SONETO MERIDIANO
La transparente luz
del mediodía
filtraba por los bordes paralelos
de la ventana, y el contorno de los
frutos; o de tu piel resplandecía.
El sopor de la siesta:
lejanía
de la isla. En el cambiante cielo
crepuscular, o en el opaco velo
ante el rojo y naranja aparecía
otro fulgor, otro
fulgor. Dormía
en una casa litoral y pobre:
en el aire las lámparas de cobre
trazaban lentas espirales
sobre
el blanco mantel, sombra que urdía
el teorema de la otra geometría.
SONETO MERIDIANO
A luz do meio-dia, transparente,
filtrava pelas paralelas bordas
da janela, e o contorno em fulgor das
frutas (ou da tua pele?) ardia quente.
Saudade é o que o torpor do sono sente
da ilha. Aquele céu (não te recordas?)
de ocaso que no opaco véu põe gordas
camadas cambiantes de poente,
um outro brilho tinha. Onde eu dormia,
numa casinha litorânea e pobre,
no ar a luz das lâmpadas de cobre
traçava lentamente espirais sobre
alva toalha, sombra em que se urdia
o teorema doutra geometria.
MORANDI
Una lámpara.
Un vaso. Una botella.
Sin más utilidad ni pertinencia
que estar ahí, que dar a la consciencia
un soporte casual. Mas no la huella
del hombre que la
enciende o que los usa
para beber: todo ha sido blanqueado
o cubierto de cal y nada acusa
abandono, descuido ni cuidado.
Sólo la luz
es familiar y escueta
el relieve eficaz: la sombra neta
se alarga en el mantel. El día quedo
sigue el paso del
tiempo con su vaga
irrealidad. La tarde ya se apaga.
Los objetos se abrazan: tienen miedo.
SONETO MORANDIANO
Uma lâmpada. Um
copo. Uma garrafa.
Sem outra utilidade ou pertinência
que estar ali, que dar à consciência
um casual pretexto, mas não grafa
o traço humano
que ora inflama, abafa
a luz ou que ali beba. Em tudo a ausência:
paredes que, caiadas, dão ciência
que ali ninguém repousa nem se estafa.
Somente é familiar a luz acesa
que põe sobre a toalha posta à mesa
a sombra que se alarga: o dia quedo
do tempo o passo segue
em sua vaga
irrealidade. A tarde já se apaga.
Abraçam-se os objetos: sentem medo.
Traduções: Glauco Mattoso