ZUNÁI - Revista de poesia & debates

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ALFREDO FRESSIA

 

 

 

 

PLACE DES VOSGES

Futuro era el de antes, el del tiempo de mis quince años. Todas las noches me gasto las suelas de los zapatos caminando hasta la plaza Matriz, y me siento a esperar el futuro. Vení, comprá maníes con chocolate y sentate. Las mujeres que fuman ya me conocen. Yo no, todavía no me conozco. Y tampoco miro a nadie, ni a nada. Como maníes con chocolate. ¿Espera a alguien? Sí, al futuro. Respiro hondo, sentado del lado de la Catedral, de espaldas a la calle Sarandí. Todas las noches, soy asiduo y puntual. Sé que cuando el futuro aparezca, vendrá volando por atrás del Cabildo. Una ráfaga, y yo lo atraparé en mis pulmones y me llevará leve como en un globo, lejos de la plaza. La noche está fresca, llovió de tarde. ¿Y hoy, llegó? No, debe estar atrasado, viene de muy antes. Los maníes con chocolate me pesan como una piedra. Y me miro los zapatos, desamparados.


TEOREMA

Entendámonos. Visto que el presente es el futuro del pasado (así: P=F/P’), y considerando que el futuro también es futuro del pasado (F=F/P’), se concluye que Presente = Futuro, lo que no demuestra absolutamente nada fuera de Montevideo.


GÉNESIS

Antes era el futuro, y antes

todavía

del primer minuto de la primera célula

había todavía había

la eternidad, y sin entonces

por aquel entonces el futuro

era un error.

Antes del futuro, existía una playa llena de latas vacías de cerveza, una noche de calor con una enorme luna llena, pesada y amarilla. A la playa llegaba el murmullo de boleros de los cabarets irrespirables de humo y olor a ron. En el escenario una strip-teaser imitaba, lánguida, a María Félix y Lucho Gatica cantaba Quizás, quizás, quizás... Y entonces hubo el filtro. Como el de Tristán e Isolda, el error. Y el futuro dijo: Yo soy el futuro. Y fue una ópera. Pero todavía sin cantantes. Y había copas de champán en manos brillantes. Pero de yeso. Y empezó una danza bajo arañas de cristal iluminado. Pero sin música. Y cuando estaba todo preparado y en el silencio nadie se acordaba más de la playa abandonada, el futuro empezó.

Y el pasado al futuro sucumbía

estruendosamente nuevo y fresco y lozano

y otra vez nuevo y fresco y lozano

y otra vez y hecho siempre

miedo, deseo, mierda, muerte.


LA PAREJA

Eran rubios y pálidos y en Navidad

bailaban, solos, ellos, el aire.

Como ciegos, se olvidaban de sus ojos

como miel, y se mecían por la frágil

Navidad de flores blancas y grandes

y nocturnas, pacientemente eternas

y el aire indiferente y el mundo

ajeno a sus objetos, tan altos los dos cuerpos:

un regalo de Dios, demasiado solemne

o insomne e impotente si él la acariciase

para llamar al sueño, y continuaban

el baile solitario, y se morían

sin prole olvidadiza.


CIRCULAR

Una vez el señor Pi salió por una tangente de su sólida casa redonda y penetró en el futuro antes que los demás. Volvió pálido y dijo: “Estuve en el futuro”. “¿Y cómo es?”, le preguntaban. “No sé, el futuro es oscuro. No se ve nada porque el sol no sale en el futuro, los relojes no marcan todavía la hora y, aunque la marcaran, no se vería porque todo es negro como la noche. No vi nada en el futuro y me asusté”. Desde entonces, el señor Pi limitó sus salidas a las estrictamente indispensables, siempre dentro de su radio, y nunca más salió de casa sin antes consultar su horóscopo.


ADVERTENCIA

El futuro cansa y pone de mal humor. Da ganas de fumar. Era obvio que el pasado tendría un futuro porque tener futuro ya es pasado. Como el cigarrillo, el futuro también es anacrónico y perjudicial para la salud.


AMENIDAD

A fuerza de futuro, las iras, envejecidas, se vuelven tristeza. Los héroes más bravíos sólo son héroes en el pasado. Atila, que marchó devastador entre los hunos, pasea en el futuro entre los otros, dócil, servicial, obediente. Académico, real, el futuro limpia, pule, da esplendor.


ORO DEL RHIN

¿El futuro será una ilusión?

El futuro es una ilusión.

(El futuro fue una ilusión)

Todo lo cual no pasa de una impertinencia.


