por casa, palabra. Para limpiar lágrimas, una lápida. Pasó por aquí un desconocido. Así es como se hace, ¿vio? Aparece a tiempo. Hazlo así, así lo hagas. No es viable que vos me estés viendo. Absolutamente. Consta, no; es exacto. Lo obvio vive aquí. Es hay-de-mí que él habita, hasta que se habilita — para su partida. Lo obvio está vivo. Escapo y salto hasta allá. Allá salió, allá quedó, allá va él. Allá es grande, grande allá. Allí y allá algo viene siendo, yo sé lo que es eso: es lo obvio. Era una vez, él iba. Era una vez, yo decía. Era una luz, un día. Yo veía, era un son en mi vida, oyéndome. Propongo una testigo, un testeo. Ésta es testigo de mi ego, dando testimonio por todos lados. Yo me llamo Buscado, muchos me han buscado, pocos me han hallado. Estaré a su derecha, haciendo señas. Lo obvio, como no podía dejar de ser, pontifico. Estamos atónitos. Permanecemos desaparecidos por un fragmento de tiempo, por un compás de espacio, el colapso pasó rozando. Que se cumpla lo obvio. La evidente videncia se oculta del vidente, la música, por un accidente del acaso, por un accidente exquisito, ocasionó esta sinopsis. Originó esta demora, reflejó este flujo, repercutió en la pregunta. La solución no es eficaz en erradicar el problema. Lo evidente acaba siendo visto. Entre monstruolusco y monstruotriste, entre el coloso y la esfinge Occam queda como está. Queda como quedará, queda con quien se detuvo. El extravagane da un paso al frente despacio y queda adelante: es lo obvio, y así no vale. Estoy conciente como se debe. Sucede que todo lo que digo por consiguiente sucede. Eso, por ejemplo, ya está habiendo hace mucho tiempo. Después voy a decir todo, no digan que no avisé. Ya dije que eso sucede, está sucediendo aquí. Va a haber un malentendido, haciendo las veces de desentendimiento. Los entes de razón están yendo camino de la ejecución, sucede algo de aquello que cuento. Unos dicen cosas a las que la gente no sabe qué decir. Dicen ejemplos. Por ejemplo, cada oveja con su pareja. Los transeúntes baten en retirada los batientes continúan itinerantes, alguien me dijo, y yo me acuerdo que ya oí eso en algún lugar. Dado ya eso hecho, dicho dio ya fruto. Eso es cosa bajo control del pasado remoto. En cuanto más iba hablando cómo iba pensando llegué a pensar, pensé. No voy a dar ejemplos. Eso en tanto suelto, eso avanza sobre lo insólito. El espacio es sólo eso. ¡Compórtese como un espacio de esos! Medito una medida a los cambios de este mundo, onzas, pares, palmos y quintales, por que entren por un vidrio saliendo por el otro. Benteveo de veras me viste pero no te veo y te busco girando lentes por esas ramas sin resultas. ¿O es lo vocal de la conciencia gritando: desierto? ¿Ver todo es bueno? ¿Es ver? Ver, es hacer alguna cosa: ver todo es cosa alguna. Por mucho ver mil cegaran, buscándolos en la memoria encuentro otras víctimas del olvido. Me gusta el lente fiel en el ojo sin libra, poco gasto vasto hace de grandes cosas. Aún así, porque llegando a ver algunas una de la nada me vio, disminuyéndome. Hay cosas que no son para ver. A ver, veíamos. No voy más cercano al miedo, el ojo más próximo que el cuerpo llega más fuerte que yo. Así no puedo entrar. ¿Dónde tenía puesta la cabeza, hasta venirme todo en ella? La cosa arruina el ojo, no vuelve más la forma antigua, ¿cuántos vidrios y lentes va a querer entre sí y los seres? Un cuerpo es mucho hueso para un ojo que quiere crecer sin manos para confundirlo. Tiene que ver como tiene que ser, intervalos de ilusión óptica para las evidencias ciertas, — esta hierba siempre duele, insectos insectívoros se pican, huevo de culebra no procrea: cae la fruta, sale la flecha, el huevo queda, que siga al frente, aguante adrede y deliberado. Una maravilla es pensar este bicho, como cuanto decir de todo esto. Aquí despierta a la primera sonaja de culebra y se duerme con un canto coral, el bicho prosperando hacia culebras y lagartos, dudo que Artyszewski pueda. Epa, ¿quién es el que está meciendo la canoa? ¿Quién me arroja arena al ojo? ¿Quién está sentado en mi cabeza? ¿Quién estupra mi himen? ¿Qué cuerda de ahorcado me ahorca? ¿Quién es el que conduce el mundo empero? Mitrídates [7] puso el cuerpo real bajo el imperio de los venenos,— toxicus, a graecis videlicet sagiticus aut sagitarius, quase sagitae venenum dicitur, afecto a tenerlos en su sangre sin perjuicio de vivir, en estados nunca antes sidos. Alguna duda, ¿o hacemos una concesión de lesa natura? Mucha luciérnaga para ser ojo de jaguar. Los bátavos no tienen más razón en estas zonas, desposándose en nupcias malditas con hembras toupinambaoults practican su lenguaracia, que es como los sonidos de los estallidos y zoos de este mundo. Dudo de Cristo en ñe'engatú. Hablan ñe'engatú, flama flamenca en habla mujeriega. Calla el fanfarrón, habla el gran cánido. Por aquiles-del-rayo-que-os-partitura, si bien lo oí, mejor que lo haga, ¿no hay más claridez para la algazarabía perdida en la oscuridad obsclara? En algún sitio por encontrar, en ninguno llamado, — se pude desconfiar: desconfie, mejor una mota en el grafismo remoto del ojo que una pocapoca de ese picoteo. No te quiero ver ni pintado de jenipapo pavoneando buches de tucán. Cuando la noche estaba entre el más-del-otro-lado-que-de-este y el quedate-ahí-que-ya-vuelvo era cuando caza perro con gato quien no tiene camaleón que es porro. El nombre pode poder ahí: seudónimo anónimo, alguna — mitad del nombre más el doble, el nombre de Guerra, Guerra. Dicho todo, hablan una hora de más, ¡tan llenos del apetito de decir! Oisteis dicho a los antiguos, quedando cada vez más antiguos. Aquí ya no está quien habló. Aquí hablan ahora por decir: hazeme un favor, pimentero del reino mío, en los ojos de los otros no duele, ¿dolió? ¡Qué Cartepanie, o qué, — da el rico pie, currupaco, salamanganico! Macacos él, otro buche, maduros, del primero al último, a cualquier hora convierten gente, apenas descuidarse. Si la cara no ayuda, en un instante cambia de repente a una máscara más convincente. El castigo llega al galope antes del tiempo de bramar: ¡agua va! Bendito el mal gesto, lo que dije, haz, y hecho. ¿Cada cual da el qué? Ahí vos, ¿qué es que encuentra? No encuentro; me agacho. Boyante va bicho busca apoyo en otro berrido, vice vira serva vuelta, la conviceversación no va lejos; salvanor, con perdón de mi palabra, — ¡yo! ¿Aller? Acá. Ahora, esa, ¿y ésta, entonces? Luego jamás hubo algun día tal, ¿fuero? No sé si está, si no sé, quién sabe allí, yo sé aquí: antes de ser, pague aún oiga que ni todo es asesiñor. Con nosotros o con los otros, eso sí es que es eso mismo; si así fuere, esto es, por mí, nunca: de una vez era cuando es tanto cuanto más pudiere, también hace tanto tiempo que ahora es sólo eso, por ejemplo, ¿ya? Este país lleno de brillo y los bichos dentro del brillo es una constelación de ojos de fiera. Otra ciudad será citada para gloria de la freguesía: virgenbugra, torres en los terruños tristes. Cuando Uganda balanganda, los palacios bambolean. Un bosquejo azul úno los azulejos de Villadiego, pies en Polvareda, ¡fue a parar en añicos! Aprieta el cinto en aquellas ybyturas, el Poniente — la incógnita, — el Océano contra la costa, Levante llevado al frente, levantado de hora en adelante, — Seryñeem es el río en el medio. Con vuesos propios ojos, ningún país como éste veo yo en él. Además de eso, corre que otro río, bautizado por los que en él beben su agua, de la Muda , apenas toman un