LA HERRUMBRE DEL ROSTRO
Desciende, ser, siente
el polvo que gime en la herrumbre del rostro.
Siente la brisa pulverizada en lágrimas, del rostro,
siente el
sabor de las cadenas.
"Animal entre los hombres, conoces bien tus límites,
el rigor de
las necesidades".
Y todo lo que deseaba, la fruta roja, la dulce mezcolanza,
al
punto
Se le concedía ¡ah! bajo olas oscuras que agitaban
el cielo.
Sabes que vives enredado
en la maraña de una imaginación despierta
siempre
Y sacudida por millones de átomos que sangran al chocar,
Y chocan, se desprenden, chocan, se desprenden, todas las
formas en su más intima sustancia.
¿Opondrás a la muerte una máscara irónica,
apenada, hastiada,
espantada?
¿Te dolerá perderlo todo, lo vivido y lo soñado,
lo que pudo
ser, lo que no debió ser?
El engaño teñirá tus pupilas sobre un
piso que se desmorona a cada
paso,
Y perderás uno a uno los dientes, los escrúpulos,
y la belleza
Será sólo un recuerdo y un ansia, un recuerdo
y un ansia, sin
objeto.
Es fría la tarde,
y los miembros desnudos que la imaginación
recorre
Son agua fresca entre los dedos torpes, y no hay nada, nada
que
esperar.
Ir detrás de la
sensación, por la sensación y el cansancio,
Y la sensación que siempre se pierde más allá
de la puerta:
"No esperábamos mucho, pero hasta ese poco nos
ha sido negado.
Somos
Esos barcos encallados en la roca por la feroz tormenta, esas
casas de piedra que el tiempo desmorona,
Y entre cuyos escombros huesos secos se hacinan".
Desciende, ser, toca tus
bajos fondos. Escucha el viento que silba
en las cabezas huecas.
"Déjame pastar en el abrevadero de tu cuerpo.
Déjame figurar entre
los rostros cuyos cuerpos amas".
Desciende más, siente el polvo que gime en la herrumbre
del rostro.
¿Nos zumban los
oídos o es el mundo el que zumba?
¿Qué sensación se aprieta en nuestros
músculos, contrae levemente
nuestras pieles,
Se anuncia y nos recuerda que permaneceremos sobre la tierra
negra?
El mar azulino rebrilla en la distancia de los ojos.
El sol todo lo toca: las olas, las playas y las rocas.
¿Qué cadáver husmea en los rincones?
El recuerdo de un rostro que los años cuartearon en
el polvo,
La mirada congelada de espanto, el vacío más
profundo y más blanco.
Cargas la barca de leños
demasiado pesados. La corriente
cristalina de tu espalda arrastra flores y hojas secas
Entre paredes tapizadas de verdura.
Limitado, separado del resto, clausurado, caminas mirando
las
veredas,
Los parques, las esquinas, absorto en el fluir de carros
y de rostros ambiguos en su expresión de
agitado cansancio.
Argollas, brasas cristalinas, aprietan carne contra carne,
y del
choque el humus negro reverdece.
¿Vivirás
entonces? ¿Alguien te tenderá la mano sin el
cuerpo,
el cuerpo, sin la mano?