PRO MEMORIA

Oyó decir que somos esclavos de las palabras que pronunciamos y dueños de las que callamos. Entonces decidió que en el futuro nunca sería esclavo. Y ya no profirió opiniones, lo que en Montevideo tiene siempre alguna utilidad. Para ser un verdadero amo en el futuro, edificó opiniones completas como sistemas filosóficos, sobre la vida y el mundo, sobre sí mismo y los otros. Autocrítico, opinó en secreto sobre la sabiduría de sus opiniones. Nadie supo si las consideró siempre sabias, si con el paso del tiempo abandonó algunas, si reivindicó otras. Se preparó para morir como un gran señor. No dejó rastros.


BÉSAME MUCHO

Así: él, que tanto me había amado,

se casó con ella

pero me dejó por otro.

¿Qué te hice después

que no me olvido?


LA ESPADA ENTERRADA

El futuro es una espada enterrada en el corazón del mundo. Nace filoso entre los sentimientos que excitaron la conciencia de los que después callaron. Implacables, las estaciones se suceden y lo ahondan, hasta el centro de la tierra, hasta ahogarlo. Cuando estalla, mata como un volcán.


 


ALFREDO Y YO

Duerme bajo el firmamento

la paciente flora del invierno.

Yo también duermo en mi cuarto de pobre.

Del lado ciego de la almohada

otro Alfredo tirita, es un ala

o una sombra que prendí al alfiler

entre las hojas de herbario, un insomne

aprisionado en las nervaduras,

mi fantasma transparente.

¿Qué haré contigo, Alfredo?

Afuera pasará un dromedario

por el ojo de la aguja, un milagro,

la larga letanía de tus santos

para escapar del laberinto,

tocar el infinito herido por la flecha

en la constelación de Sagitario

y siempre la tortuga en tu poema

ganaba la carrera.

Sobrevivo a cada noche

como un potro celeste

nutrido con alfalfa y con estrellas

mientras tú, Alfredo, hueles a hierbas viejas

en el cajón atiborrado de secretos.

Yo te olvido al despertar, sigo mi busca

obstinada en el pajar del mundo

y te reencuentro en la almohada

pinchado al otro lado de mi sueño.


NUGATORIA

Te desafió la nuez, latía

tras la cáscara guerrera, un yelmo inmemorial

deslizando sobre el hule de la mesa.

La despensa huele a paraíso y apenas había yuyos

secos de la infancia, dientes de leche

en el estuche repujado con la piel de una serpiente

como recuerdo de batallas engañosas.

Te tientan las manos expertas en degüellos,

viejas guerras de amor, el ávido vaivén

en las nueces frágiles de Adán.

Será certero el golpe, sólo añicos belicosos,

cabeza rota de la nuez o la inocencia.

Y es pulpa amarga el corazón del fruto,

el que llegó con moho en las arrugas, tarde

a la cosecha de los hijos de Eva, los del polvo

que acecha en el regusto de una nuez.


POETA EN EL EDÉN

No, Señor,

nunca huiré del Paraíso, tengo en mí

la leche eterna de los padres y los hijos,

y escribo poemas para la nostalgia.

No, Señor,

nunca seguiré el rumbo imprudente

de los cuatro ríos, el que impele a los nautas

hacia el mar de monstruosas criaturas.

Habían podado las ramas de oro

que brillaban en el árbol de la vida.

Y ahora me llaman como almas.

No, Señor,

nunca comeré del árbol prohibido.

Apreté tantas veces en mi mano

las frutas suculentas. Aspiro

los perfumes seductores,

Et d´autres, corrompus, riches et triomphants—

Nada sabes de mis íntimos

paraísos artificiales, y te ofrezco las costillas

húmedas y turgentes

para que sigas modelando al mundo

mientras duermo.

Soy un niño inmenso

escribiendo dócilmente en el barro del Edén.

Tengo un muñeco de porcelana blanca.

Balbucea.


ENVIDIA

Moto perpetuo

un telón de fondo con Edén

desteñido. El envidioso y yo

tendidos sobre el césped. Fingimos cierta gloria

o digamos, un picnic con sardinas. Sagrado

era el pan. Yo festejo el día de la creación

con vino de agujas grueso. Él anhela

un Arco de Triunfo del desquite eterno.

¿Bebes?, ofrezco. Con el abridor de latas en la mano

recorto la palidez de la envidia. Dio gusto el odio

consumado, parecía el amor, con serpiente perseverante

enroscada en el neón: Next Paradise.

Entre el infierno verde de utilería

él volverá a posar para la foto con la presa.

Me distraigo leyendo versos graves

y oigo palpitar la lata de sardinas.

Sé que el flash me eterniza preso a una sonrisa,

dientes como barrotes: yo observo tras ellos


un telón de fondo con Edén

desteñido. El envidioso y yo

tendidos sobre el césped. Fingimos cierta gloria

o digamos, un picnic con sardinas. Sagrado

era el pan. Yo festejo el día de la creación

con vino de agujas grueso. Él anhela

un Arco de Triunfo del desquite eterno.

¿Bebes?, ofrezco. Con el abridor de latas en la mano

recorto la palidez de la envidia. Dio gusto el odio

consumado, parecía el amor, con serpiente perseverante

enroscada en el neón: Next Paradise.