trago que pierden forma y figura tornándose en bicho. De dos, una: o las aguas dan fiebre, cuyos delirios simulan la metamorfosis, o el cambio sucede de veras. En este caso los problemas a resolver del orden de todo desorden entre los seres sentarían precedente a una metamorfosis de nuestro pensar todo. La máquina del entendimiento tenía un porrazo en el muelle. En Gordias, nada se ata ni desata. Doy con la lengua en los dientes y de noche la cabeza llena de grillos y gritos tiene pensamientos de bicho. Esponjas, antenas, pinzas completan el círculo vicioso, — la laca, la cola, el engrudo, la gota pegajosa. La araponga llama a la piedra del palo o del fierro — el fuego. En esto se ve si el bugre es gente. Noorderreus, brul nog zoo boos, ik zal slapen als een roos! Een puikkarbonkel vooraanschuur, klinkt! Knapt en kraakt! Zels de maas waar hij bass, ik wed, dat ras de Aarde een groote sneeuwbaal was... Aan een wonderwelgoegegloeiden totdat, haard, zwom, okk daar hief op eens een tal trompetten... Hoe is zijn naam? Verzuymt Brasilien, [8] kruikoeken baaskaap kjoekenmoedingen! Enkele keeren men okk nog, schlaapsken nooit onder ieder een kruk! Zoo zullen zee, vor Zonne, zeere vallen ze af! Droogoogs zoolang de se in zen blijft staan, virschersweeuw... Ja, zei ik en ik wou dat ik er op zat. Ik oogde nog hat na en... Geen denken aan goeie laat me dan gaan... De ze blijft jij vloog zooals, ach was ik hierem maar nootgekomen, — ik dank den Hemel data ik kan , en een sjako ook rooie oplagen... El horror de la naturaleza que el vacío intenta colmar en vano... Resumus populisque? Isaaktamente? Vlamsche zoo zong, de zonne, de man klakke en palullen... Gaa in vree! Subió en vano como en una octava… ¿Qué va al sabor de los surcos del vulgo, quién dejará de honrar con la más alta categoría de su certeza, sabiendo que caso contrario tendrán que seguirlos en la punta de los piélagos hasta los desfiladeros tartesios? Lo que es rápido, luego llega luego, — parte con pose de certeza y vuelve, vierte y vuelve, cojeando de un duda. Hace ya un temporal que pasó a pie enjuto por donde muchos se ahogaron. El mundo mugre no sale del lente del entendimiento. Considero el tiempo y contemplo lo astral, mejor dejar la constelación Descartes para un aquiyace más oportuno. Sabedores del mañana, concentrando reminiscencias que restan, del remanente, leerán letras junto a mi cuerpo neutro, enseñando a los venideros cosas posteriores. Llegada la muerte, un texto asegura mi eternidad, el árbol crece mi nombre en la corteza. Allí en la cima, ¿seremos hijos en sangre o en estrellas? ¿O pasaré como pasa un bicho hacia dentro de otro bicho, inscrito en un organismo y en seguida esperando su turno, círculos concéntricos en un ciclo sin fin, el bicho A conteniendo el bicho a, cuentan el bicho b (cada bicho resulta del pasaje de bichos infinitos por un apetito estratégicamente instalado) — una tuerca arquimédica? La caspa de los carrapichos cae en cascadas sobre el caparazón de los caracoles, se atora en el esputo, el pico de los bichos se encapricha y pasa raspando un garabato en el movimiento del obispo por la costra de los arabescos, degluten todo en un sólo ombligo, el rabito chispea en el moco de un chorro, queda el cuchicheo. ¡Grugrugrugrudou! ¡Pacatatupijavaré! ¡Se hace conforme su bel parecer, el decadente en cada diente, descendiente desde el constante todo siempre! Se volatilizan y ni un velo de terciopelo voluble se sensibilisca. Los brutos, el bruto, la bestia, el bicho y el hombre de barro, cuerpo es cuerpo, quedo sólo en el tocón, el coto del tronco, el coco, de coces, el coito, el cuero, el coxis, el culo. Animalia, carroña, animalada, genitalia. El adminículo enverga al bicho: el fardo de heces, los alforjes de los ojos en las peripecias de la vida embarazozamente en las ramas de los árboles, las varas de los huesos en una tremebunda malaria verde, los racimos de músculo en un corazón pataleando la estrella masticada en la caja torácica, camina a tropiezos hacia el foso donde escóndese del sol. El cuerpo pretendido por mosquitos, onzas y caníbales. Toda avispa quiere poner su aguja, toda bestia su bosta, todo áspid su ponzoña, todo toupinambaoults su saeta: calma, Messieurs, habrá para todos. Ya, señora perezosa, ¡vaya a cagar así en la catapulta de París! Con que sólo entonces nos sucede percibir que todas las cosas de esta esfera sublunar tienden a reposar en el centro de su peso. ¡Todo indica – un llano! Mi cabeza, donde es fácil, quiere ver estiércol en la órbita de los astros incorruptibles… A ese ahí [] [9] suelto este ¡ay! ¿En qué difiero yo de la vela que se derrite? Lo propio. El ahí colabora con la iniciativa suministrando materia para el símil. El día en que mierda por merienda, ¡pobre de mí que nací sin culo! Sobre mi cabeza el perezoso caga gelatinas de modo que satisfaga el más fino de los paladares, los más salvajes entre los sentidos, con sólo saber de ananás [abacaxi], ad primum ergo, ananás, ad secundum, distinguo, substantialiter, aguacater, aguacate, formaliter abacaxi, sim, linquet, claro como el día… Gracias a ahí que estamos así. El bicho me destuerce por las trayectorias que arruma. No intente convertir a aquél que ya logró cambiar a todos sus adversos y salió desileso. A buen entendedor, en mediados de palabra, nos vamos entendiendo. Medio camino andado. Me disculpo por las disonancias de esto que digo mas cada uno habla lo que tiene en la boca. ¿No se ponían los padres del desierto piedras en la boca para aprender a callar? ¡Pues que hubo quien ahí las pusiese para aprender a hablar! Hablo piedra, está en la piedra. Yo que ahogo la boca y rehogo el pecho en humo, ¡diga como yo hablo pero no hable como yo lo haga! Fantasmas, miasmas, larvas, vapores y palabras dan lugar a apetitos de lujuria y gula. Pensando murió el asno de Buridán de hambre y sed delante de fuego y agua porque no disponía de libre arbitrio y sin embargo de cualquier manera moriría de hambre y sed ante linfa y legumbre. ¿Cuál catástrofe escojo? Inhalo malos espíritus, el alma que anima todo eso. Carece el fuego de agua, su anítesis demótica, de tierra, su base, de aire, su ambiente, para actuar, su ser, pero el estar de la tierra, el agua y el aire para permitirlo no validan actuar el fuego despues de prevalecer. La luz del fuego, el Mayor de los elementos, ampara mi lámpara, mampara mis antepasmados. Ahora, comandante, ¿se parece a qué? ¿De? ¿No tiene de qué? Vea solamente, una situación que no da para entender, da qué pensar un tiempazo, ¿no piensa así? La línea de la frente como si la fulminase un rayo, es conducida como si un imán la atrajese por un punto de interrogación. Costurando una línea de referencia a través de su diagonal, conduciré un raciocinio a otras series de áreas, pastor o impostor. El pastor vive tanto tiempo con las ovejas que ya siente los primeros restos de vagidos de balar al carcomerlos todo por dentro: de cada tres pelos que se erizan bajo la ropa de piel de cabra, uno se alza, si desliza los ojos, los rasca y hace fuerza para olvidar que hay un pelo de cabra sin tirar ni poner ni dejar de hacer señas como tantos otros iguales a si se mejasen en el interior de aquel cepillo. El pastor aprende allí parado la serenidad que es susto sin que yazga por debajo. La constancia de su frecuencia entre ovejas lleva un día a solamente volver las ovejas a la casa. Primero: el pastor se fija, se imagina y las ovejas se le antojan a una