ZUNÁI - Revista de poesia & debates

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EDUARDO AINBINDER

 

 

 

 

ANTECEDENTES SIMIESCOS

 

 

habrá que buscar para dar con el principio,

en el final, con su cuerpo, no se sabe

a qué clase de larvas dará origen.

Entre medio: ¿pasará como Fulan o Mankan

cometiendo todo tipo de aberraciones

de viejo y nuevo cuño en el lapso de una sola vida,

o en un atolladero, en una calle de provincia,

en un instituto de rehabilitación

o en una carrera contra el tiempo,

en el llano o en una cumbre nevada

buscará un subterfugio para no hacer nada,

y al final de la vida elegirá por medio de locomoción

hacerse llevar en brazos?

Por ahora que todavía está en carrera

para ciertas cuestiones escudero muy verde se declara

para otras vira al amarillo por exceso de bilis

y si su nariz se torna colorada

sólo es preparación de la paleta

para su verdadera y espantosa especialidad.

 

 

 

 

TAMBIÉN EN EL INFIERNO

 

Declara el precio cruel de su tesoro

Silvina Ocampo

 

 

al principio era coser y cantar, después declarar

el precio cruel que pagamos por el tesoro

que nunca estuvo escondido

sino en donde poca luz hay.

Algunas interrupciones se dejan ver, otras se esconden.

Hasta lo que se halla escondido entre las plantas

interrumpe nuestra búsqueda.

Y cuando no aparece lo que buscamos

en una esquina o en el fondo de un salón,

cuando no encontramos amor

entonces amamos escondernos,

dejar que salgan a la superficie

otros tesoros del fondo del mar

o desde el centro de la tierra sin gusanos,

nunca estuvo oculto el que buscamos

sino en donde poca luz hay;

¡cochero, lléveme a ese lugar…

donde pueda entrar y pagar por él!

 

 

 

MI DESCUBRIDOR

 

mandó a revisarme a un entomólogo,

quien, con un martillito me pegó unos golpecitos secos

en las articulaciones, para ver si andaba rápido de reflejos

para aplaudir o adherirme a la silbatina general.

Mis reflejos están intactos y en carrera pedestre

rebaso en celo ideológico a mi superior

para ganarme su confianza

volviéndome más ortodoxo que la ortodoxia

y doy a la luz hechos hasta la fecha

no advertidos por mi descubridor:

antes de ser descubierto fui fumigador, también deshollinador

pero no pude ejercer, ya que nadie franqueaba su puerta;

la fealdad genera desconfianza,

y batí record de velocidad en romper el encanto de la cita a ciegas.

Si hoy estoy vivito y coleando sin duda se debe

a la perseverancia y al atrevimiento de mi descubridor.

 

 

 

QUÉ BUENO SERÍA ENCONTRARME

 

por un segundo en esta vida a una perfecta alma gemela

y decirle en un acto de instantánea confraternidad:

“Tanto gusto, me cortaría una de mis enormes y redondas orejas

y te las serviría en bandeja de plata

para que sólo tú las muerdas   

como a una deliciosa galleta”;

un poco endurecida, eso sí,

de tanto escuchar a los viejos, jóvenes y novísimos juglares

recitar lo suyo en amplísimos salones.

Pero qué bueno encontrarme por unos segundos

en esta vida a esa alma gemela

y que un demiurgo al vernos juntos nos salude con cortesía,

aunque piense para sí: “qué par de monstruos”.

¿Y no es acaso cuando el demiurgo intenta reconciliarse

con sus dos criaturas más imbéciles

o cuando un vate le implora al mundo:

“Mundo sé bueno, existe buenamente”

que el anticlímax es terrible?

 

 

 

 

 

 

ANOCHE SALÍ A PATEAR BIEN LEJOS

 

el embrión de toda creación futura

—pues estaba en vena— por lo demás

ya no salgo a buscar interlocutores.

No saldría de mi casa sino para mirar

del lado de afuera de la ventana

como por un telescopio hacia el interior de la casa;

la jaula desde donde una ardilla girando en su rueda

toda simbólica ella me suelta:

“el problema de la mayoría de los mortales

es que no conocen bien sus limitaciones,

si las conocieran no saldrían de sus casas”.

Anoche salí a patear bien lejos el embrión de toda creación futura

y ya que estaba en vena le abrí la jaula a la ardilla

que ipso facto huyó despavorida,

pues ella también lo estaba,

de paso dando lustre a la antigualla

de que las palabras nunca son consecuentes con los actos,

y si no que atestigüe aquel demiurgo

que, al preguntársele en que andaba, respondió:

“Acá estamos, beneficiando a unos, cagando a otros...”

 

 

 

LEITMOTIV

                                                                    

De ninguna manera sentirme perseguido por lo horrendo,

por el contrario: carreras tras la fealdad,

como gimnasia matutina de la que no resultan

endurecimiento de músculos, ni atlético estado

sino orejas salientes, una cabeza

llena de medio-pelos, quizás

órganos vitales en demasía atascados

en un cuerpo en extremo pequeño.

Aunque nunca excesiva familiaridad con lo monstruoso,

tan sólo carreras tras la fealdad

sin echarle el guante, sin extender los brazos

para alcanzar el objetivo;

alcanzarlo sería pasar

de darles de comer a las fieras de la propia mano

a que brazos extendidos sean su alimento.

 

 

 

¿ACASO SE MULTIPLICARÁN

 

como los males y las pestes?

No, odiada y odiado hasta ser uno solo,

ya no susceptible de adoptar cualquier forma,

ni siquiera la infancia o una vida anterior

recuerdan su antigua forma humana

cuando la madre de todas las cosas

ya era lo que es hoy:

una anciana requetevieja

a la que no se le ven los ojos ni la cara,

arrastra los pies y como encorva cada vez más el lomo

cada tanto hay que gritarle: ¡Párese derecha!

Odiada en el odiado

dirige a la madre de todas las cosas

la suma de su odio, detesta lo disperso

y también a quienes juntan palabras.

*

 

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