ZUNÁI - Revista de poesia & debates

 

 

SOBRE NEOBARROCO

 

Roberto Echavarren

  

En cierto momento, se me ocurrió hacer una muestra, un precipitado, una lectura conjunta, un continuo de obras que por falta de distribución y por falta de comprensión se desperdigaban y olvidaban, obras destinadas a marchitarse sin la compañía mutua que permitía que fuesen advertidas como afines en un registro y enfoque de las tendencias al cambio de una época,  maneras de hacerse cargo y de responder a problemas inmediatos, políticos, estéticos.

Una muestra es muy diferente de una antología. Desde el punto de vista de la antología, el criterio que usamos puede resultar completamente absurdo, arbitrario, caprichoso, pero desde el punto de vista de las poéticas que a mí me tocaban o me interesaban, me parece que es muy coherente.

Lo que presenta Medusario (México, Fondo de Cultura, 1996) no es una antología, que suele tener la ambición enciclopédica de razonar un siglo, o medio siglo, legado de varias manos y de plurales tendencias, u ofrecer un panorama comprensivo de la poesía de cierto lugar y momento. El antólogo decide una competencia abstracta de méritos, que asegure la justicia o la equidad. El resultado será un agregado de materiales disparatados, muchas veces sin relación entre sí.  Una muestra, al contrario, reclama el interés impune de ser reemplazable por la siguiente en una serie. Es exclusiva, pero no excluyente. Ciertas antologías claman por otras que las corrijan. Pero una muestra se sustrae de las unidades n de una serie. Hago una prueba de contacto, un continuo monstruoso de lectura, sin autoridad. Por más que resulte estimulante una secuencia que propone una lectura de conjunto, donde los materiales, en lo posible, se articulan unos con otros.  Yo vi mi tarea más bien como un curador de obras plásticas que elige trabajos de diferentes creadores que articulan una tendencia, o contrastan de un modo particular, que se retroalimentan, porque en conjunto enriquecen la presentación de un problema estético. La vi también como la labor de un disc jockey, de un sampleador de música. Eso fue lo que me propuse. E invité a José Kozer a colaborar conmigo. Jacobo Sefamí nos ayudó a componer las bibliografías y las presentaciones de cada autor.

Un  momento alto de la poesía escrita en Hispanoamérica fue el modernismo, por la excelencia de su experimentación en metros, en lengua poética, estimulado por la poesía francesa de la segunda mitad del siglo XIX, desde Baudelaire hasta Mallarmé, pasando por el uruguayo francófono Jules Laforgue.

La vanguardia es el momento en que la experimentación modernista se radicaliza, a partir del verso libre, pero a la vez se ve confrontada con la irrupción cada vez más notoria de la técnica, y una radicalización del pensamiento político en función de utopías: comunismo, fascismo, variantes del socialismo. El poeta se embandera en luchas políticas (Neruda, Vallejo, en la guerra de España). Esto lleva, en sus sucesores, a un empobrecimiento de los recursos poéticos, ya que la misión social de la poesía debe adaptarse a la comprensión de todos los hombres y tomar en cuenta a quienes no han sido educados: un lenguaje sencillo desde Miguel Hernández pasando por el Neruda del Canto general y siguiendo hasta Nicanor Parra. En Parra este lenguaje "sencillo" se desliga del sentimiento de lucha. Y adquiere potencial humorístico, absurdista. Sin embargo, la lengua política de la poesía "comprometida" se degrada más y más en coloquialistas y populistas, que son hoy "poetas de aeropuerto" (sus libros se venden en los aeropuertos). Ellos piensan (como los Petrarquistas varios siglos antes) estar al servicio de la idea, sólo que en su caso la idea es un slogan gastado, una lengua poética amortecida, o un emocionalismo de fácil apelación.