como otra cosa distinta de sí, las desprecia en seguida; ese desprecio entonces lo aísla y daña. En medio de las ovejas que pastan calmas entre las piernas pelos, cabellos y cejas decide descender al llano y pasta, pastos y pacente, — constituido en pura pecuaria, — decubierta su naturaleza pastoril, id est, de oveja, — pastor en unísono en el coreo de ovejas. El pastor carga sus ovejas por dentro, interioriza el rebaño, asimila la pascua y desaparecen pastor y rebaño, pacer, pastar y pasto, — el celo por ir a cero. ¿O no es así? Sólo digo bestialidades. ¿Eso es pensar? Un genio maligno empuja su rebaño de ovejas negras, de pensamientos torcidos en los campos de mi discernimiento, es el huróndante, un azogue. ¡Pagué mis expénsames! Y pretendo pensar, ¿cómo prescindir de? Cabeza vacía, taller del diablo. ¿Cómo impedir ese peso suspendido en la cabeza de agravarse? La labor de pensar ni exonera ni me compensa: modulo lentes, esta melodía oigo en el ojo, canto el entendimiento canción. Disloca el globo, fijo como sísifo hasta el fin. ¿Cómo vivir en la flauta entre las cañas de Brasilia? En que pese al vacío, ni vacúo, ni silencio; taponada de azucar en el punto de corte. Y si se me cae ese perezoso ahí del gajo, — se desmorona esta Arcadia mental que elaboro. Desde lo alto de este olimpo, esta tebaida me entibia… ¡Acompañar la pereza de los bichos, a la intemperie ante la luna esperando a Artyscewski agota y fumar esto da un hambre! Las cristalinas esferas celestes articulan las armonías pitagóricas y los silencios platónicos, modelándome estas lentes. El sólo pensar en ese bicho basta para pasar la noche en claro y el día en tinieblas. ¿Cómo entró ese cáncer en mi máquina? Aquí me falta todo y nada me aleja de ahí, ya vi todo. Un monasterio allí, un callejón allá, una torre en la cima de ese cerro, personas en lugar de esas piezas, cualquier otro en vez de este descarte, ¡ah! Brasilia, ¡era que fueras precisa y no eras! Ojalá tus cilindros troncos, tus urbes partituras de canto llano, las pentagramas calles, tus ríos, — sicut et in Batavia: el mundo salió de la cabeza de Dios geometría vista bajo agua, comenzó a quedarse tuerto y yo a quedarme tonto. Y Artyzchewski por ahí con ese sodomita y hematófago Antony Guarawassaway... Nada puedo contra los hechos. ¿Y la araponga o es herrero de brasileños o esclavos quilombola batiendo catanas en la canícula? Cabeceo un pensamiento levantando la culpa de todos los pesos. ¿A cuál mundo de la luna aspira Atlas que detenta un cabeza de forma de mundo? ¡Feliz Batista a quien habían hecho el favor de cortarla! Un ángulo inscrito en un plano saborea la cuadratura del círculo. Monasterio conmigo a cuestas, el caracol cara de monje. Mal puedo con mis grillos, ¿cómo dar cabida a lampalaguas, tatús y perezosos? No tengo hijos de esa especie. ¿Dónde es que estamos nosotros que el démon con artes de ese tipo nos ubicumque vult fert? Pastorea estas bestias extrañas quien quería comprehenderlas. Los antiguos abrían bóvidos para ver el futuro en estructura de tripa: ejércitos en fuga, granizo, ríos inundados, gente sangrando, espadas desvainadas, cosechas, ciudades en llamas. Últimamente, corté en piezas para ser admitido en los círculos más allegados a las intimidades de la vida. Ciencia es eso, llegó allí, se paró: era preciso usar cuchillos. Ya disequé mucho: la lama cortó donde la cabeza debía entender, los dividí en menudos para darme por satisfecho. Adelanto que no hay bicho que yo entienda. Más grande el ojo, más denso se hace, el oso hormiguero se oso hormigueriza con toda su fuerza: queriendo captar su verdad en un abrir y cerrar de ojos y en un cambiar de lente, cazarlo al toque. Aunque, quizá, no vale la pena. Ninguno vale un cuadrado, un círculo, un cero. ¿Y a mí qué me interesa? De aquí a lo infinitamente grande o a lo infinitamente pequeño la distancia es la misma, tanto da, poco me molesta. Allí canta la máquinapájaro, allí pasta la máquina-antílope: allí caza la máquina-bicho. No soy máquina, no soy bicho, soy Rene Descartes, por la gracia de Dios. Al enterarme de esto, estaré entero. Fui yo quien hizo esta jungla: salgan de ella, puentes, fuentes y mejoras, periplos bugres o poblados bátavos. ¡Expendo Pensamientos y extiendo la Extensión ! Pretendo la Extensión pura, sin la escoria de vuestros corazones, sin el menstruo de esos monstruos, sin las heces de esas reses, sin lo bestial de esas tesis, sin las bostas de esas bestias. ¡Abajo las metamorfosis de esos bichos, — camaleones robando el color de la piedra! Polvos en lo seco: en el huevo, ¿quién dio antes con el otro, un asa alineada al gajo o una saliente en busca de agasajo? No saben qué hacer consigo, los insectos se adhieren a la forma de la hoja; mímesis. ¿Y la forma? ¡Cosas de la vida! ¡Venid a mí, geometrías, figuras perfectas, — Platón, abre el corral de arquetipos y prototipos; Formas geométricas, embestid con vuestras aristas únicas, ángulos imposibles, hilos invisibles a simple vista, contra la bestialidad de esas bestias, sus barbillas barbudas, cuerpos retorcidos, picos perplejamente explicables, cifras aturdidas por mutaciones, ojos de rodaja de cebolla! ¡Venid, círculos contra osos hormigueros, cuadrados por tucanes, rombos verso tatús, bienvenidos! ¡Mi ingenio contra esos ingenios! ¡La sed sumada a la fe famélica! Me falta realidad. Allí cabalga la pereza que más se parece a mí, pero no pudo con la arcilla humana. Alguien apenas que sabe decir no. Desde los años más verdes me tentaron el eclipse – y la economía de los esquemas. Eximio entre los más hábiles en cuanto a manejos de ausencias, busqué apoyo en los últimos reductos del cero. Fue la época en que más prestigié el silencio, el ayuno y el no. La geometría. Casi no pensar. El cuadrado es casi nada. Un círculo falta prácticamente, trazar una línea bordea el ocio: pensar un problema de geometría es desviarse de un vuelo sin dar un pío nulo. Siendo geómetra, ser a lo que nada más hay. ¿Quién soy yo para cambiarlo? Esa araña geometritorna sus caprichos en la Idea de esa tela: enmaraña la máquina de líneas y está esperando que a ciegas le caiga dentro un bicho: ahí trabaja, ahí cela, ahí afloja. Camina en el aire, se sostiene en el éter, obra desde la nada: no vacila, no duda, no erra. Organiza el vacío hacia adelante, palpa, zampa y palpita, resplandeciente en la nada donde se encastra, y se agarra de la alhaja en que pena, desierto de rectas donde la geometría no corre riesgos pero se caga. Esa desolación del verde en este desierto colmado está imponiéndose en mis hazañas de armas y pensamientos. ¿Sabés con quién estás hablando? Cultivé mi ser, me hice poco a poco: me constituí. Las letras me nutrían desde la infancia, mamé en los compendios y me abrevé en nociones de las naciones. Examiné índices e indagué episodios. Desaté el nudo de las actas, manoseé manuales y abandoné a los tomos. Ojo nocturno y diurno, recorrí las letras en rutas: tropecé en las comas, caí en el abismo de las reticencias, yací en las cárceles de los paréntesis, remolí la muela de las mayúsculas, adelgacé el nudo gordiano de las interrogaciones, el florete de las exclamaciones me traspasó, me llené de callos la mano hidalga dando vuelta páginas. En descifrar enigmas, fui Edipo; enroscar cogitaciones, Sísifo; en multiplicar hojas por el aire – otoño. Frecuenté guerras y raídes: asiduo en atrios de basílicas crucé mares, puse mi pie en mástiles de navíos, en el mármol de los palacios