Entre el infierno verde de utilería

él volverá a posar para la foto con la presa.

Me distraigo leyendo versos graves

y oigo palpitar la lata de sardinas.

Sé que el flash me eterniza preso a una sonrisa,

dientes como barrotes: yo observo tras ellos


un telón de fondo con Edén


ABEL

Juegan los dos niños. Hermano mío

tan exacto será el crimen, a ti

cabrán estas ciudades y los hijos,

y nos reiremos casi mareados

del carrousel. Dimos vuelta a los ríos

del Edén y vimos girar el globo

terrestre en el pupitre, un ecuador

obeso crujía sobre la esfera,

el calambre en la costilla de Adán.

Era como un vértigo, como un viaje

de regreso obediente rumbo al vientre.

Yo rumiaré con gratitud el pasto

de los nacidos para morir. Tú

trazarás con el compás ese círculo

donde otra vez me hundo. Hermano mío,

guardé el borrón de sangre prometida

en los lentos cuadernos de la infancia,

o eran pergaminos, piel mortal, versos.

Sólo quedó la bóveda del cráneo

y esa estrella solitaria. ¿Qué mira?


CALLE RONDEAU

Fue cuando descendía por la calle Rondeau,

ocupo mi cuerpo como si él fuera un arcano.

Supe que entre el exilio

y la sinuosa ceremonia del exilio

huye el poema, resbala

Rondeau abajo

y yo lo sigo, lo acecho

hasta llegar al mar como a un destino.

Le hice tantas preguntas, sentado

al borde de los muelles. Me miro

los pies descalzos mientras oigo

mis preguntas deslizarse a mis espaldas

sobre la certeza silenciosa de los rieles

y la respuesta de los durmientes.

Practiqué muchos años

la ceremonia del té

y ahora desciendo la calle Rondeau,

soy recóndito, llevo

los hijos que no tuve arropados bajo el saco.

Los protejo de ese viento del mar

que hunde en la bruma el viaje persistente de los genes.

Sólo después cruzaré Agraciada

y tendré que reconstruir la calle Rondeau,

como si volviera a los nísperos de la infancia

o los del insomnio. Correré

sobre el cordón de la vereda

y pasarán la zapatería La Molicie,

la ferretería La Fuerza del Destino,

la marmolería El Pensamiento,

y Cecilia me contará de la carbonería La Venus de Milo,

la vez que la asustó el camafeo gigante.


Yo sabía que alguien me acechaba,

alguien me observa frente al mar

porque soy y seré sin para qué, soy

más allá de la gracia de un Dios

y de las obras, como los corales

que no existen en la bahía

de Montevideo,

o como yo mismo

que tampoco existo

bajando la calle Rondeau

por mi cuenta y riesgo

sin otra red para saltar los años

y la calle Agraciada

sino este amuleto que compongo,

como si fuera un poema,

entre el té y las rosas té,

la íntima ceremonia de los rosales

hundidos en el mar

adonde hoy llego como la noche,

como los siglos,

como Antonio Luis Cortés Varela

y María Angélica Zambroni García

llegaron en un tren del 10 de mayo de 1966

para que él la besara, y después mamaba

en sus senos antiguos,

la asía con sus brazos

tensos de obediencia y mundo, apretaba

la palanca del tiempo,

cavaba con el pene, con los dedos, con la boca

como para hundirse en un tiempo

sin tiempo en que flotaba,

tal vez el mismo vientre, o aun antes,

y lloraba

de placer, decía,

lloraba frente al cuerpo

intransponible y dócil

y el coral del semen se le abría

para entregar la semilla que si germinara

haría nacer al mismo hombre

que baja la misma calle Rondeau,

siempre el mismo, desde la caverna

o antes. O desde las bóvedas de la ciudadela,

adonde ahora me refugio, acuno

a mis hijos no nacidos

y me abrazo a las rodillas

de todas las estatuas en la estación central

para que no me expulsen, ni impregnen mi tierra con sal estéril

ni maldigan otra vez mi estirpe

por las siete generaciones

que vigilan mi poema

y vuelva a cumplir mi ceremonia.

 

 

*

 

Alfredo Fressia nasceu em Montevidéu, Uruguai, em 1948. É poeta, cronista, tradutor e crítico literário. Desde 1976 reside em São Paulo. Sua obra poética –começada em 1973- foi traduzida a várias línguas e tem recebido diversos prêmios. Seu livro de poemas mais recente é Senryu ou El árbol de las sílabas, Montevidéu, 2008, Prêmio Bartolomé Hidalgo. Em 2009 apareceu seu livro de crônicas e memórias Ciudad de papel e em 2010 a antologia Canto desalojado (São Paulo, Lumme Editor).

 

Leia também um ensaio sobre o autor.

*

 

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