En cuanto a los poetas de Medusario, que se ha dado en llamar "neobarrocos", su política no está basada en ideas (como la antigua izquierda leninista u otro radicalismo utópico  de izquierda o derecha), sino en la virtud matérica de las pulsiones fonológicas o lingüísticas, en el poder y la gravitación de un cuerpo volcado en escritura, confrontado, en instancias micropolíticas, en contextos latinoamericanos,  a varios discursos en crisis: crisis del discurso religioso  y sus valores y dogmas prohibitivos; crisis, a partir sobre todo de los sesenta (del epifenómeno que se llamó "Mayo de 1968"),  del discurso de propaganda comunista y sus pretensiones "científicas", coronada por  la caída de la Unión Soviética (1989), crisis de las costumbres, de la familia tradicional, incorporación de la mujer al mercado de trabajo, surgimiento o visibilidad de minorías y de nuevos estilos de vida: musicales, de drogas, de raza, de inclinación o preferencia erótica por personas del mismo sexo. Algo, en definitiva, que no son ideas, tanto como experiencias, y experiencias del foro interno, del coraje moral y de la aventura estética, a diferencia de las políticas de masificación y consenso.

La obra se vuelve una aventura de singularización, de nacimiento de la persona, de la construcción de la vida como obra de arte, del cuidado de sí (Oscar Wilde y Michel Foucault). Y frente a las políticas del consenso, expresa disenso.

Cierta poesía de hoy recupera el humor fetichista, la batalla entre el estilo y la moda, que abordaron los poetas del modernismo, traductores de la poesía decimonónica escrita en francés. La nueva poesía, a través de José Lezama Lima, se asoma también a la poesía barroca escrita en español. No apuesta, como era el caso de las vanguardias, a un método único o coherente de experimentación. Ni se reduce a los referentes macropolíticos. Es impura: ora coloquial, ora opaca, ora metapoética. Trabaja la sintaxis tanto como el sustrato fónico, la tradición poética tanto como los localismos. Y pasa del humor al gozo.

Es una reacción, tanto contra la vanguardia, como contra el coloquialismo más o menos "comprometido".

A)      Comparte con la vanguardia una tendencia a la experimentación, pero evita el didactismo ocasional de ésta, así como su preocupación estrecha por la imagen en tanto icono, que la lleva a reemplazar la conexión gramatical con la anáfora y la enumeración caótica. La poesía neobarroca promueve la conexión gramatical a través de una sintaxis que puede ser compleja. Haroldo de Campos, después de la etapa del concretismo, ha escrito las Galaxias, ejercicio sintáctico de largo aliento. Los neobarrocos conciben la poesía como aventura del pensamiento más allá de los procedimientos circunscritos de la vanguardia.

B)      Aunque pueda resultar en ocasiones directa y anecdótica, la poesía neobarroca rechaza al noción, defendida expresa o implícitamente por los coloquialistas, de que hay una "vía media" de la comunicación poética. Los coloquialistas operan según un modelo preconcebido de lo que puede ser dicho, y cómo, para hacerse entender y para adoctrinar a cierto público. Los poetas neobarrocos, al contrario, pasan de un nivel de referencia a otro, sin limitarse a una estrategia específica, o a cierto vocabulario, o a una distancia irónica fija. Puede decirse que no tienen estilo, ya que más bien se deslizan de un estilo a otro sin volverse prisioneros de una posición o procedimiento.

Nuestra época es el punto de inflexión y desmantelamiento de los ideales contrapuestos del XIX: subjetivismo ilusorio y utopismo autoritario.  El régimen de la verdad se hace fluido, se ahonda la distancia entre un ethos personal, y la moral tradicional de las costumbres. Cualquier ideología es considerada como ficción. Se trata de renegociar en un juego de poderes de minorías, de impulsos corporales, de grupos de interés, la espontaneidad, la libertad. El interés por, y la modalidad contemporánea del barroco, neo o postmoderno, es consistente con esta fase de la cultura que da un nuevo sesgo a la lucha de los particulares y su pretensión libidinal errática.

Algirdas Greimas y Fraçois Rastier llaman isotopía a "toda iteración" o repetición múltiple de un elemento en un discurso. Según ellos, las isotopías son de tres niveles: fonológicas (asonancia, aliteración, rima), sintácticas (concordancia por redundancia de rasgos) o semánticas (equivalencia de definición, secuencia de funciones narrativas).