y en la cabeza de las cobras. Estoy con Parménides, fluyo con Heráclito, trasciendo con Platón, gozo con Epicuro, me privo estoicamente, dudo con Pirro y creo en Tertuliano, porque es más absurdo. Linterna en mano golpeé a la puerta de los volúmenes mendigándoles el sentido. Y en la noche oscura de las bibliotecas el cielo me iluminaba a la luz de los asteriscos. Maté uno a uno los bichos de la biblia. Me dixit magister quod ipsi magistri dixerunt: Thyphus degli Odassi, Whilem Van der Overthuisen, Bassano di Alione, Ercole Bolognetti, Constantin Huyghens, Bernardino Baldi, Cosmas Indicopleustes, Robert Grosseteste et ceteri. Estoy en el latín como esos bichos en casa de fieras, golpeo la cabeza contra las paredes, camino de muro en muro sumando millas. Diviso. Me senté a la mesa de los notables, consumé la compañía de varones insignes, yo mismo tal caso, nacido y hecho. Un hombre hecho de armas y de pensamientos. Mis virtudes, alegatos, inmunidades y potencias: la náutica, la cinegética, la haliéutica, la poliorcética, la patrística, la didascalia, el pancracio, la exégesis, la heurística, la ascesis, la óptica, la cábala, la bucólica, la casuística, la propedéutica, fábulas, apoteosis, partenogénesis, exorcismos, soliloquios, panaceas, metempsicosis, jerogliíficos, palimpsestos, incunables, laberintos, bestiarios y fenómenos. Las ceremonias hacían me curvara ante reyes y damas. La piedra de los templos me hirió la rodilla derecha. Horas mías en el oro de relojes perfectos. Me incliné sobre libros a ver pasar ríos de palabras. Todos los ramos del saber humano me tuvieron en vilo, sebastián flechado por las dudas de los autores. Navegué con fortuna entre la higiene y el bautismo, entre el catecismo y el escepticismo, la idolatría y la iconoclastia, el eclecticismo y el fanatismo, el pelagianismo y el quietismo, entre el heroísmo y el egoísmo, entre la apatía y el nerviosismo, y salí incólume hacia el sol naciente de la buena doctrina, entre lo que queda y la oquedad. Apenas si emerjo de los brincos en que consume la puericia sus días, me di al florete, las prácticas de espada me absorbían entero. Maestros expertos en el arte se la tuvieron que tragar. Mi pensamiento pulía láminas día y noche, posturas y maniobras, desgarrado en una selva de stocks, florete colectando las flores del aire. Habité los diversos aposentos de las moradas del palacio de la espada. El primer florete que te cae en mano exhibe el peso de todas las confusiones, el agobio de un huevo, estertores de bicho y una lógica que adivinan cinco dedos. En los florilegios de las posturas de las primeras prácticas, Vuestra Merced es bueno. La espada se da, su mano florece naturalmente en florete, la primavera a flor de piel. No obstante de repente el florete se da vuelta y te muerde la mano. No hay más acierto; Vuesamced no se encuentra más en aquel laberinto de posiciones, tajos, estocadas, altibajos, puntos y formas. Se pasa hacia donde lo menos que sucede es el darse mediavuelta y lanzar el florete: se abre un precipicio entre la mano y la espada. Ahora conviene estar firme. Muchos desisten, pocos perseveran. Vencido este despojo, comienza la verdadera práctica. Es la segunda morada del palacio: muchos trabajos, poco consuelo. Ahí el florete ya es instrumento. Prolongado dura. Un día, lejos de la espada, la mano se contorsiona a su entender y apresa la primera punta del filo, la Lógica. Vosamced ya es de la casa, acceso a la cuarta morada. La conversación con el estilete es sin reservas. Lo propio de esta morada es el menguado pensar: una geometría, el mínimo discurso. Sostiene la mano su espada como a un huevo, los dedos tan blandos que no lo quiebren y tan firmes que no caiga. De que un mismo destino contempla a vuesmced y la espada — usted se entera: entero está ahora. Aquí se multiplican los corredores, quod vitae sectabor iter? Por no concernir a mi persona, escogí erróneo: di en pensar que era espada y divagar que no precisaba de ella. Las luces del entendimiento rielaban. No estaba lejos el remedio a mis males. Compuse el papel que juega la esgrima, en que metí la palabrería de la resultante de mi industria pasada. Escrito el texto, en aquella artimaña no me entendí más. En la edad de la conscripción puse entonces mi espada al servicio de príncipes, — estos gemelos y los Heeren XIX [10] de la Compañía de las Indias. Largué los floretes para empuñar la pluma, y porfían discretos si la flor o la pluma más nos autorizan a las eternidades de la memoria. Hoy, ya no florecen en mi mano. Puse números en el cuerpo y era esgrima, números en las cosas y era ciencia, números en el verbo y era poesía. Anclé la cabeza llena de humo en el mar de este mundo de humos donde moriré de tanto mirar. ¿Juzgar duele? Batan fierros las arapongas en el calor, en el presente, ya no hay más guerra, que así mal llamo a esas prestaciones de mercenarios cuya bravura se compra a diez níqueles y diez níqueles vale. Ni a ese acopio cada vez mayor de gente que venciendo combates más por el número que por el denuedo o los altos acometidos — llamaré guerrero. ¿Ese concurso de bombardeos por ventura no borró las líneas de los blasones, insignias y divisas en un báratro de estrépitos donde se ovillan personas, cualidades y estados? Me demoro en recordar un caso digno del porvenir que vale la pena y la tinta arrebatan del azar de la memoria para la carta, sitio más seguro. Buen combate combatí en Hungría, yendo a los tumultos de la sucesión del Palatinado. Un cuerpo de hidalgos, todos del mayor mérito y nacimiento, se topó con nosotros al abrirse la planicie magiar. Por nuestra parte, CCCXIII, todo en pro. Mediríamos nuestras armas, estipulado un uso tal sólo de blancas. Primores de proezas ahí se hicieron. Mucho he escrito desde entonces, y si por mucha pluma se desviase un pájaro, hace mucho habría ya volado lejos de mi mano derecha. Las letras del escrito marchitan las flores vivas del pensar, el alfabeto lapida los estertores de las aristas de los sentidos: el arte gráfico cristaliza el manuscrito en arquitectura de signos, pensamiento en superficie mensurable, raciocinio ponderable, muriendo así de a grados, de los esplendores agónicos del pensar vivo hasta las obras completas. Máquinas vi increíbles: el espejo ustator, la eolipila de Athanasius Kircher. Un cono capta la luz de cirios y candelas a fin de incidirla en un círculo de vidrio con diseños a manera de zodíaco, el haz de luz desarrolla la imagen sobre una pared blanca: el Padre Athanasius acciona una rueda para dar vida al movimiento, las almas agitan brazos frenéticos entre las llamas del infierno o los elegidos giran en torno al Padre, — linterna mágica que escurre las sombras en la caverna platónica. ¿Qué decir del artilugio tal aquél de Pascal, cuya sola mención es maravilla y pasmo de las gentes? A pedido de la Academia de Ciencias sometí y sometí el laberinto de piezas y menudencias, que rasgueadas se calculan, a todos los rigores del escrutinio: experimenté en ella la eficacia todo un día y no se engañó ni una sola vez. ¡Tiempos bizarros éstos en que una maquinaria poco mayor que una caja de música hace el oficio del entendimiento humano! El reloj de Lanfranco Fontana es una de las encrucijadas máximas que los intelectos de esa era, al quimerizar, supieron maquinar: no contento con mostrar y repicar las horas, da acuse del movimiento de los planetas y adivina eclipses. Lidié con la obstinación de la aguja magnética