MINERVA DEFINE EL
MAR
Proserpina extrae
la flor
de la raíz moviente del infierno,
y el soterrado cangrejo asciende
a la cantidad mirada del pistilo.
Minerva ciñe y distribuye
y el mar bruñe y desordena.
Y el cangrejo que
trae una corona.
La batidora espuma,
la anémona
desentrañando su reloj nocturno,
la aleta pectoral del Ida nadador.
Su pecho, delfín sobredorado,
cuchillo de la aurora.
Ciegos los peces de la gruta,
enmarañan, saltan, enmascaran,
precipitan las ordenanzas áureas
de la diosa, paloma manadora.
Entre columnas rodadas por las algosas
sierpes, los escondrijos de las arengas
entreabren los labios bifurcados
en la flor remando sus contornos
y el espejo cerrando el dominó
grabado en la puerta cavernosa.
Su relámpago es el árbol
en la noche y su mirada
es la araña azul que diseña
estalactitas en su ocaso.
Acampan en el Eros
cognocente,
el mar prolonga los corderos
de las ruinas dobladas al salobre.
Y al redoble de los dentados peces,
el cangrejo que trae una corona.
Caduceo de sierpes y ramajes,
el mar frente al espejo,
su silencioso combate de reflejos
desdeña todo ultraje
del nadador lanzado a la marina
para moler harina fina.
Lanzando el rostro en aguas del espejo
interroga los cimbreantes
trinos del colibrí y el ballenato.
El dedo y el dado
apuntalan el azar,
la eternidad en su gotear
y el falso temblor del múrice disecado.
El mascarón de la Minerva
Y el graznar
de las ruinas en su corintio
deletrear,
burlan la sal quemando las entrañas del mar.
El bailarín
se extiende con la flor
fría en la boca del pez,
se extiende entre las rocas
y no llega al mar.
Roto el mascarón de la Minerva,
rota la cariciosa llanura de la frente
y el casco cubriendo los huevos de tortuga.
Subía sobre la hoguera de la danza,
extendido el bailarín sumado con la flor,
no pudo tocar el mar,
cortado el fuego por la mano del espejo.
Sin invocarte, máscara golpeada de Minerva,
sigue distribuyendo corderos de la espuma.
Escalera entre la flor y el espejo,
la araña abriendo el árbol en la noche,
no pudo llegar al mar.
Y el cangrejo que
trae una corona.
MINERVA DEFINE O
MAR
Prosérpina extrai
a flor
da raiz movente do inferno,
e o soterrado caranguejo sobe
à quantidade visada do pistilo.
Minerva cinge e distribui
e o mar brune e desordena.
E o caranguejo que traz
uma coroa.
A golpeante espuma,
a anêmona
desentranhando seu relógio noturno,
a aleta peitoral do Ida nadador.
Seu peito, golfinho sobredourado,
punhal da aurora.
Cegos os peixes da gruta,
enredam-se, saltam, encobrem,
precipitam as ordenanças áureas
da deusa, pomba manante.
Entre colunas envoltas pelas algosas
serpentes, os esconderijos das arengas
entreabrem os lábios bifurcados
na flor remando seus contornos
e o espelho encerrando o dominó
gravado na porta cavernosa.
Seu relâmpago é a árvore
na noite e seu olhar
é a aranha azul que desenha
estalactites em seu ocaso.
Acampam no Eros cognoscente,
o mar prolonga os cordeiros
das ruínas dobradas ao salobre.
E ao redobrar dos dentados peixes,
o caranguejo que traz uma coroa.
Caduceu de serpentes e ramagens,
o mar frente ao espelho,
seu silencioso combate de reflexos
desdenha todo ultraje
do nadador lançado à costa marinha
para moer farinha fina.
Lançando o rosto em águas do espelho
interroga os ondulantes
trinos do colibri e do baleote.
O dedo e o dado
escoram o azar,
a eternidade em seu gotejar
e o falso tremor do múrice dissecado.
A figura de proa da Minerva
e o grasnar
das ruínas em seu coríntio
soletrar,
burlam o sal queimando as entranhas do mar.
O bailarino se estende
com a flor
fria na boca do peixe,
se estende entre as rochas
e não chega ao mar.
Rota a carranca da Minerva,
rota a cariciosa planura da fronte
e o casco cobrindo os ovos de tartaruga.
Subia sobre a fogueira da dança,
estendido o bailarino somado com a flor,
não pôde tocar o mar,
cortado o fogo pela mão do espelho.
Sem invocar-te, máscara golpeada de Minerva,
segue distribuindo cordeiros da espuma.
Escada entre a flor e o espelho,
a aranha abrindo a árvore na noite,
não pôde chegar ao mar.
E o caranguejo que traz
uma coroa.