Las isotopías fonológicas y las sintácticas han servido para distinguir, por su concentración o regularidad, a un poema de otros discursos. Pero las isotopías semánticas en la poesía han recibido menos atención. En general se asume que un poema sigue una línea de pensamiento, habla de algo (un referente). Pero es una hipótesis demostrable que un poema desarrolla, o puede desarrollar, varias isotopías semánticas paralelas, varias historias a un tiempo.

Y a la vez que habla de otras cosas, puede hablar de sí mismo, del proceso de su gestación, de la práctica que lo engendra. Rastier establece tres isotopías semánticas en un soneto de Mallarmé: el soneto alude a la vez a un banquete y un brindis, a una navegación, y a la poesía, práctica que mancomuna a los concurrentes al banquete. Una atención reductiva captaría sólo uno o dos de estos temas. Góngora habló a la vez, en las Soledades, de remar y escribir, correr el agua y escribir, volar los pájaros y escribir. El escribir es figurado por prácticas con las cuales resulta hasta cierto punto equivalente. Se imbrica en una versión incompleta de dinámica conjunta. No es espejo de la realidad, sino que la atraviesa, órbita eclíptica con respecto a otros fenómenos.

El neobarroco, como el modernismo antes que él, no es un movimiento, mucho menos una capilla a la manera de los surrealistas. La poética es aquí la poiesis, lo que se hace, en procesos siempre divergentes, a la manera del big bang: cuando más se singulariza un estilo, más se desvía de los otros. No vale la pena inventar las convergencias, sino más bien justificar las divergencias. Y ver qué oponen, en vez de juzgar qué los une. En qué se diferencian entre sí estos poetas no borra la cuestión de frente a qué reaccionan.

A través de Lezama Lima, algunos se asomaron al barroco histórico, a Luis de Góngora, no para imitar los procedimiento sino para calibrar los poderes de la lengua.

Dámaso Alonso y los poetas españoles de la generación de 1927 redescubren a Góngora y el barroco. Los estudios gongorinos y la versión prosificada del Polifemo por Alonso y la investigación concomitante acerca de los críticos y comentadores de Góngora en el siglo XVII, es una tarea que nos ha permitido recobrar la poesía barroca como el momento más alto de nuestra tradición literaria. Núcleo del "españolismo" en la poesía y en las artes que se expandió por Europa.

¿Qué significa para nosotros el barroco? La disputa sobre el barroco tuvo su origen en el libro de Wölflin Clasicismo y barroco, de 1888.

El universo del neoplatónico Marsilio Ficino, comentador del Banquete de Platón en el renacimiento, el universo de Petrarca, era todavía cerrado: la tierra inmóvil en el centro de los astros y las esferas cristalinas, heredado de Aristóteles y la antigüedad. Ese modelo se rompe con los nuevos descubrimientos. Del universo limitado y cerrado pasamos al universo infinito, o al menos indefinido, abierto en todas direcciones, que escapa a nuestra percepción y a nuestro entendimiento: el universo de Galileo y de Copérnico. En el siglo XVII las guerras de religión han relativizado el dogma, los descubrimientos han puesto en entredicho la creencia y la fe. Un nuevo espacio se abre, un nuevo tiempo. La asunción de que el hombre es el centro del universo pierde vigencia. La esfera religiosa y la profana, la teología, el dogma y la ciencia entran en tensión irresuelta. Sólo cabe confiarse a un modo de conocer sintético, o poético: a un discurrir incierto e indefinido como el universo mismo, de que habla Giordano Bruno, y tan material como él.

