FERNANDO GIOIA
Mi escritura comienza a
Henri Michaux
(un cauce
(multiplicidad) constante
en cada axioma
fluye (el encadenamiento) de sentidos
alud: nuestra esfera
la pluma recién salida
del instantáneo refugio
no alcanza la visión
desde la cumbre sin el
imán que rompe
el eclipse por primera vez
la existencia entre
un infinito y otro
infinito esencial una vacilación
peldaño de las contradicciones
nuestra balanza (rota)
la edad del tiempo
donde se guarda
lo perdido y
el fortuito abrazo
del afuera
el sortilegio en los ojos
de tus labios
lo verdadero del cielo
busca un crepúsculo
para mostrar el rostro:
semblante que mana
caudales en el doblez
de ese espejo
tus cabellos son
senderos de viento
principio y fin
en el medio
del agua... el sexo
el incendio de las fuentes
nos refleja (antes y
después) me desvanece
la voz (nos quedamos
callados para imaginarnos)
ningún sonido
ningún contorno
eran los constelados
impulsos? reverdecen
de los tallos
no nacidos?
en ninguna parte
somos— el abanico de
plegarias
cuando tendimos
una mano contra esa dispersión
(¿quién nos llama?)
el cúmulo estelar alrededor
del paso sedante
de la música ¿un poema?
nos dice su esencia que callada
mente yace habitando la mácula?
como los trasiegos
llevan a diferentes pasajes
la flor y la llaga
donde esa estación
es más real?
ante el nudo des
atado de la sombra
(no pienses en ella)
solo arroja un sueño
glacial en su pecho
(mientras nuestro minuto
aprende de lo efímero
cuando es demasiado tarde)
confusamente
detenemos algún viaje
hacia el fuego mutable
la flamígera tierra
sin huellas
te encuentras
entre el tacto del río
y escribes el día
la noche entonces
es parte de las piedras
que arraigan tu cauce?
sustancias del cambio
un ánfora de inquietudes
en tu luz (¿el olaje
puro?) el sol abandona la marea la pálida
oscuridad ¿dónde recoge
silencios el crepúsculo?
¿bajo los flotantes muelles
éramos otra forma?
así arrojas el otoño
y vuelve la ceremonia
de los delgados círculos
la razón melancólica
que bordea un jardín
al comenzar ese otoño
(la perpetuidad
de extraviarnos
sin mirar el espejo)
los límites de la tierra
la advertencia de tus pasos
llama al reposo
que amontona los rostros
una duda de briznas
enternece el rumbo del agua
(sumerge la sentencia
del creciente anzuelo)
un pez esparce el reflejo
(la sed que nos ciega
frente a la última gota)
la intemperie desborda
un puñado de abismos
mientras fluye la noche
sobre la corriente
suelta (entre) la niebla
la hipnotizada iris
el pretexto de las luces
que apagan con (las sombras)
la simetría de la soledad
el desdén o llanura del mapa
hacia la confusión
(¿sangra?) la boca del abismo
forzada a disolverse
en la tranquilidad
interrogación (una respuesta)
el costado de la luz
(no caigas en ella) en su ánimo
el polen inspira el instante
sideral hijo de lo intrínseco
la crisálida la paciencia
(el dolor) inmenso de
lirio bajo ese rostro cuando
nos paseamos sin pensarlo
por la disimulada que contradice
despierta (en la superficie) de
lo escrito el agua borra
con su leve paciencia
la noche nunca vista
del sino (nos miramos)
perdiendo la invitación
de las fuentes (las dos caras)
del oráculo son las mismas
que forman y desforman
nuestro entendimiento
el fruto (del corazón) más ínfimo
se desliza la miel en la ciénaga
de tus ojos la metafísica
(indescriptible) encuentra
la moldura (lo que se siente) cuando
el tiempo y el espacio se pierden
cuando el agua manifiesta
sinópticos intervalos sin dejar
una huella sin hacer el gesto
de un comienzo
vacilante tiendes
el péndulo que no toca
el tiempo sobre lo efímero
(la muralla) se demora y
sigue el trazo (sin fin)
(¿el tiempo?) seguirá
sobre el revés entre
los párpados de la canción
la viñeta enloquecida quiere
repetir sin palabras la voz
con la presencia crepuscular
(estamos en el medio de todo)
lo cercano y lo lejano
infinitas distancias la meta
morfosis de la existencia
la piedra del aroma de la montaña
(todo) las poses del viento entre
los árboles del sueño lo real
sin motivo necesario
hizo el viaje
permanece visible cerca de la atmósfera
( ) adivinanza del plumaje
la danza de las nubes rosadas
de la estrella errante
entrelazada chispa
sobre el lago el rocío
se convierte mientras se oculta:
paradoja del naufragio origen del
origen (¿el final?) huidizo
llamado (el límite intangible)
extraviada (nos dispersa) una simiente
el tardío reverdecer (escúchala)
a través del laberinto la (armónica)
salida ha dejado distintas puertas
abiertas al mismo lugar
donde desfallece el sonido
mi huella (regresa) a tu huella
(yo espero) la semejanza olvidada
(¿estuvimos?) ¿suspendidos con el
equilibrio de las cosas?
desenfrenados vuelos sacuden
cada ronda el temblor
(¿las ilusiones?) el ave de la ascensión
el punto inagotable del diadema
transfigura la agonía desaparece
sobre el espejo con los labios de agua
el oleaje su enumeración incesante
los motivos que emigran
(aunque no existan)
doblegan ese misterio
constelación de seres
(al amanecer) infinidades de causas
(lo que no lleva el nombre) premonición que
se antepone de repente (inex
plicable) turbulencia en todos los horizontes
la dimensión originaria (transcurre)
tal vez es el origen
lo que en el devenir se juega (o no)
los cuerpos que perfilan el signáculo
hacia la armonía de los vientos
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Fernando Gioia nasceu em Buenos Aires, em 1980. Publicou Intentos (1999) e Retazos de lo mismo (2001). Inéditos: Agua y Sunal sur.
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