VERÓNICA VOLKOW
PETICIÓN
Dame la humildad del ala y de lo leve,
de lo que pasa suave
y suelta el ancla,
la despedida ingrávida,
y el abandono al vuelo,
la cicatriz que avanza
como ala en su desierto
Dame la humildad del alma
sin cuerpo y ya sin cosas.
Ser la poesía y su luz,
tan sólo la poesía
y la región más de aire,
inaccesible al desastre.
Dame la luz sin límites
acechando adentro
y la noche que soy también y el barro,
con la estrella distante
que la sed no sacia.
Dame la humildad que suelte las cadenas,
la verdad que desnuda
el polvo, el hueso que me fraguan.
Sólo en lo que soy caigo,
me derrumbo.
Déjame andar sin equipaje,
leve,
abierta al horizonte.
LABERINTO
Quisiera ser volando
sólo en el viento seña
frágil dibujo que encendida ando
y en sumergida sombra,
mirada plena.
Con mi vida escribo
las huellas de una estrella,
bajo una muda noche amanecida.
Hay un vuelo que abre
la luz en lo interno
un caminar sensible
del corazón despierto.
FONDO
A Octavio Paz
La conciencia se llamó dolor,
y dar a luz fue así
porque somos tierra
y la tierra no acata sin la herida.
Le surgieron ojos al desastre
y algo que parece un alma
y ganas de pies y brazos
para libertades nuevas.
La conciencia fue la herida
pero también el ala
amanecida del desastre.
La luz del cielo es otorgada,
no sé porqué en la tierra
nos cuesta un sacrificio,
como si tuviera que nacerse,
salir de la sangre nuevamente,
afirmarse en el espacio de lo interno
cual si tuviera que inventarse
-no existiera.
El fuego nos despoja,
y el águila tan alta lastima nuestra entraña,
Y llevar fuego adentro
o ser águila en algún cielo
exige la renuncia
de lo que no es luz, ni vuelo.
LA STELLA
Hay que envolverlos con amor de luz,
porque la luz te ama,
la luz es ala para el alma
y despliega a la semilla en su belleza.
Como a una rosa
abre la luz todos los pliegues
y la dulzura es llave
de hondura en cualquier sitio.
Una capullo de luz pido para ella,
una cuna de luz
que tanto la ama.
Brilla tan intensamente el alma
por debajo y dentro,
ya te ocupa.
De su propia inmensidad fulge la estrella,
pero en la noche aguarda.
La estrella hacia sí,
hacia su adentro vuela
y allá es otra, espaciosa y nueva.
La noche es un camino que desnuda el alma,
joya infinita te revela.
LOS ÁNGELES
Vienen los ángeles del aire
como la voz y las palabras.
Quedan sólo un instante, luego parten.
¿En sitios más tenues persisten
inexistentes quizás,
aunque también eternos?
En la tierra hay semillas, caracoles
que despliegan su entraña lentamente,
y como por explosiones desde sí mismos crecen,
y se van dando a luz parte con parte.
Como un Atlas la tierra
se carga a sí sobre su espalda
y sus torres avanzadas tienen
desde los pies que recordarse.
Piedra y ladrillo son insomnes,
no es del olvido la tierra, no,
memoria esforzada es levantarse.
Tuvo el árbol en sí que hallar sustento,
el tigre entre la sangre,
el hombre en su cuidado.
Mas se muere de pronto
cuando el aire ya deja
por dentro de habitarnos.
La torre se derrumba entre las piedras,
si la ambición de un cielo no la alza.
¿En qué otra parte se halla lo súbito del aire?
lo que existe sin causas,
primer motor, como por sola gracia?
A los ángeles uno los absorbe,
vienen cual viento y nos habitan
la carne o el pensamiento,
se quedan un instante, luego parten,
pero quedamos como encendidos de algo
infinitamente en el centro luminosos.
Los que vinieron y ya no están,
no son como los ángeles,
pasan por nuestra vida
y labran,
nos dejan una historia
que trabaja su luz difícilmente.
*
Verónica Volkow Fernández, poeta mexicana, publicou vários livros de poesia: La Sibila de Cumas (1974); Litoral de tinta (1979); El inicio (1983); Los caminos (1989); Litoral de tinta y otros poemas (2006), entre outros títulos. É doutora em Letras e professora universitaria na UNAM. Recebeu em 2005 o prêmio José Revueltas de Ensaio literário pelo texto El retrato de Jorge Cuesta de próxima aparición en Siglo XXI. |