(Tradução:
Luiz Roberto Guedes)
LOS FRAGMENTOS DE
LA NOCHE
Cómo aislar
los fragmentos de la noche
para apretar algo con las manos,
como la liebre penetra en su oscuridad
separando dos estrellas
apoyadas en el brillo de la yerba húmeda.
La noche respira en una intocable humedad,
no en el centro de la esfera que vuela,
y todo lo va uniendo, esquinas o fragmentos,
hasta formar el irrompible tejido de la noche,
sutil y complejo como los dedos unidos
que apenas dejan pasar el agua,
como un cestillo mágico
que nada vacío dentro del río.
Yo quería separar mis manos de la noche,
pero se oía una gran sonoridad que no se oía,
como si todo mi cuerpo cayera sobre una serafina
silenciosa en la esquina del templo.
La noche era un reloj no para el tiempo
sino para la luz,
era un pulpo que era una piedra,
era una tela como una pizarra llena de ojos.
Yo quería rescatar la noche
aislando sus fragmentos,
que nada sabían de un cuerpo,
de una tuba de órgano
sino la sustancia que vuela
desconociendo los pestañeos de la luz.
Quería rescatar la respiración
y se alzaba en su soledad y esplendor,
hasta formar el neuma universal
anterior a la aparición del hombre.
La suma respirante
que forma los grandes continentes
de la aurora que sonríe
con zancos infantiles.
Yo quería rescatar los fragmentos de la noche
y formaba una sustancia universal,
comencé entonces a sumergir
los dedos y los ojos en la noche,
le soltaba todas las amarras a la barcaza.
Era un combate sin término,
entre lo que yo quería quitar a la noche
y lo que la noche me regalaba.
El sueño, con contornos de diamante,
detenía a la liebre
con orejas de trébol.
Momentáneamente tuve que abandonar la casa
para darle paso a la noche.
Qué brusquedad rompió esa continuidad,
entre la noche trazando el techo,
sosteniéndolo como entre dos nubes
que flotaban en la oscuridad sumergida.
En el comienzo que no anota los nombres,
la llegada de lo diferenciado con campanillas
de acero, con ojos
para la profundidad de las aguas
donde la noche reposaba.
Como en un incendio,
yo quería sacar los recuerdos de la noche,
el tintineo hacia dentro del golpe mate,
como cuando con la palma de la mano
golpeamos la masa de pan.
El sueño volvió a detener a la liebre
que arañaba mis brazos
con palillos de aguarrás.
Riéndose, repartía por mi rostro grandes cicatrices.
OS FRAGMENTOS DA NOITE
Como isolar os fragmentos
da noite
para apertar algo com as mãos,
como a lebre penetra em sua escuridão
separando duas estrelas
apoiadas no brilho da relva úmida.
A noite respira em uma intocável umidade,
não no centro da esfera que voa,
e tudo vai unindo, esquinas ou fragmentos,
até formar o inviolável tecido da noite,
sutil e complexo como os dedos unidos
que apenas deixam passar a água,
como um cestinho mágico
que nada vazio dentro do rio.
Eu queria separar minhas mãos da noite,
porém se ouvia uma grande sonoridade que não
se ouvia,
como se meu corpo inteiro tivesse caído sobre uma
serafina
silenciosa na esquina do templo.
A noite era um relógio, não para o tempo
mas para a luz,
era um polvo que era uma pedra,
era uma teia como uma piçarra cheia de olhos.
Eu queria resgatar a noite
isolando seus fragmentos,
que nada sabiam de um corpo,
de um tubo de órgão
somente da substância que voa
desconhecendo o pestanejar da luz.
Queria resgatar a respiração
e se alçava em sua solidão e esplendor
até formar o pneuma universal
anterior à aparição do homem.
A soma respirante
que forma os grandes continentes
da aurora que sorri
com as pernas de pau infantis.
Eu queria resgatar os fragmentos da noite
e formava uma substância universal,
então comecei a mergulhar
os dedos e os olhos na noite,
soltava todas as amarras da barcaça.
Era um combate sem fim,
entre o que eu queria arrancar da noite
e o que a noite me presenteava.
O sonho, com contornos de diamante,
prendia a lebre
com orelhas de trevo.
Momentaneamente tive que abandonar a casa
para dar passagem à noite.
Que brusquidão quebrou essa continuidade,
entre a noite projetando o teto,
sustentando-o como entre duas nuvens
que flutuavam na escuridão submergida.
No início que não anota os nomes,
a chegada do diferenciado com sinetas
de aço, com olhos
para a profundidade das águas
onde a noite repousava.
Como em um incêndio,
eu queria recolher as recordações da noite,
o tilintar até o golpe de misericórdia
como quando, com a palma da mão,
batemos a massa de pão.
