HABÍA TOMADO LA DOSIS DE AYAWASKA
que mi maestro me recomendó
vomitado
recalado en una habitación
pequeña
la de la niñez
los recuerdos del campo
me dejaron sensaciones en la boca
nísperos
y una herida al tratar
de removerlos de mi estómago
había quedado limpia de todo
o al menos era eso lo que sentí
y caminaba a mi casa
con la indiferencia del vacío
con el vacío de la indiferencia
a mi casa que desde aquí
es el vacío
y un punto
al que algún día yo
regresaré
Corrían a esa hora
porque era el único tiempo
que les quedaba libre
sus cabellos rasguñaban la profundidad
color mate del Malecón
la electricidad dibujada en el fondo del mar
la velocidad de los autos
en el espejismo de los ojos
corrían
yo simplemente caminaba a mi casa
pensando en la precariedad
de los techos de Lima
hundida en las diferentes ventanas
sobre las que cuelgan adornos
de una navidad de plástico
corrían a esa hora
aunque una se quejaba de las várices
corrían por todo el tiempo que les quedará
sin moverse
por toda la ropa que tendrán que planchar
por toda la caca que tendrán que removerle al niño
corredoras
trabajadoras del hogar
LLOVÍA
pero era el calor el que nos hacía agua
el cuerpo
llovía
y no había lugar para un alma más en el bar
por eso tomamos las calles
pedimos empanadas de queso y cerveza
llovía
y tan solo algunos pocos letreros
conseguían brillar:
Osip:
bar bohemio en el centro de
la ciudad de Porto Alegre
neonazis
y anarquistas se enfrentan
a botellazos
bajo una eternidad de árboles
en una eternidad de sombras
los muchachos cantaban y daban vivas a la revolución
dábamos vivas a la revolución
a la lluvia
que no nos dejará pasar
a los teléfonos celulares
que no cesan
no paran de llamar
preguntando cómo llegar al Osip
bar de bohemios y soñadores
en Porto Alegre
hasta que escuchamos
algo más contundente
sobre el amor
y la piel cansada
después del amor
y volvía la lluvia con más fuerza
y el retrato de Osip Mandelstam
refulgía como un icono ruso
más dorado y viejo
tras un centenar de cervezas
y el amor empezaba a surtir efecto entre
nuestras manos
comenzaba a arder como un mechero
en el corazón
casi
había conseguido fundir
nuestras armaduras
nuestras más profundas
oscilaciones
y defensas
Osip:
bar bohemio en el centro de
la ciudad de Porto Alegre
no lo olvides
LOS GRITOS DE LAS URRACAS
de pie en el horizonte
siento que la cabaña va a derrumbarse
¿caerán los cocoteros
sobre algún desprevenido bañista?
¿aquel israelí dejará de cantar?
en unas horas debo tomar el tren que me devolverá
a Delhi
dejar el sol
la villa de turistas
los pantalones rayados
volaré sobre un mar
de botellas plásticas
vendedores de incienso
y una geografía
que nos dará de beber algo
que nos dejará silenciosos
ellos tomarán sus motos y sus chicas rubias
arrastrarán el sol bajo sus pies
yo volveré a Delhi
siguiendo el arco iris
de los anuncios de publicidad
los rickshaws
que alegremente
aletean en las esquinas
acompañaré la fragilidad de las
muchachas que van a la escuela
caminando en medio de la pista
como si no supieran a dónde ir.