por el Norte persiguiendo un meridiano. Otras callo para no alarmar al mundo por las varias que temo un día nos cerquen. Máquina considerado este cuerpo, Leonardo, aquél ingenio tanto agudo cuanto sutilísimo, ¿no compuso un autómata semoviente a la manera de un humano? Un día vendrá en que se pongan altares a un dios-máquina, — Dios, la máquina de una sola pieza. Estas bestias hacen cualquier cosa con las máquinas de que hablo: ¿cuál la finalidad de estas arquitecturas torcidas? ¿Provocarme pasmo, maravilla o risa? El perdido busca a la persona perdida años atrás, ¿lo serás? ¿Cómo era exactamente el nombre de aquel río de quien decían horrores por la amnesia que daba a la hora señalada, bebida su agua? No jodas… ¿El mismo? ¡Qué bien, mamá, mira, estoy huérfano! Quien cambia rumbos no se herrumbra. Hacia atrás dejo un ser perfecto en el desafío de cara a esos bichos: repto. No interpresto mis monstruos por ningún oro de este mundo: los ubico en un letargo analgésico raramente interrumpido por accesos de furia asesina. De las columnas de Hércules se manifrustran las colinas de Miércoles, ¡sólo buscar bien en la salida de los Orthus de los espiridius! Aquí no tengo medios de repugnancia. En Venecia, cuando le da la vendetta, por bien o por mal, facecia. La china amuralla la aldea. Coreas ciertas al ritmo interfuturo, trayendo a los ojos el temor de las tinieblas. Surjo y me corrijo: supero el estrépito bautismal. Tengo el sueño leve, lleve el único sueño que tengo. Me libra y me alivia y me lleva en medio de la mejor hora de la fiesta, juego en curso y este ludo en carrera, una viruela de colores pesa y levita, herida leve, libra a mano. El campeón de la usucapión venció el uso de los abismos por cansancio y por abuso de cismas. ¡Mala señal cuando la cabeza piensa lo que el dueño no quiere! ¿Quién para medirse conmigo? ¡Qué no haga mella quien no fue llamado a que se meta! Un ojo solo basta a quien ve tanto. ¿Quién de aquí me perforaría? Estas zonas producen el calor que acaba en el interior de las ballenas. ¿Eso es canto de cigarras o de sirenas? Me sacan del me quedo de este día sombras que me combaten con lágrimas en los ojos y cera en los oídos. El cuerpo me enfrenta con dolor, olor, sonido y luz, debatiéndome bajo una penumbra de perfume, a punto de abarcarlos en una sola charla. Se ruega a los internos interesarse por lo hallado. Es propio del alimento corporal, al alimentar, írsele el sabor de la boca mas los frutos de esta tierra son el cajú, la pasionaria y el ananá, no pasan por la glotis, carcomen la úvula y se engarzan en la garganta. De saporibus et de coloribus en mi imaginación... Las cosas giran, se transforman sin salirse de lugar: el peso, riguroso con los otros, complaciente con los suyos, si permitiéndose a sí liviandades de todos los quilates. El pesadísimo pedazo calcó entera su pesada tara y tarea en el peaje de un no sólo más leve que el aire, más que eso, ¡oro levísimo! Lugar alguno contiene el peso de todo, físico, mecánico, porque ninguna variedad se podría introducir allí: continuo desgaste hasta el colapso que desemprobarcaría el orbe sabe allá dónde. Ese lugar existe, nada más puedo adelantar sobre lo que me lleva la delantera en gravidez. Está tan pesado que no lo puedo llevar, hazte más leve, leve, más, que voy llevando. El calor y los mosquitos rumian el pensamiento. La mierda del suelo es la que es filtrada por la flor de los perfumes en el aire, fragancia in fraganti. Mi pensar se pudre entre mamones, cajas de azúcar y flores de lapacho, cambios rapidísimos, absurdos instantáneos, lapsos relapsos, trepidaciones relámpago monstruo, al frente casi a su excelencia recientísima, tan reciente que es casi presente y, siempre no siéndolo, irá más allá, porque va yendo con más ímpetu, pupilo en la niña de los ojos de su ministro. La cabeza duerme en un teorema comiendo ananás, despierto la boca llena de hormigas. Cuando la aparición espectral ya es comienzo de eternidad, receta una hierba, — recita y resucita un fantasma para atormentar la duración que le es debida. El pensamiento se extravía en la órbita de esa canícula cancelada por un cáncer. ¡Aquí la substancia humana nada pensante, pesando sé allá cuánto de colgante! Ahí en al torre Marcfravf, Goethuisen, Usselincx, Barleus, Post, Grauswinkel, Japikse, Rovlox, Eckhout [11] coleccionan y correlacionan las vitrinas de vidrio de bichos y flores de este mundo. ¿Pero no advierten que deberían poner el Brasil entero con un alfiler bajo el vidrio? Me puedo engañar, lo que nadie puede es engañarse por mí. Se reúne el Consejo Secreto de Mauritius: conspiran los negros, avanzan los esclavos quilombola, atacan a los gês, embisten brasileños, cae el precio del azúcar, ¿o qué? ¿La ge? ¿La equis? No. Discuten especies y especímenes de flora y fauna, maneras kawanáceas de decir, posiciones de los astros. Dos pesos entran por un ojo: cero absoluto y la inmaculada concepción, — dos medidas salen por el otro: moto continuo y destino. La base de las medidas será, en lo que respecta a las ponderaciones, la ceniza que resulta de la quema de tres ramas principales del árbol bungue,— encontrado en Ceilán una vez en la vida y otra en la muerte,— recogidos en el día del trigésimo aniversario de la precipitación de su simiente. En cuanto al criterio principal, esperemos se defina según los inescrutables designios de una asamblea de sabios en permanente inminencia de hacerlo. En lo que se refiere a la extensión, tomen por unidad la distancia que separa a los envueltos en la santísima trinidad. El tiempo será dividido por los intervalos entre el tumbo en el corazón y el ataque de un arquero persa de veintiocho años, veterano en todas las batallas aún por venir, pillado por sorpresa por una mano en la masa que nunca faltó al encuentro con su improviso, cayéndole en peso en su pelo, invariablemente dotada de la velocidad que tiene para ir, desde la segunda ventana del palacio de Mauricio hasta la corola del tulipán de tres lunas, la primera pluma que cae de la cauda del ave cualcatúa, que algunos entretanto sostienen no pasa de ser una leyenda poco piadosa de las islas Macarias, motivo de escarnio en todos los archipiélagos circumvecinos. Una parasanga es tres mil palmos, cada palmo — veinte dedos, cada dedo — seis uñas, cada una — una pestaña en pie frente a un traspie, cada pestaña — dos pelos de cilicio, cada silencio — un ustensilio: una paranga. Mayores detalles en el decreto. ¡Discute y argumenta Bizancio, enemigo en puerta! ¿Cuántos ángeles en la punta de una aguja? ¿Quién puso luz en el culo de la luciérnaga? ¿Cuántos insectos en una cacerola? ¿Cuántas flechas en tu cuerpo? Están comentando en los circumpiélagos, flactúa en todo el curso del flujo. El recurso es volver corriendo, la conversación retorna y se retrasa, ¡mis condescendencias a título de condolencias! La velocidad de la lógica traspasa el límite del lenguaje, ¿atrás del lenguaje, al frente de qué? Todo tiene que ser igual al eco… ¡sólo queda ecuar! Puedo ser inútil si me vendo claro pero entiendo y entendiendo haciéndome entendedor de medias corcheas y colmenas llenas. Quien da qué hablar, ¿no da para hacer lo mismo? En un primer relajo se algebriza de arriba abajo. Seguidamente sucede disconforme. Árboles acuáticos, viveros asoleados, una mínima aura, cosas flujas y de poco ímpetu, números y leyes de los días. Yace en peligro el destino del clan. Como yo sea, permaneciendo así, está en la piedra. De