O sonho voltou a prender a lebre
que arranhava meus braços
com pauzinhos de aguarrás.
Rindo, repartia grandes cicatrizes em meu rosto.
(Tradução:
Luiz Roberto Guedes e Claudio Daniel)
AH, QUE TÚ
ESCAPES
Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición
mejor.
Ah, mi amiga, que tú no querías creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales
más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.
AH, QUE VOCÊ
ESCAPE
Ah, que você escape
no instante
em que já tinha alcançado sua melhor definição.
Ah, minha amiga, não queira acreditar
nas perguntas dessa estrela recém-cortada,
que vai molhando suas pontas em outra estrela inimiga.
Ah, se fosse certo que, à hora do banho,
quando, em uma mesma água discursiva,
se banham a imóvel paisagem e os animais mais finos:
antílopes, serpentes de passos breves, de passos
evaporados,
parecem entre sonhos, sem ânsias levantar
os mais extensos cabelos e a água mais recordada.
Ah, minha amiga, se no puro mármore das despedidas
tivesse deixado a estátua que poderia nos acompanhar,
pois o vento, o vento gracioso,
se estende como um gato para deixar-se definir.
(Tradução: Claudio Daniel)
LLAMADO DEL DESEOSO
Deseoso es aquel que huye de su madre.
Despedirse es cultivar un rocío para unirlo con la
secularidad de la saliva.
La hondura del deseo no va por el secuestro del fruto.
Deseoso es dejar de ver a su madre.
Es la ausencia del sucedido de un día que se prolonga
y es a la noche que esa ausencia se va ahondando como un
cuchillo.
En esa ausencia se abre una torre, en esa torre baila un
fuego hueco.
Y así se ensancha y la ausencia de la madre es un
mar en calma.
Pero el huidizo no ve el cuchillo que le pregunta,
es de la madre, de los postigos asegurados, de quien se
huye.
Lo descendido en vieja sangre suena vacío.
La sangre es fría cuando desciende y cuando se esparce
circulizada.
La madre es fría y está cumplida.
Si es por la muerte, su peso es doble y ya no nos suelta.
No es por las puertas donde se asoma nuestro abandono.
Es por un claro donde la madre sigue marchando, pero ya
no nos sigue.
Es por un claro, allí se ciega y bien nos deja.
Ay del que no marcha esa marcha donde la madre ya no le
sigue, ay.
No es desconocerse, el conocerse sigue furioso como en sus
días,
pero el seguirlo sería quemarse dos en un árbol,
y ella apetece mirar el árbol como una piedra,
como una piedra con la inscripción de ancianos juegos.
Nuestro deseo no es alcanzar o incorporar un fruto ácido.
El deseoso es el huidizo
y de los cabezazos con nuestras madres cae el planeta centro
de mesa
y ¿de dónde huimos, si no es de nuestras madres
de quien huimos
que nunca quieren recomenzar el mismo naipe, la misma noche
de
igual ijada descomunal?
CHAMADO DO DESEJOSO
Desejoso é aquele que foge de sua mãe.
Despedir-se é cultivar um orvalho para uni-lo com
a secularidade da saliva.
A profundidade do desejo não vai até o seqüestro
do fruto.
Desejoso é deixar de ver sua mãe.
É a ausência do acontecido de um dia que se
prolonga
e é à noite que essa ausência vai afundando
como uma faca.
Nessa ausência se abre uma torre, nessa torre dança
um fogo oco.
E assim se alarga e a ausência da mãe é
um mar tranqüilo.
Porém, o fugidio não vê a faca que lhe
pergunta,
é da mãe, dos seguros postigos, de quem se
foge.
O descendido em sangue antigo soa vazio.
O sangue é frio quando desce e quando se espalha
em círculo.
A mãe é fria e está perfeita.
Se é pela morte, seu peso é duplo e não
mais nos solta.
Não é pelas portas onde se assoma nosso abandono.
É por uma clareira onde a mãe segue andando,
mas já não nos segue.
É por uma clareira, ali se cega e então nos
deixa.
Ai do que não anda esse andar onde a mãe já
não o segue, ai.
Não é desconhecer-se, o conhecer-se segue
furioso como em seus dias,
mas segui-lo seria queimarem-se os dois em uma só
árvore,
e ela gosta de olhar a árvore como uma pedra,
como uma pedra com a inscrição de antigos
jogos.
Nosso desejo não é alcançar ou incorporar
um fruto ácido.
O desejoso é o fugitivo
e das cabeçadas com nossas mães cai o planeta
centro de mesa
e de onde fugimos, se não é de nossas mães
que fugimos,
que nunca querem recomeçar o mesmo naipe, a mesma
noite de
igual ilharga descomunal?