De ahí esos períodos barrocos de movimiento continuo, llenos de incisos, paréntesis, digresiones, a través de los cuales el lector se confunde, sin poder juzgar o estar seguro acerca de la propiedad de la sintaxis. En el poema de arte mayor del barroco castellano, trátese del cordobés Góngora o de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, los versos incorporan términos de varias disciplinas, mitología, geografía antigua o contemporánea, conocimientos médicos y científicos,  pensamiento filosófico. Las Soledades de Góngora operan una transformación del mundo de la convivencia en un mundo más luminoso, más estimulante, más difícil. Es el pasaje de una edad del mundo a otra edad, no en un orden sucesivo, sino, tomando como modelo la distinción de edades de Los trabajos y los días, de Hesíodo, caro a los neoplatónicos petrarquistas, el paso de la edad de bronce (mundo vulgar cotidiano) a una edad de oro (mundo paralelo poético). Se trata todavía, para los renacentistas, de  una poética de la idea, el acceso a la idea platónica y al foco de luz que ilumina el ser.  Pero la sensualidad y complicación de Góngora lo desvían de la idea. El flujo del poema de arte mayor arrastra, antes y después del naufragio, una isla flotante en otro tiempo paralelo. La edad de oro del poema, es necesario construirla como una joya, intensificar el esplendor por medio del artificio. Ya no se trata del ser platónico. Aquí ser es aparecer, como lo define Baltasar Gracián. Las Soledades son esa edad de oro de la convivencia humana, no pasada ni futura, sino paralela, articulada en el poema. La base idiomática que en el primer plano de nuestra lengua está constituida por el nombre y su inmediata representación, en Góngora está formada por la metáfora y la visión irreal y espléndida que sugiere. Una metáfora obra en sustitución del nombre, o del concepto común, o de la designación corriente. El referente ave cetrera, por ejemplo, no aparece, sino la impresión sensible del vuelo de esas aves: "los raudos torbellinos de Noruega". Nos mete en los ojos una impresión antes que objeto o animal o idea. Y nos deja el mayor lapso posible en el intervalo de esta impresión inmediata, intensa, asombrosa, que aparece en  el lugar de los referentes y sus nombres ordinarios. Dámaso Alonso las llama metáforas que han perdido su referente. No sabemos de qué está hablando Góngora, pero habitamos el territorio de la claridad de su impresión nítida y definida.

El arte barroco repudia las formas que sugieren lo inerte o lo permanente. Enfatiza el movimiento perpetuo y el juego de los contrastes y diferencias. Es un arte de la abundancia del ánimo y las emociones.

En el poema de arte mayor "El sueño" de Sor Juana Inés de la Cruz, el alma, estando el cuerpo dormido, emprende un viaje cósmico. El poema tienen antecedentes antiguos, como "El sueño de Escipión", de Cicerón, y contemporáneos, como el viaje estelar descrito por el jesuita Atanasius Kircher.  La aventura del alma durante el sueño, en el poema de Sor Juana, está lejos de ser satisfactoria. El alma no puede por una intuición inmediata acceder a la idea. Tampoco puede lograrlo a través del desarrollo sucesivo del discurso, utilizando las categorías aristotélicas (que más tarde se convertirán en las categorías kantianas, que tampoco pueden darnos a conocer el noumeno). El poema deviene un ejercicio de la duda y una peregrinación poética (el alma, en este sentido, es comparable al peregrino de las Soledades). La energía del vuelo del alma, en este discurso materialista que tiene en cuenta las investigaciones de la medicina y de la ciencia, depende del proceso de la digestión y asimilación de los nutrientes. Depende de fuerzas y recursos materiales. Así lo veía Galeno y lo ve Sor Juana.

El atomismo de Lucrecio (De rerum natura), el de Demócrito y los epicúreos griegos y romanos, parece ser el modelo más conveniente para este universo infinito o indefinido. Tal lo nota Campanella: "He aquí que a medida que el hombre va pensando, piensa sobre el sol y después más allá del sol y después fuera del cielo y después sobre otros mundos, de modo infinito como imaginaron los epicúreos."

Pero esos mundos están hechos de la misma materia que nuestro planeta,  según Giordano Bruno. O de una sustancia única, común a todo, tal afirma Spinoza.

El descentramiento barroco del hombre y la imperfección de sus facultades, la conciencia de que la información de los sentidos es relativa, insuficiente, de que el telescopio y el microscopio al alteran como bajo los efectos de una droga y que las categorías del entendimiento no permiten aprehender lo real más allá de los fenómenos, lleva a poner todo en duda. Y esta duda es vivida en el siglo XVII con frustración y angustia. Cuando los hombres buscan mundos nuevos en los astros, en el firmamento, reconocen que el mundo que conocían ha terminado.