aquel que lo hizo, alibi incluso audiendos. Sucede conforme el adrede. Isista siempre. Se preserva de lo real en una turris ebúrnea: lo real ahí viene, lo real está al llegar ¡he aquí el advento! ¡Vrijburg se defiende, se defiendan, vrijburgueses, el cerco aprieta, acierta a las puertas, alerta, alarde, alarma, atalaya! Todo tiro es susto, todo humo — espanto, todo cuidado — poco caso. Viene en los negros de los quilombos, en las naves de carcamanes, en la cara de aquellos bichos: basiliscos brasileños queman la caña, pasando pendones entre las llamas. Caerás, torre de Vrijburg, en gran ruina. Paseo entre cobras y escorpiones mi talón de Aquino, caminar de Aquiles. Y esa torre de Babel del orgullo de Marcgravf y Spix, piedra sobre piedra no quedará, el matorral vendrá sobre la piedra y la piedra a la espera de sus tinieblas permanece podredumbre y deviene hiedra la piedra que hiede... La confusión de las lenguas no deja margen al río de las dudas bañar en oro y verde las esperanzas de los trazados de todos nosotros: las tablas de eclipses de Marcgravft no se ponen de acuerdo con las de Grauswinkel; Japikse piensa que es macaco el ahí que Rovlox dice fruto de los coitos malditos de toupinambaoults y osos hormigueros; Grauswinkel, perito en las mañas de los cuerpos celestes, en las manchas del sol y otras rarezas uranias es un lunático; Spix, cabeza de selva, donde una aiurupara está posada en cada embuayaembo, una aiurucuruca, un aiurucurau, una aiurucatinga, un perico, un periquito, una tuitirica, una paraba, una araracá, una gucamaya, una araraúna, ¡en cada gajo del catálogo de caapomonga, caetimay, taioia, ibabiraba, ibiraobi! ¿Vivero? ¡Eso está todo muerto! Por ellos, los árboles ya nacían con el nombre en latín en la corteza, los animales con el nombre en la frente en el marco de la moda que la bestia del apocalipsis lanzó con decimales de un número periódico por diadema, cada hombre nacía escrito el epitafio ya en el pecho, los frutos brotarían con el recetario de sus propiedades, virtudes y contraindicaciones. Ese es emético, ese es diurético, ese es antiséptico, laxante, dispéptico, astringente, eso es letal… Abaris cantó el viaje de Apolo al país de los hiperbóreos, el dios contemplándolo bajo el tirocinio del vaticinio y la flecha en la cual volaba. Aquí el reloj de sol es cera derritiéndose, rechazando la honra en marcar las horas, el estiércol del perezoso nos soterra en la arena movediza... Hasta aquí, Marcgravf; sed ego contra: Grauswinkel, Rovlox, Spix, vuestro reino no es de este mundo, vuestra patria no es Germania ni Bavaria. ¡Tu reino es el reino animal, raer, — el león; tu reino es el reino vegetal, reina, — la rosa; tu reino es el reino mineral, rey, — el oro! Cae en picada la torre con su corona de sextantes y astrolabios hasta el último burgo de casas. Estaba por continuar pero a nadie lees hacer lo que dice. De la multitud de pueblos un largo gemido se levanta confirmando lo que decían del sueño del rey — sus jefes. Por aquí no pasó, de caer del suelo no pasaría. ¡Con cuántos palos se hacen las canoas atlánticas! Si ociosa mente casase con la señora por darse el gusto, el descanso criaba raíces remontándose a la más alta antigüedad como un autóctono pero las lenguas gomeras distribuían ejemplos y mantuvieron las tablas auténticas. ¿Cuál cosa acontece ni ente? El mayor relámpago del astro en el zodíaco de Antyczewsky... Encara con naturalidad. Natura no deja el genio de la lluvia yerre, moja a grandes y a pequeños, secos y mojados, moja lo exacto y lo impreciso y, de dudar mucho, hasta este punto. Ahorita mismo, una pipicito. En un universo impreciso, es preciso ser inexacto, decir siempre casi antes de lo dicho: “casi murió” por “hoy lo entierra”; “casi llueve” por “aprés moi, le déluge”; “casi todo” por decir que entró entero. Miríadas de soles persiguen torbellinos de heliotropos adentrándose por entre los cruzamientos de las cosas: respiro en esa luz un aire estático, respiro y habiendo respirado en la ronda de ese giro, paso y reparo. Siempre que nos fuéramos, ¿engullirá el cáncer de Brasilia todo o el núcleo de orden de la geometría de esas jaulas aquí se impondá? Troya caerá, cayó Vrijburg. Lo real lleno de caries ahí viene. Nunca se vio cosa igual: ningún fraude lo frustra. ¡Nada obsta el proyecto de la materia primera, ninguna carrera lo borra ni detenta barrera que lo corriera! Desde aquí la vida vira a vía. Los monstruos adulteran las vías a fuerza de tachaduras. Los bichos se burlan de los sabios: montan una pieza más perfecta que el laboratorio de la torre de cuyas efemérides es la réplica en efigie. Todo lo que el macaco tiene que hacer es legitimar los duplicados: la facultad retentiva de un papagayo graba cada recorrido de un tatú examinando las raíces en los convexos en la tierra, la lengua del oso hormiguero absorbe hormigas que observan atentas cada fase de la operación. La cobra escruta el casquete de las lupas. ¿A qué di en pensar en eso? ¡Luego esa arquitectura no se justifica! La penumbra de la pereza pesa peñedos en los platillos de la balanza de mi entendimiento, dormir al ruido del azúcar hinchando nuestros tallos de esas cañas, despertar al oír el cascabel sostenido de una cobra. Vislumbres de antorchas por entre las frutas explotan manojos de insecto y hernia. Cada marca vez más cerca del cerca de mi infarto, el peso impulsa el caso del obstáculo. La araña lleva de acá para allá el tiempo que llevé en obtener el tenor de semejantes teoremas. Doy por perdido aquel instante, piedra preciosa en el tesoro de las cronologías. De fumar la boca se llena de tierra y la cabeza de un agua quieta. Ninguna sombra de duda se retrata en el punto en blanco de mi mirabilis fundamentum que no sea indicio de la irrupción de nuevas realidades. ¿Qué signos abrieron las cortinas que separaban mis métodos de las tentaciones de los dioses de estos parajes? Para probarlos en esa piedra de toque, mi pensamiento de choque bate esa piedra, — y el eco es ecuación, repetitivo y monótono. Refleja, devuelve y confiere: carniza de Narciso. ¿Sabés qué pensé? Sé. ¿Vas a tratar lo que yo no consigo? Sigo. ¿Garanto y no niego? Eco. Como es patente, no se pude confiar más ni en este subproducto de las ausencias. Las ninfas que persiguen se obtienen a través del mismo proceso. El verdor con miembros desnudos no sé a quién atribuya. ¿Pareja desgarrada de reses gês? ¿Un error nuestros horrores en la torre? Nada hasta aquí se compara a esas luces de los cuerpos con los rostros que compiten en colorear con armonías del estar la compostura del ir. Juntos ninguno sería el par más primo que jamás hubo sino los próximos dos cada vez más exacto, los cuerpos dando los puntos, mantelando y desmantelando líneas en el nudo impecable de los abrazos mas complejos. Destiló la luz, perdió la ristra. Ya manducan por arrancar un pedazo del fruto del tronco, Adán y Eva, primos patres nostros, deshaciendo la unidad entera del jardín que consistía en sólo fluir. Embellecen a ojos vistas llorando, lengua escupesangre purgando el amargor del pomo. Capté el devío del rayo desde antes del diluvio, — yo, Brasilia y todo, ¿qué fue eso? Un mueble de madera bambolenate parece sacuden. ¿Telecoteco de angola? ¿Nave que flagra? ¿Casa a brasas? Sacudida en los cimientos, ¿obra de un resbalo de pensamientos? Desenteraron la totalidad, todo está sujeto a tal sentencia: el desfalco nuestro hacia la cohesión del flujo del ser, el núcleo libera y nivela los corpúsculos del mal. El toupinambaoults se percata más de un convidado y le comenta del manjar que es, al escabeche, todo arruruz tiene su día menguante; serpientes menos sus pertenencias, el conjunto por el total, ¿conquiendebostedes repartiría? A los que digan – dividen, ¡anatemas en las antenas! ¡Maldición y fuego eterno a los substraedores! Cuando hasta el filtro se macula, ¿quién lo desinmunda? Cuál bautismo fue ese que no derrama agua bastante para lavar mi sífilis. Siento en mí las fuerzas y formas de este mundo, me crecen astas sobre los ojos, el pelo se multiplica, las garras van ganando la punta en los dedos, los dientes me inchan la boca, asomos de fiera, renato fui. ¡Si papá me viese ahora, si mamá mirara hacia acá! Al rey de los animales le coviene sea un animal. Llevo a efecto las condiciones: litigo. Exijo por la presente los homenajes que los circunstantes deben a su centro de atenciones. Quiero la palabra. Hoogh moogh-Heeren, [12] la solicito. No habiendo quien quiera o, resguardadas las susceptibilidades, sepa hacer de ella objeto de los usos de su razón, los toma el hilo yo que tengo un negocio que tratar con ella, y cuanto pretendo decir no dice a vosotros menos respeto. Muchos no y otrosí después, reivindico para mi persona la regencia de esta república de alimañas, significado por una corona de dientes de tatú, un cetro de cuerno a la busca vivo o muerto en cada cabeza de burro y un manto de papos de tucán. Quia nominor Denominante primero y único, en pleno primer decreto de una serie de diez cora tantos adenda entremedio cuantos fueran sumándose. Mercado de bichos. ¡Puja! ¡Se vende un oso hormiguero!, bicho útil en los días inútiles que corren: lengua felina, bandera en la cola y terror de las hormigas. El que lleva un bicho gana un nicho. Compró un oso hormiguero, recibe un oso hormivedista para explicarles el funcionamiento. Cuando hace con la boca así, se está refiriendo a mí. Compró un oso perezoso, puede llevarme que estoy entregado a las ostras hasta la raíz –en la dependencia de una materia pénsil en la perpendicular de la diagonal–, a la muestra de los monstruos hasta la nariz. ¿Al fin digo sino hipótesis desprovistas de cualquier credibilidad? ¿Alguien está pensando en mi entendimiento o ya crié un bicho en la memoria? Yo sé, ¿no lo sabe? Pero las cosas me fueron adversas, como se desprende de esta lista de precios trazada muy de prisa sobre este mapa ensangrentado. Para entender la fábula, tenga la bondad de examinar el mapa anatómico de una hueva. ¿O es de alguna carne, alguna res que comí? El ser es ese espeso definitivo. Precario. O una hierba, ¿el clima de la región y un zoo pueden más que sus reflejos en el espejo inmortal de mi alma? ¿La salvaré? Aquello de Ausonio “quod vitae sectabor iter” los años verdes me lo preguntaron. Y ahora entre toupinambaoults, ¿con cuánto me quedo? ¿Qué piensan los índices respecto de todo eso? ¿El indio piensa? ¿Ge es gente? Aquí, hace diez años, Artyczewsky pere será. Se me ocurre su pensar aún… ¿Y sin pensar más? Con todos aquellos tatuajes, ¿piensa aún? ¿Hombre escrito piensa? Ese pensamiento, por ejemplo, recuso, refuto, repelo, desheredo, tacho, desisto. Los indios comen gente. El pensamiento aquí, es susto. Estos conceptos — los quiero perpetuar, perpetuos en mi memoria — estos sucesos. Demasías. Este mundo. Este mato. Me apuntaron con flechas del almacén aljaba de Zenón. Comen gente, ¿cómo será? Nos sepulten nombre y corazón — un cuerpo, y me ven de súbito el hambre de vorar a Artyczewsky. ¿Llegaré al tiempo de tener sus pensamientos? ¿Sentiré sus males, sufriré sus dolores, qué es lo que hago de sus saberes y haceres? Estos conceptos — los quiero despreciar. Artyczewsky no alcanzará a tener noticias de ellos, no se piensa más en eso. ¿El indio piensa? Eso sí — el indio come a quien piensa. El indio chupándome, pensará estos pensamientos míos, pesará todo mi peso, instantánea parado momento, comiendo sin comentario. Un indio manda la pierna hacia los pechos mirándose cara a cada, ojo a ojo con nuestra cabeza calaveriada. Yo vi con esos ojos de tierra comestibles y este discernimiento que el Señor de todos los raciocinios debe de recoger por entre los círculos de los justos. En Gordio, hablan por nosotros. En el Perigordio, oyen el latido de mi miocardio. ¿Este nudo? Aunque responsable, soy apenas un curioso. A qué época atribuir nuestros tiempos, en qué eras incluirlos, cuánto de nosotros por horas – omitió la edad. En un repentino arrepentimiento, lo que iba a ser ya era. Lo acompaña abocándose al mordisqueo. Cumplió con su deber de ser devorado. ¿O los sucesos siguen otra serie de sendas? Ah, ¡cómo pienso mal! ¡Elefantiasis de mi cógito!... Basuyne des oorloghs!!! [13] Una humareda en los aires. Leviatán se levanta. ¿Están quemando los campos? ¿O es la guerra? ¡Toupinambaoults ad portas! ¿Artycxewsky enfrenta a los brasileños de Parinambouc? Los urubúes comedores de ojos afrontan al sol y se inflaman las pupilas. El humo asume los dolores de parto de las formas de una seta, — incendio de un chibabal y el humo me envuelve… El mundo es oro, se precipita el metal de los incas en el verde de esas plantas, ¡sólo que ese oro mata una garza con sólo engarzarle el sol! Si no, es la flecha de Zenón, la que hace que está yendo pero no, ¡no sé contra quién acomete ese germen por errar como un cometa! Se ceba Aquiles para pescar su pereza. Nada a la flecha puede decirse en censura. El zumbido se me escabulle en el oído a un ronquido de azúcar subiendo por el tallo de las cañas. No, llega, no hay guerra, todo es paz, siempre es sosiengo, sólo esa angustia se asusta: la ocasión reacciona a la razón, ¡con el comandante de la región no se discute! Muerto el asunto y sepultado, me sumerjo en el asunto y me yergo entreviendo todo. Un huevo. Un ego. Un eso de Occam. Agonías del espectáculo, el súmmum del saber. Ninguno sale de aquí sin decir sí, de la sopa a la boca la suma va en aquel ¡arre! Laboro brevis, obscurus fio, fiat six! Miento, además. Dispense. En el centro de la controversia, cuanto más se diga persa, tanto perder hace a la misma fiesta la mejor fase que atraviesa. ¿Es esto un emplasto? En otros lados se ofrecían mejores que las que oficio. ¿Mucho? Está dejándose llevar demasiado por cuestiones de estos someros días, semanas el mundo llevó, quintas aumentadas de cuántos feriados, sextas vibrando por cuántos años-sonido, moviendo cuántos momentos hasta el sábado del descanso eterno, la suprema inercia es la interpretación correcta de la máxima energía. Calcule vagamente cuanto se cogita. Fíjese permanentemente en las irremediables inmediaciones, el monstruo las adultera en las visiones vigentes. Visto, ¿cuál su alcance? Sean y retacean… El pensamiento lábil pasa por un puente colgante de pesadillas: pienso pero no compensa, disperso todo aquello que disponiendo. Pendo: peno, peso, pienso. El fulgor y el hedor alrededor, y yo, mareado con las vueltas de tantos números, ¡heautontimorumenos! Zumban. Ensucian. Rugen . Resuenan. Croan. Silban. Planean. Graznan. Chillan . Hinchan. Susurran. Maúllan. ¡Y se amedrentan! Todos voz, vos. ¡Estaré y estallé, saturé, triumpé, triumpé! ¡Estoy saturado! ¡La quintaesencia aconteciendo! ¡Sublime! ¡Puerta! El ahí, ¡evohé! ¡Touché! ¡Chalassa, Chalassa! ¡El Ente, el ente! ¡Zenón, Zenón, el zenit: el zumsum! ¡Oh, eones, mónadas, el ens! ¡Raya un arcoíris, un cuerno en el Ser, otro cuerno en mí!