El discurso no se fía sino de su propio impulso. Forma abierta, forma suelta, de un arte sin asideros. El barroco vive entre rudas maneras de violencia naturalista, inquietudes metafísicas frustradas, inquieta ambigüedad, vertiginoso movimiento, aportándole nerviosismo estilístico y sorpresa sintáctica. Descubre la multipolaridad de lo verdadero. Al renegar de la idea intemporal, efectuará una nueva y exasperada revalorización de las pasiones, las emociones, expresadas de manera intuitiva y colorista, no sin rasgos a veces de ampulosidad o de grandeza escenográfica. El tiempo y el espacio han perdido su quicio.

Llevada por la curiosidad, por el juego, por el afán de ejercitarse, la lengua poética barroca en la lírica culta constituye una especie de violencia operada sobre el tejido petrarquista, con un extraordinario esfuerzo que intensifica y da autenticidad nueva a la palabra. Es también un nuevo sentimiento de la naturaleza, directo, ágil y también desmesurado. Así, por la difusión y por una especie de fermentación latente de este sentimiento que turba e inquieta, este sentimiento de infinito, se explica la turbación y proliferación de las nuevas formas. Un universo abierto sugiere una infinita apertura de procedimientos. El poeta deja de estar sujeto a los modelos literarios recibidos y a las expresiones cristalizadas de la lengua. El fluir realiza funciones de enlace: sinapsis, conexiones instantáneas entre aspectos o situaciones que parecían lejanos dentro de un orden cognoscitivo de pertenencia o clasificación.

La nueva manera se verifica en formas de cultismo o culteranismo o conceptismo: agudeza en nuestro idioma, esprit en francés, wit en inglés. Intensas y misteriosas expresividades, una exaltación, una recargada invención verbal, polivalencia, concordancia, correlación paradójica entre términos que parecían excluyentes. Tensión y discordia entre las acepciones de un mismo término. Acto sintético de la mente. No hay en Baltasar Gracián, en su Agudeza y arte de ingenio, ninguna reflexión preceptiva o normativa. Antes bien, el ingenio está lleno de sal y de audacia, y su prodigio es significar "a dos luces o dos sentidos".

No siempre advertimos o examinamos las múltiples consecuencias del cambio de episteme que sobrevino con el barroco. Pero es algo que nos concierne directamente, como apertura de nuestro mundo, un sentido de la proliferación, de la multiplicación de impresiones y posibilidades, técnicas, científicas, poéticas. En la inestabilidad de todo, ya no nos sujetamos a reglas tradicionales. En el fuero interno se encuentra el hilo imantado de nuestras realizaciones, un fuero interno tanto moral como estético abre los caminos de un procedimiento creativo, otra manera de llevar el cuerpo y de convivir.

La diversidad cultural, lejos de ser un problema, se transforma en fuente de disenso y creatividad.

Para Haroldo de Campos Grande Sertao: Veredas de Joao Guimaraes Rosa, que compara a Paradiso, de José Lezama Lima, y Catatau, de Paulo Leminski, son los grandes hitos del neobarroco brasilero.

Y agrega: "Hoy en día, ese concepto de 'neobarroco' parece derivar en el sentido de un persuasivo-persistente 'transbarroco' latinoamericano... En esa dirección apuntan tres antologías: Caribe transplatino, bilingüe, organizada por Néstor Perlongher con traducciones de Josely Vianna Baptista, Iluminuras, Sao Paulo, 1991; Transplatinos, organizada por Roberto Echavarren, El Tucán de Virginia, México, 1990; Medusario/Muestra de poesía latinoamericana, organizada por Roberto Echavarren y José Kozer, México, Fondo de Cultura Económica, 1996. Jardim de camaleoes - A poesia neobarroca na América Latina, la antología organizada por el joven poeta Claudio Daniel (él mismo un dotado 'neobarroquista'), con traducciones suyas y de Luiz Roberto Guedes, ahora editada por Iluminuras, torna accesible al lector brasileño, de manera bastante amplia (incluyendo algunos nombres ya bastante conocidos, al lado de otros más jóvenes) esa deriva 'transbarroca' que recorre el espacio textual de nuestra América, no de modo homogéneo y uniforme, pero sí rigiéndose por una fascinante estrategia de matices."

 

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Roberto Echavarren, poeta e ensaísta uruguaio.

Leia também poemas de Roberto Echavarren e uma entrevista com o autor.

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