 

Notas

[1] En holandés “Freiburg”, la ciudad libre, la Olinda bátava, donde en Pernambuco (Paranimabuca en tupí) Nassau organizó el primer zoológico y jardín botánico con plantas y animales tropicales solamente (1642).

[2] Con “toupinambaoults”, “toupinambauts” los primeros cronistas franceses en el Brasil, Thévet y Léry, atribuyeron con una grafía fantasiosa un nombre a los indios tupinambás, señores de la costa brasilera. Incorporé la fantasiosa ortografía como índice de extrañeza.

[3] Articzewski aut Artixzvski vel Artixzffski sive Arstixoff scilicet Articzewski et Artixzvski ac Artixzffski atque Arstixoff Artizewskue y otras grafías de la época. Krzysztof Arciszewski, noble polaco, matemático, artillero y poeta en lengua latina, exiliado por convicciones luteranas, fue quizá el primeir personaje polaco en la historia del Brasil. Importante cabo de guerra de Nassau y como tantos, mercenario en la nómina de la Companía de las Indias Ocidentales, era militar de vocación, de mucha experiencia, coronel de un regimiento de infantería. Llegó al Brasil al frente de ocho navíos y siete compañías militares. Hombre de confianza de la Compañía , recibió la intendencia general del armamento bátavo en el Brasil, cosa que le generó roces con la autoridad de Nassau quien lo despidió y envió de vuelta a Europa.

[4] “Luneta”, en holandés seiscentista.

[5] “Ciudad de Mauricio”, en holandés seiscentista, como llamaban Olinda en la época.

[6] Occam, el monstruo textual: ver retrato verbal al final del volumen.

[7] Mitrídates, rey del Ponto Euxino, temeroso de los venenos, se habituó a tomarlos todos en dosis homeopáticas, siempre en aumento, hasta volverse inmune a la ponzoña.

[8] Verzuymt Brasilien, “Brasil perdido” en holandés seiscentista.

[9] En tupi quiere decir “oso perezoso”.

[10] Nassau era del signo de Geminis. Los Heeren XIX eran la asamblea suprema de la Compañía de las Indias

Occidentales.

[11] Sabios y artistas que vinieron con Nassau. La Torre era una mezcla de museo y observatorio astronómico desde donde Marcgravf siguió el primer eclipse solar visto en Brasil.

[12] “Señores de la Alteza Míos ” en bátavo arcaico.

[13] “Trompeta de Guerra” en holandés seiscentista.

 

 

 

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